Por Nadia Fink
El control de hinchas es una obsesión para los clubes casi tan antigua como sus fundaciones. Entre las medidas con tintes paranoicos la última nace de los pagos del “Matador”. Tigre pretende implantarles un chip a las y los hinchas para que sirva de pase de entrada a las canchas.
Eso de que “el futuro llegó hace rato” no es novedad ni para el cine ni para la vida cotidiana, que siempre nos sorprende con avances futuristas que van más lejos que la cotidianeidad de la gente común: esa que sigue esperando el Fútbol para Todos, mientras en la Tevé Publica sólo puede deleitarse con los partidos entre quienes pelean más por el descenso que por los puntos que los lleven a campeonar.
Hace algunas semanas, el club de Victoria tuvo sus minutos de fama al anunciar a “Ticket Pasión” con el slogan “Llevá tu club adentro, de verdad”. En la previa del partido contra Sarmiento, el propio secretario general de club se implantó el chip, lo mostró orgulloso para las cámaras y declaró: “Queríamos ser los primeros en el mundo en implementar este sistema. Es lo mismo que llevar el carnet del club, y está en una etapa experimental”.
El sistema, importado de Estados Unidos, según explicó el secretario, se denomina RFID (Radio frecuency identification -identificación por radiofrecuencia-), es del tamaño de un grano de arroz, se coloca de forma subcutánea y su comunicación es inalámbrica: la identificación del socio o socia del club viaja desde el lector a la computadora.
Si bien la modalidad ya se viene implantando en mascotas y en ganado, la idea del club de Tigre generó rechazo por parte de hinchas del Matador. En las redes sociales las críticas más grandes apuntan al poco dinero invertido en las instalaciones del club o en el mantenimiento de deportes infantiles (vestuarios o alambrados de las canchas de fútbol) y a lo que costaría invertir en este sistema.
Pero también, al control que se podría ejercer a partir de un control “remoto” de la identidad de la persona que porte el chip y de quiénes se beneficiarían con este control. Por otro lado, al igual que el sistema biométrico generado por la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) –y nunca utilizado finalmente–, el control recae sobre las y los hinchas comunes, mientras que los barrabravas siguen ingresando abiertamente a las canchas, dejando banderas o bombos en las instalaciones del club, viajando masivamente al exterior con un dinero que nadie sabe de dónde se genera y entrando desde bombas de estruendo, armas o gases lacrimógenos.
Como la campaña toca el “sentimiento” del hincha al sugerirle que lleve a su club en la piel “de verdad”, desde Marcha, entrevistamos a un puñado de hinchas del club de Victoria, para que nos transmitan su opinión sobre la implementación de este sistema de control.
En ese sentido, Nicolás opinó: “Esta propuesta parece una tomada de pelo para los hinchas y los socios de Tigre. Sabemos, y vemos fecha tras fecha, en Tigre en particular pero pasa en todas las canchas, cómo las barras pasan sin entradas, sin carnet, etc.”. Por su parte, Francisco detalló: “Los hinchas hacemos largas colas y cacheos para pasar a la cancha. El truncado AFA Plus puso molinetes gigantes en Victoria y vemos como la barra pasa por las puertas de emergencia, que se abren con complicidad del club y de la policía”. Y sentenció: “Terminar con las mafias en el fútbol argentino no depende de un chip bajo la piel, sino de una decisión política de los clubes y la AFA”.
Mientras las barras se relacionan con negociados dentro y fuera del fútbol, como fuerza de choque ante situaciones que exceden las canchas (recordemos el asesinato del militante Mariano Ferreyra y a Favale, barrabrava de Defensa y Justicia, como autor del disparo a instancias de Pedraza, ex mandamás de la Unión Ferroviaria), o como regenteadores de negocios en los mismos clubes (como muestra, el asesinato de Diego Bogado bajo las tribunas de Vélez Sarsfield, relacionado con el negocio del estacionamiento y la reventa de entradas).
Podemos seguir enumerando crímenes que involucran a barrabravas, también negocios turbios y policías que hacen la vista gorda o liberan zonas para peleas entre diferentes clubes. Mientras tanto, las tribunas visitantes siguen estando cerradas a las y los hinchas que siguen a sus equipos “vayan donde vayan” (aunque los lleven en la piel y no debajo de ella); una medida que más que resolver el tan difundido tema “violencia” acrecentó las internas entre las mismas hinchadas: en muchos de los casos, para ver quién se queda con el control del poder y los negocios dentro del mismo club.
En este contexto en el que el fútbol se diluye entre dinero, poder, conveniencias, desprecio por quienes siguen a su equipo con las mismas ganas de siempre (sin ir más lejos, por ejemplo, hace unos días renunció la Comisión íntegra de Colón de Santa Fe, que había asumido cuatro meses atrás. Con una dirección acéfala, Colón oscila entre el descenso y el “sálvese quien pueda”), jugadores que estafan el sentir del hincha (¿Para qué volvió Daniel Osvaldo?) y canchas destruidas que atentan contra la integridad de los jugadores; desde Tigre nos quieren hacer creer que el futuro es nuestro, que lo de la Matrix no es sólo ciencia ficción y que ser sólo otro ladrillo en la pared está a la alcance de nuestra mano, de nuestro corazón, y se lleva bien adentro… pero de verdad.