Por André Caramante con traducción de Guillermina Huarte*
Luana Barbosa dos Reis Santos fue asesinada a golpes por la policía militar, cerca de su lugar de residencia, un barrio pobre de Brasil. Solidaridad internacional para visibilizar su historia y para proteger y resguardar a su pareja, hijo y familia que son amenazadxs por pedir “justicia”.
“Corré que van a matar a Luana”, fue el aviso de una vecina de los familiares de Luana Barbosa dos Reis Santos de 34 años, quienes comenzaron a entender por qué los gritos y tiros que escuchó el vecindario, la noche del 9 de abril. Cuando iba a saludar a un amigo que estaba en el bar de la esquina de su casa, en el barrio Jardín Paiva II, en la periferia de Ribeirao Preto, Luana fue abordada y golpeada por policías militares y murió cinco días después, resultado de una isquemia cerebral causada por traumatismo de cráneo encefálico.
Los policías militares Douglas Luiz de Paula, Fábio Donizeti Pultz y André Donizeti Camilo, de la unidad militar 51, son investigados por la sospecha de haber golpeado a Luana causándole la muerte. Se busca desde el 19 de abril para que exprese sobre la muerte de Luana, el comandante-general de la Policía Militar, Ricardo Gambaroni, quien se quedó en silencio. Lo mismo pasó con el Sector de Comunicación de la Policía Militar (PM). El reportaje también solicitó la entrevista con los tres Policías Militares investigados por causar la muerte de Luana, pero la PM no atendió el pedido.
Según su hermana, Roseli, Luana salió de su casa para llevar a su hijo a un curso de informática, en el centro de la ciudad. “Fue cuestión de diez minutos para comenzar a escuchar gritos y tiros. Abrimos la puerta y ya había una escena de guerra, la policía apuntando con armas, vecinos corriendo y mi hermana gritando pidiendo ayuda”, cuenta. Cuando se aproximó al bar con otros familiares, Roseli dice haber visto a su hermana arrodillada, con las manos para atrás, con una bermuda negra, sin camisa y sólo con un top. Según ella, había dos policías inmovilizando a Luana, uno de ellos con sangre en el labio- el mismo policía que apuntó con un arma a Roseli y su madre, diciendo “entrá a tu casa, sino muere”.
El abordaje
En un video grabado por familiares después de las agresiones, Luana dice que los policías le ordenaron bajar la cabeza y colocar las manos atrás: “Ahí comencé a reclamar, ya que me dieron un puñetazo y una patada”. Roseli dice que su hermana fue acusada de agredir a un policía, y dijo que vio a un policía con la boca machucada. “Por eso ellos me esposaron, me pegaron un puñetazo y una patada”, respondió Luana.
En el video, ella todavía dice: “Habló de que iba a matarme y a toda mi familia. Yo vomité sangre. Habló de matar a todos. No sólo a mí, van a matar a mi hijo. Mi hijo está muerto, me dijeron”.
Testimonios de los familiares relatan que la policía golpeaba a Luana para hacerla abrir las piernas, lo que la hizo caer al suelo. Al levantarse, Luana le dio una piña en uno de los policías y pateó el pie de otro. A partir de entonces, los policías empezaron a golpear a Luana con porras y con el casco que ella usaba para manejar su moto.
“Algunxs vecinxs dicen que están tomando remedios para poder dormir, recordando los gritos de Luana pidiendo ayuda. Ella gritó mucho”, contó Roseli.
Un familiar contó que Luana tenía muchos hematomas en la zona de debajo del ombligo. “Personas que estaban en el bar contaron que ella recibió muchos golpes de la porra y del casco en el abdómen”, relata un pariente, que llegó al lugar cuando Luana ya estaba dentro del auto de la Policía Militar.
La casa de los familiares
Roseli dice que después amenazaron a ella y a su madre, policías entraron en su casa, algunos de ellos escoltando al hijo de Luana. Preguntaron si ella vivía ahí, si usaba o traficaba drogas, si robaba, que no trabajaba, y revisaron su cuarto y cosas de otros familiares.
“Los policías no hablaron porque ella se acercó y se fue de la casa sin hablar de lo que estaban buscando. Pregunté lo que estaba pasando, dijeron que ella había agredido a un policía y que estaban haciendo un procedimiento normal en el barrio”, cuenta Roseli. Enseguida, los policías se dirigieron a la casa de la compañera de Luana y repitieron las preguntas.
Familiares dijeron que no consiguieron acercarse a Luana, porque el área fue aislada por móviles de la policía militar. “Los policías daban tiros al aire y amenazaron a los vecinos que intentaron acercarse y entrar a la casa de la madre”, relata una pariente de Luana.
Según testimonios, el hijo de Luana, de 14 años, presenció todo, escoltado por policías. “Ya intentamos de todas las formas, pero él no conversa con la gente. Pienso que está en estado de shock”, cuenta otro familiar, que tampoco quiso identificarse.
Firmar con los ojos cerrados
Interrogaron a Luana sobre la moto, los policías dijeron que ella tenía los documentos del vehículo en orden y sólo había un pequeño problema en el sello de la placa, por eso fue llevada al 1° Distrito Policial. En la comisaría, solamente un familiar tenía entrada autorizada. Dice que Luana estaba esposada, “sólo de top y bermuda negra. ” Le puse una camisa. Ella estaba medio acostada en un sofá, con los ojos cerrados, con la cabeza hinchada y vomitando algunas cosas blancas”, relata un familiar.
Él dice haber conversado con ella por pocos minutos, siendo solicitada su retirada de la comisaría en seguida. Cerca de una hora después, entró nuevamente: “Me llamaron para hacerla firmar un plazo detallado y un informe policial, que ellos registraron por lesión corporal y ataque a una autoridad”.
En el informe del caso, firmado por la delegada de la Policía Cívil de Sao Paulo, Patricia de Mariani Buldo, la versión de Luana por la acusación que ella había agredido a dos Policías Militares es resumida en 23 palabras, en dos líneas: ” La declarante niega los cargos. Dice no haber agredido a los policías militares y niega haber entorpecido el ejercicio de sus funciones. Nada más”.
Después de leer los documentos, el familiar ayudó a Luana a firmarlos. “La cargué en mis hombros y ella firmó. Ella no estaba exagerando, fui intentando guiarla para que pueda firmar. Ellos dijeron que si no firmaba, no iba a salir de ahí”, relata. “La letra de mi hermana parece de una criatura, no tiene nada que ver con la firma de ella. Ella no conseguía estar de pie, parecía el cuerpo de alguien que no tenía huesos”, afirma Roseli, que después vio el documento.
Ella cuenta que fue llamada por un integrante de la Policía Civil, que le recomendó llevar a Luana a hacer un examen del cuerpo, pues tenía señales de golpes. Como el Instituto Médico Legal (IML) ya estaba cerrado a esa hora, le recomendaron que vuelva el lunes. “Pregunté lo que ella hizo, dijeron que ella agredió a un policía y que intentaron calmarla, porque si hubieran querido quebrarla, lo habría hecho un policía de un golpe”, cuenta Roseli.
Al salir de la comisaría, los familiares registraron un video en el que Luana relata haber sido amenazada. “Estaba desfigurada, casi inconsciente cuando quiso salir. Sucia, en medias, sin zapatos. Ella no conseguía abrir los ojos, estaba con dificultades para hablar”, dice Roseli. En el video, Luana pide para ir a su casa a tomar un baño. Familiares dicen que, por miedo de una venganza, decidieron atender el pedido y no registraron en aquel momento. Luana fue internada en el hospital al día siguiente, después de tener fiebre y reclamar dolores.
En el hospital
Al entrar en el Hospital de Clínicas de Ribeirao Preto, Luana ya estaba con sospecha de ACV, cuenta Roseli: “Hicieron exámenes para confirmar las sospechas, dijeron que era un caso grave y que no sabían si las secuelas eran reversibles”. Del equipo médico, Roseli oyó que los exámenes mostraron un coágulo y rompimiento de las venas en la cabeza de Luana. El examen del cuerpo fue realizado el 12 de abril por la mañana. “Cuando el hospital pidió exámenes del cuerpo de delito para el IML, preguntaron si la paciente fue agredida por los policías”, dice Roseli. Cinco días después de internarla, Luana murió por traumatismo de cráneo encefálico e isquemia cerebral. Ella tenía los órganos donados por la familia.
La versión de los policías y sus respuestas
Según el informe registrado por la delegada Patricia de Mariani Buldo, los policías militares realizaban una patrulla en el barrio, y vieron a Luana cerca de un bar en la moto, “resolvieron parar y detener a los dos”. El “garupa” (hijo de Luana) salió “corriendo, a pie” al ver el móvil de la policía que se acercaba, entonces abordaron a la “autora de los hechos”. Una vecina que estaba dijo que es mentira, que el hijo de ella no corrió, los policías se quedaron junto a él y al lado de la moto. El hijo solo salió del lugar cuando ellos fueron a revisar la casa de la madre”, contradice un familiar.
El documento dice que, al ser abordada, Luana “comenzó a tirar la ropa, tiró el casco y atacó a los policías”. Un policía “pidió que la autora se calme y se coloque la ropa” y Luana entonces “le pegó una piña en la boca” y “pateó en el pie” del otro policía, “donde también le quedó una lesión e hinchado”.
Según familiares, los policías habían llegado gritando para que Luana ponga las manos en la cabeza, abra las piernas y muestre el documento. Ella debía ser revisada por una mujer policía, lo que no fue así. “Incluso hablando de que ella era mujer, ellos continuaron el abordaje y quisieron revisarla. Después de agredirla, dijeron que ella se levantó la camisa para mostrar que era mujer”, cuenta Roseli, en alusión a la apariencia “masculina” de su hermana.
Para la familia de Luana, ella también podría haber sido golpeada por los PM porque tenía un registro policial anterior, cuando fue acusada de portación de arma y robo. Luana dejó la prisión en 2009, según Roseli, ella continuó estudiando y trabajaba como limpiadora, camarera y vendedora.
“¿Ella no podía rehacer su vida? ¿Ella no tenía más derechos y no era un ser humano por ese pasaje? No tenía ninguna acusación contra ella. Por ser lesbiana, negra y de la periferia, con pasaje por la policía, ella ya era considerada culpable” contesta Roseli.
En sesión ordinaria de la Cámara de los Regidores de Ribeirao Preto, en el día 19 de abril, Roseli habló sobre la muerte de su hermana: “Están intentando usar el hecho de que mi hermana ya tenía una pasaje para convencer a la opinión pública que lo mereció. Que un bandido bueno es un bandido muerto”.
“¿Por qué no la llevaron presa por desagrado? ¿Por qué hicieron todo eso con ella?. Ella ya estaba rendida, no tenían necesidades de eso”, pregunta otro familiar.
Lesbofobia y racismo
“A Luana ya la habían prejuzgado antes, en una fiesta con su novia. Ella ya tenía levantada su blusa para mostrar que era mujer y no captar a los hombres”, afirma Roseli. Para ella, Luana fue víctima de lesbofobia. “Tal vez aquel abordaje tendría que haber sido otra cosa si ella se vistiera de una manera diferente y tuviera otra apariencia. Ella decía que no aguantaba más ser detenida por las calles de aquí”.
Para Roseli, el primer prejuicio que se mostró se refiere a la identidad sexual de su hermana. “Ella pagó el precio por parecer un hombre negro y pobre, fue detenida como otros hombres de la periferia. Lesbiana, negra y pobre, con pasaje por la policía, ella era considerada culpable”, afirmó su hermana.
La muerte del padre
El cuerpo del padre de Luana y de Roseli fue encontrado por la familia en 2013 en el cementerio de Perus, zona oeste de Sao Paulo, cuando las dos pasaron a saludarlo. Fue asesinado a los tiros en 1981, a los 34 años, en la ciudad de Sao Paulo y fue enterrado como indigente.
“Nuestro padre fue asesinado a tiros a los 34 años, en San Pablo, sin que el culpable sea identificado jamás. Fue enterrado primero como desconocido y sólo después de ver el cuerpo fue identificado por una de mis tías. El circulo vicioso de la violencia que se repite con las minorías es un genocidio a la juventud negra tiene que acabar”, dice Roseli.
* en Desde el Fuego Córdoba.
Nota publicada originalmente en Ponte.org