Por Nicolás Miranda- El multifacético futbolista Socrates falleció este último domingo luego de una hemorragia digestiva. Ese mismo día, como si el futbol quisiera darle su último festejo, su equipo más querido, el Corinthians, salió campeón de la liga brasileña.
El domingo último falleció Sócrates, el fabuloso exfutbolista brasileño que será recordado tanto por sus exquisiteces dentro del campo como por sus fabulosas incursiones en terrenos usualmente vedados a los profesionales del fútbol, como la medicina, la producción teatral, el periodismo, la música y la organización política.
Ambidiestro, con portento físico y exquisito técnicamente, aunque altísimo, desgarbado y no muy rápido, perteneció a esa estirpe de jugadores ofensivos con pies delicados aunque la apariencia denote lo contrario (como Iniesta, Zidane, Garrincha o van Basten). Su pico futbolístico fue a principios de los ochenta, cuando formó parte de equipos históricos como la selección brasileña que jugó el mundial de 1982 y el Corinthians que ganó 3 campeonatos paulistas. Éste período coincidió con el de astros como Cruyff y Maradona, única razón para que no sea aún más recordado en el panteón del fútbol mundial.
Nacido en la miseria de una familia obrera, su padre le marcó de niño altas aspiraciones al darle el nombre del filósofo griego (y a su hermano, el de Sófocles). Sócrates no lo defraudaría y se licenciaría en Medicina: debido a esto tuvo problemas para entrenar seguido y el fútbol profesional le llegaría con tardíos 22 años de edad, aunque a los dos años de debutar era parte de la canarinha.
Sin embargo, más allá de su pose elegante y sus pases milimétricos, Sócrates será recordado por su compromiso político constante, relacionado a los derechos y bienestar de los profesionales del fútbol como a los asuntos generales de su país. Además de escribir columnas en diarios y revistas del Brasil y de ser comentarista en televisión, y 20 años antes de declarar que querría colaborar con el gobierno chavista en Venezuela o entrenar la selección de fútbol cubana, probablemente su participación más destacada haya sido como instigador fundamental de la “Democracía Corinthiana”, el mayor movimiento ideológico del fútbol brasileño. En él, un puñado de jugadores politizados instauraron un régimen en el equipo Corinthians (uno de los más grandes de Brasil) en el cual los jugadores tenían plena voz y voto en las decisiones administrativas, económicas y deportivas del equipo. Estos votos eran igualitarios y mostraban posible la autogestión para el manejo de las instituciones, a favor de los propios protagonistas. Una experiencia inédita que supo confrontar valientemente con los designios dictatoriales del gobierno militar brasileño y de su aliado y presidente de la FIFA, Joao Havelange.
Durante el período 1982-84, la Democracía Corinthiana fue concebida como un momento paradisíaco para Sócrates pero algo anárquico para otros compañeros de equipo. Innovaciones totales como decidir contrataciones, despidos o tácticas de juego en base al voto (valiendo lo mismo el del presidente del club que el del tercer arquero) o poner consignas como “elecciones ya” o “yo quiero votar para presidente” (durante una dictadura militar) convivían con una mayor laxitud para los jugadores, que indulgían en alcohol, falta de entrenamiento o trasnoches que afectaban el profesionalismo del equipo. Aún así, con ese modelo de toma de decisión Corinthians salió tres veces campeón estadual y llegó a presentar una alternativa real de manejo de instituciones deportivas, inclusive a gran escala. Lamentablemente perdería fuerza con los años y sería puesto en el olvido convenientemente, cuando el fortalecimiento del modelo gerencial y de los dueños privados tomó el impulso de la fuerza de la FIFA, la UEFA y el negocio global del fútbol comenzando en los 90.
Estas “prácticas de libertad”, cuyo lema era “ganar o perder, mas siempre en democracia”, inmortalizadas en la película-lema “Ser campeón es un detalle” es uno de los mayores legados de Sócrates al mundo del fútbol. Como persona destacada pero consciente de sus orígenes, siempre que pudo levantó la voz para denunciar su asco por la corrupción en el fútbol y la política brasileños, su odio por la represión policial o su aliento a formas de organización en las favelas, a las que consideraba un estado dentro del estado. Además, mientras todavía era jugador, se dio el gusto de editar un disco, producir teatro y cantar invitado en un álbum de Toquinho. Lamentablemente, su espíritu renacentista, su visión romántica del juego, su compromiso con destacar los conflictos de la labor deportiva en tanto práctica social y económica, no fueron suficientes para salvarlo de un destino inmerecido. Con apenas 57 años, tras sufrir durante años en el alcoholismo el mismo azote que tantos otros deportistas humildes (como su compatriota Garrincha), una hemorragia digestiva ha hecho de Sócrates un recuerdo. El mismo día de su muerte el equipo del que es ídolo y en el que marcó una época de oro salió campeón brasileño. Antes de comenzar el partido definitorio, todos sus jugadores y afición cantaron al unísono con el puño en alto para recordar al excapitán, haciendo honor a su coraje y voluntad inquieta y libertaria.