Por Pablo Tano. La historia de un club clásico escocés: el Celtic de Glasgow. La historia de católicos y protestantes en la tradición sajona del fútbol. El legado de su fundador, el hermano Walfrid.
Fundado por un sacerdote marista irlandés, el hermano Walfrid, el Celtic de Glasgow de Escocia, nació el 6 de noviembre de 1887 en la sacristía de la iglesia Santa María. El objetivo principal del padre era paliar la pobreza de los niños católicos de su país que habían emigrado a suelo escocés por la hambruna que los azotaba. Pero, este maestro de escuela rural, no hubiera imaginado jamás que con el transcurso de los años esta institución se convertiría en una de las más importantes de Europa.
Su clásico rival, el Rangers -en el que Claudio Caniggia se lució entre las temporadas 2001 y 2003-, el otro club tradicional de la ciudad, fue fundado por un arzobispo protestante en 1873. Allí las clases aristocráticas y los unionistas escoceses con sentimiento probritánico vieron una oportunidad para terminar de trascender en la sociedad. Lamentablemente, el año pasado, por graves deudas con el fisco y una sucesión de pésimas gestiones, debió declararse en bancarrota y tuvo que ser refundado como una nueva sociedad bajo el nombre de The Rangers Football Club.
El Celtic y el Rangers, católicos y protestantes, establecieron marcadas diferencias con el resto de los clubes de la Liga Escocesa desde sus albores y la rivalidad que ejercieron resultó, con el paso del tiempo, muy rentable. El Old Firm (la “Antigua Empresa” sería la traducción) es la denominación con que los medios bautizaron a partir del siglo XX los duelos que protagonizaron entre sí, ya que generó importantes dividendos en recaudación y en derechos de televisión que solían negociar conjuntamente. En algunas ocasiones, los partidos se disputaron al mediodía para que la ingesta de alcohol no llegara al máximo y los hechos de violencia no se incrementaran.
Ambos crecieron de manera exponencial y tradujeron su poderío financiero en hegemónicos éxitos deportivos a nivel local y también en una trascendencia en el plano internacional. El Rangers obtuvo 52 títulos de la Liga escocesa, 33 Copas de Escocia, 1 Recopa de Europa y fue subcampeón de la Copa de la UEFA (hoy Europa League), mientras que el Celtic logró 43 Ligas, 35 Copas de Escocia, 14 Copas de la Liga, 1 Copa de Europa y fue subcampeón de la Copa Intercontinental de 1967 (perdió con Racing Club) y de la Copa UEFA.
A tal nivel llegó el polo de atracción y antinomia que construyeron estos dos colosos que hasta 1989 el Rangers adoptó la decisión de no contratar a jugadores católicos. Esta política lo perjudicó y entonces el Celtic se vio beneficiado porque no puso ninguna traba elitista y fichó a los mejores futbolistas de la ciudad.
El año 1967 representó una temporada gloriosa para los católicos y significó una bisagra en su rica historia. Se convirtió en el primer club británico y único escocés en ganar la Copa de Europa. El rival vencido fue nada menos que el multicampeón Inter de Milán, entrenado por el gran Helenio Herrera. Además, obtuvo la doble corona en su país al ganar la Liga y la Copa de Glasgow. Y un dato que resalta aún más la epopeya: el equipo estuvo conformado sólo por jugadores nacidos en Glasgow.
“En un mundo perfecto el Celtic nunca se hubiera creado porque en un mundo perfecto no existiría la pobreza ni la miseria”, aseguran allegados al club. El hermano Walfrid, por su obra de caridad, se transformó en un emblema y por eso, a manera de homenaje, se erigió una estatua con su figura en las inmediaciones del estadio Celtic Park. Un legado, una identidad y una pertenencia invulnerable.
Una vez más, aparece en juego ese fanatismo exacerbado por el fútbol que no conoce de raciocinio ni límites. Como fenómeno social y cultural, esto es una muestra cabal más de que puede convertirse en un imán que todo lo puede. Trasciende cleros, idiomas, ideologías y razas. Y muchas veces marca el termómetro de una comunidad y determina pautas en épocas conflictivas y turbulentas.