Por Laura Salomé Canteros @laurasalome / Foto por Mercedes Ducos
Aguerrida y sensible, Andrea es sobreviviente de abuso sexual. La conocí luchando por la causa de una madre protectora y se me dificulta percibirla de otra forma. Una historia para visibilizar que las violencias sexuales no prescriben y que es necesario concientizar para castigar a los violentos con los tiempos de las mujeres, no de las instituciones.
Causalidades de nuestras historias personales nos cruzaron. En ocasiones en que una se empeña en que el periodismo se vuelva cercano a las luchas, la contacté para visibilizar la vulneración de derechos (del heteropatriarcado y la corporación judicial) sobre la hija de Feliciana Bilat. Andrea Nathalie Mila estaba ahí, acompañando en lo privado, agitando en las calles y en las redes. Y desde entonces no dejamos de intercambiar sororidades y algún que otro mate. Hasta que llegó el momento de visibilizar su historia ante una embestida más de los poderes, ensañados en negar la voz de las mujeres.
Andrea no es una víctima, es sobreviviente transformada en mujer política que decidió desde la reflexión y la praxis feminista llevar al ámbito penal los abusos que la violentaron de niña. ¿El agresor?, un varón heterosexual cercano, su hermano mayor. ¿Sus cómplices?, un sistema judicial machista por definición, que negó a través de sus operadorxs la imprescriptibilidad de su denuncia.
Hace un mes Andrea presentó y le fue aceptado un recurso ante el dictamen de los jueces Mauro Divito y Mariano Scotto de la Cámara de Apelaciones N° 7 de CABA, quienes rechazaron el pedido de imprescriptibilidad del delito, por lo que su denuncia llegará a Casación Penal.
Sobre la revictimización del poder judicial, las secuelas que dejan las violencias sexuales y que son iguales a la tortura y la estrategia colectiva para la lucha y la visibilización de los abusos, ejercicios de poder sobre los cuerpos de niñas, niños y adolescentes. Una entrevista intensa y un acercamiento reflexivo sobre un delito que se quiere ocultar en lo más íntimo de la sociedad, la hegemónica institución familiar.
-¿Cuánto te llevó poner en palabras las violencias y cuánto hacer la denuncia penal?
La violencia, el abuso sexual que yo sufrí, lo pude empezar a verbalizar una vez que él se va a vivir al exterior del país, y que empiezo a tener los primeros contactos sexuales a los 17 años. Los abusos los sufrí hasta los 13, o sea que fueron cuatro años de total negación involuntaria; como era algo que yo no había determinado, pareció como si hubiera un agujero negro en mi cabeza donde todos esos recuerdos se habían borrado de repente.
A los 17 años empiezo a recordar que algo me había pasado, no entendiendo o pudiendo identificar cuales habían sido las situaciones, sino entendiendo que ´algo le había pasado a mi cuerpo´, a este cuerpo que estoy llevando porque cuando lo acarician está sintiendo violencia.
En ese momento lo que podía decir era ´yo sufrí abuso sexual de parte de mi hermano mayor´.
El recuerdo fue un proceso. Desde decir, ´sufrí un abuso´ a empezar a recordar cada situación. Sigo recordando situaciones de abuso que viví que están ocultas en mi cabeza y aun hoy, que me permito este espacio para poder recordarlos me cuesta. Le estoy dando libertad a esa jaula mental.
Con el tiempo, diez años después, puedo, de a poco, empezar a permitirme recordar. Y es a los 29 cuando hago la denuncia penal. Y la hago porque me entero que mi abusador iba a ser padre de una niña. Ahí entendí que la denuncia penal no la tenía que hacer tanto por lo que a mí me había pasado sino para que no le pasara a esa nena y a otras nenas y nenes más.
-¿Cómo calificarías los tiempos del sistema judicial? ¿Por qué y cuál pensas que sería una solución posible?
Los tiempos judiciales son violentos. El poder judicial, como poder, tiene tiempos violentos, irrespetuosos y revictimizantes. Hoy tengo 30 años y puedo enfrentar una causa penal con todo lo que implica, desde una postura política para seguir adelante pero aun así no dejo de ser revictimizada en cada una de las instancias en la que me tengo que hacer presente en la justicia.
Y no solo con mi caso, muchas veces, en los que implican a menores de edad, pasa exactamente lo mismo. Los niños y las niñas no pueden decir con palabras lo que les sucedió, y ese proceso lleva un tiempo. Se espera que digan verbalizando lo que pasó y aun así no son respetadas sus voces. Muchas veces tiene que haber una situación muy crítica de violación donde hay signos corporales que han quedado en esos cuerpos para que se las considere como verdad.
Los tiempos judiciales son revictimizantes. Yo tarde montón de tiempo en permitirme recordar, poner en palabras lo pasado, en encontrarme con otras sobrevivientes; fue un proceso que me llevó más de 15 años en su totalidad y aún sigue. Y la justicia no contempla eso, no me contempla a mí en mis necesidades, obviamente, ni en las necesidades de las madres protectoras, ni la necesidad de los niños y las niñas víctimas de abuso.
Para que empiece a haber una modificación de los tiempos judiciales, justamente tienen que modificarse los tiempos de denuncia, tiene que haber modificaciones legales donde aparejar las situaciones de abuso con tortura, donde se pueda entender que las secuelas que dejan son iguales a las de la tortura. A partir de ahí empezamos a obligar que la justicia tome los tiempos, estos conceptos de ´abuso y violación es igual a tortura´. Entonces vamos a estar entendiendo que no deben prescribir porque los tiempos para que una pueda denunciar son muy largos, o mismo para ratificar una denuncia con la nueva modificación de la ley.
-¿Por qué consideras a la denuncia una acción política concreta?
Yo quiero denunciar, quiero llevar adelante la causa porque entiendo que si una persona cometió un delito como un abuso o una violación, deben tener una pena, una condena, no solo la social sino también la judicial. Y lo que me está diciendo la justicia es “tu tiempo ya pasó”, como si las secuelas de lo vivido no quedaran de por vida. Es importante entonces salir a calle a denunciar lo que es y hace el sistema judicial y el tipo de tratamiento que tiene para estas causas.
Una con esta necesidad de sobrevivir busca herramientas para contrarrestar las secuelas del abuso y entenderlas pero la palabra de la justicia es “bueno, tu abuso ya pasó, no importa”, y la realidad es que sigo viviendo con esos recuerdos que aparecen y con las secuelas emocionales que deja. Además sigo viviendo con la revictimización constante por parte de la justicia.
-¿Quiénes te apoyaron en ese proceso de empoderamiento –si es que queres llamarlo así-?
Mis compañeras de lucha, que son las que todos los días me ayudan a empoderarme, a poder encontrar el origen de lo que nos pasó, hablar sobre las consecuencias y las respuestas de las diferentes instituciones para poder encontrar un significado; y mi compañero, quien siempre me incentivó a buscar mis espacios, la palabra y encontrarme con otras.
Los abusos no son porque si, no los ejecutan enfermos o monstruos, por lo general son varones que ejercen su poder sobre cuerpos de niñas, niños y adolescentes (aparte de que hay una perversión de lo que es el goce sexual hay un goce del poder que se está ejerciendo), y entender eso ayuda. A entender nuestras propias historias, a poder interpelar los diferentes acompañamientos que hacemos y todos los días vamos aprendiendo de nuestras vivencias y las de nuestras compañeras y es una elección a seguir empoderándonos con las dificultades que conlleva, porque es un sistema inmenso, y el sistema social es el más perverso que hay, pero aun así decidimos empoderarnos y salir a la calle, y visibilizar y acompañar y dar voz.
-¿Por qué decidís dar esta lucha y qué es el feminismo para vos?
Porque a través de mi causa en particular lo que estoy haciendo es visibilizar todo lo que se quiere ocultar, todo lo que dicen que hay que ocultar porque pertenece al ámbito privado de la familia. No fue una decisión fácil darle visibilidad a mi historia porque no dejo de ser parte de ella, obviamente, pero entiendo que el rédito que puede haber para quienes están del otro lado es mayor en el sentido de encontrar a alguien que le pasó lo que estas personas aún no pueden reconocer.
Para mi es una decisión política llevar adelante esta lucha. Seguir enfrentando al poder judicial con todo lo que conlleva, hacer una separación de lo que es esta institución familiar particular y poder identificar quienes acompañan este círculo y quiénes no.
Es una decisión política identificar esta situación. Al igual que acompañar a otras, acompañarme y formar una colectiva que labure estas problemáticas, pero partimos desde nuestras vivencias para salir a la calle. Y el feminismo, ¡qué lindo el feminismo! Bueno, es mi lugar de refugio.
Lo pude empezar a identificar así, de regocijo, de estar, de lucha en estos últimos tiempos desde el feminismo, porque poder encontrar un origen a lo que viví y mis compañeras vivieron, me permite entender cómo es el sistema, qué quiere reproducir y qué quiere que nosotras seamos. Y cuando te encontras con un montón de compañeras que entienden esto mismo, te sentís tranquila y yendo por el buen camino, ´es por este lugar por donde queremos ir´.
Quiero luchar políticamente desde el feminismo contra los abusos sexuales en la infancia, quiero seguir visibilizando los abusos que aun hoy sufren los niños, las niñas y adolescentes, quiero visibilizar desde el feminismo las respuestas judiciales que nos dan, a las víctimas, a las sobrevivientes y a las madres protectoras, porque es muy importante encontrar el origen de esto, no es porque sí. Es importante visibilizar las desigualdades de poder, las violencias que son ejercidas para con nosotras. Y luchas desde el feminismo, es un placer luchar desde este lugar.