Por Darío Cavacini
Novena entrega de “Poetas Internados, poesía libre”. Trabajo documental que surge de la pregunta acerca del valor que adquiere la poesía en contextos de encierro tales como los manicomios, donde la creatividad se confronta diariamente con el exceso de psicofármacos y la inspiración parece brotar como respuesta al abandono y la desidia propios de este tipo de lugares.
“Conducidos por el Flaco Menotti, un grupo de hombres ilustres del fútbol argentino le dio a Huracán de Parque de los Patricios el primer y único título de su historia con una receta simple y sin misterios: libertad absoluta para jugar a la pelota. Para muchos, fue el equipo que marcó un antes y un después en nuestro fútbol criollo”. Días después de su consagración, la revista El Gráfico se rendía a los pies de aquella revolucionaria idea futbolística que le permitiría a Huracán ganar con maestría el campeonato Metropolitano de 1973. El equipo de los sueños que emocionaba a propios y ajenos sería además, la matriz de la selección argentina campeona del mundo en 1978.
“He llegado a jugar en la reserva de ese equipo, entrené con esos monstruos, con Brindisi, Housseman, con todos ellos; pero nunca llegué a debutar en la primera división”, Juan Carlos Pedernera repasa con nostalgia sus días como futbolista en el equipo que festejaría su consagración en un partido homenaje frente al Santos de Pelé. Aunque reconoce que llegar a primera era tan difícil como atrapar el viento con las manos, lo siguió intentando durante algunos años. Luego de Huracán, se iría a Estudiantes de Caseros y finalmente recalaría en Barracas Central, el club de barrio que tanto amaba. Su sueño de ser futbolista profesional estaba cerca de hacerse realidad hasta que “la cosa se puso jodida” y tuvo que salir a trabajar. A sus 59 años, rememora aquella época con lejanía, como quien cuenta la historia de otro y no la recuerda bien.
Entre esos años en los que anhelaba ser futbolista y el hoy, han pasado un sinfín de amargas historias en su vida, algunas de las cuales lo hundieron en un estado de completa apatía y desgano. Acorralado entre sus excesos con el alcohol y la depresión, ha tenido que aprender a sobrevivir día tras día para no dejarse caer en el pozo que lo acecha desde hace demasiado tiempo. Con tristeza relata el momento en el que se sentía tan desesperado, sin saber realmente que hacer para salir de la oscuridad en la que se encontraba atrapado, que decidió internarse en el hospital neuropsiquátrico Melchor Romero de La plata. Cuando intenta describir lo que fue esa experiencia, sintetiza sin regalar palabras ni sonrisas: “Es como todo encierro: comer, dormir y pasar las tardes en la matera sin hacer nunca nada”.
Luego de pasar una larga década en el hospicio, finalmente logró la externación. La pensión que le otorgó el estado le permite pagar el alquiler y ayudar económicamente a su madre. Actualmente continúa su tratamiento en el Centro de Salud Mental Comunitaria Franco Basaglia, de la ciudad de las diagonales. Comenzó a asistir al centro hace ocho años junto a un par de compañeros de internación; aunque no concurre con demasiada continuidad, estar ahí lo hace sentir animado. Utiliza esos espacios para despejarse y no estar todo el día encerrado en su casa luchando contra sus propios fantasmas: “Cuando anochece se hace muy oscuro para mí, por eso necesito ir al Basaglia”. Desde hace tiempo participa de los talleres de deportes, cestería y literatura; este último le permitió descubrir la poesía y descubrirse poeta.
Como un intento de asimilar el significado de las experiencias que arrasaron con sus días, se entregó a la poesía. Si toda creación artística sigue naciendo y comenzando por una necesidad fraguada en la lengua; para este auténtico poeta entre sombras, escribir le permite expresar aquello para lo cual no tenía palabras, ni imágenes, ni nada que lo ayudara a representarse, sólo un insoportable vacío existencial que como el óxido lo carcomió por dentro durante más de 25 años. Hacer poesías lo ayuda a sobrellevar sus penas con mayor liviandad y le permite crear y recrear otros mundos mientras toma distancia del propio: “Cuando escribo no vivo, por que vive el relato, no yo; es el relato el que toma vida, protagonismo, se levanta”:
Aunque recién esté dando sus primeros pasos, pretende continuar por la senda poética que comenzó hace algunos años: “Sé que como escritor soy un principiante, un aprendiz, pero trato de llevar las palabras compactas para poder sacar un buen realismo de las situaciones de mi vida. La escritura se está transformando en la causa fundamental de mi humanidad”. En el Basaglia se siente diferente, liberado, una versión mejorada de él mismo. Considera que ese lugar lo habilita a expresarse, sin preocuparse por nada ni por nadie y le da la fortaleza que necesita para romper con las cadenas que lo mantienen atado a su doloroso pasado. Ese sentimiento de libertad que experimenta cuando escribe le ha dado la posibilidad de resignificar su historia y entender el sentido más íntimo de las circunstancias que cubrieron su vida con un manto de tristeza.
A pesar que durante su estadía en el manicomio tenía un profundo interés por el mundo literario, especialmente por las obras de Borges y Rubén Darío, no pudo dejar que sus ideas poéticas se desplieguen porque no era un lugar que despertara su inspiración. “Era muy hospital todo, no había nada que me invitara a escribir” agrega con la mirada clavada en el suelo melancólico que lo sostiene pero con la entereza de haber vencido al encierro psiquiátrico para intentar abrirse paso en el mundo exterior de la mano de la poesía. El hospicio, ese albatros con alas de gigante que durante algunos años le arrebató la posibilidad de crear belleza, hoy es sólo un difuso y lejano recuerdo que no le impide levantar vuelo y buscar algo de luz entre tanta oscuridad.
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Sin Título (31-10-2013)
Pensar que mi vida se transcurre en tres períodos:
Mi niñez que fue de sacrificios laborales y pensar en terminar la primaria.
No me quejo, pude lograr mis objetivos.
Mi juventud fue más dura, el trabajo, el estudio y el servicio militar.
Era una época muy dura de la Argentina.
Después me atacó el alcoholismo, ya llegando a mi adultez.
No me quejo, tuve un padre bueno y una madre excelente.
Pese a mi enfermedad o como quiera llamarse, la vida sigue y hay que seguir adelante.
Por lo que luché y lucharé hasta que Dios diga basta.