Por Darío Cavacini
Cuarta entrega de “Poetas Internados, poesía libre”. Trabajo documental que surge de la pregunta acerca del valor que adquiere la poesía en contextos de encierro tales como los manicomios, donde la creatividad se confronta diariamente con el exceso de psicofármacos y la inspiración parece brotar como respuesta al abandono y la desidia propios de este tipo de lugares.
El estado de duermevela es ese breve lapso de tiempo que antecede a la pérdida de conciencia justo antes de la llegada del sueño profundo. En ese periodo es común la aparición en el pensamiento de ideas brillantes que suelen desvanecerse al recuperar el estado de vigilia. Sin embargo, algunos privilegiados han conseguido mantener esas apariciones lo suficientemente nítidas en su memoria para poder aprovecharlas al despertar. Los llamados Poetas malditos intentaban a través de sus poesías y el hachís, acceder a esa valiosa fuente de información interna en busca de la belleza absoluta y siempre en rechazo a los valores impuestos por las sociedades capitalistas como el individualismo salvaje, la homogeneidad cultural y el progreso entendido en términos económicos. A ese instante de ensueño que ha estimulado la curiosidad de propios y ajenos, se lo conoce como duermevela creativa.
Desde que Lucía Fontan se sumergió en los misterios de esos universos poéticos, su vida no volvió a ser la misma. La capacidad expresiva que nació inspirada en aquellas lecturas le ayudó reconocer que en su interior existían muchos más que dos polos opuestos que se repelían y luchaban constantemente entre sí. A partir de ese mayor autoconocimiento ha logrado entender los matices de su alma, lo que le permitió además redimensionarse como artista para intentar encontrarle un horizonte al sinsentido de la vida diaria. Alejandra Pizarnik -a quien se refiere como su hermana de poesía- y Charles Baudelaire -el escritor más sufrido del simbolismo al que le dedicó una poesía ofreciéndole sus turgentes senos y deseando ser su Juana Duval- se han transformado en el eje sobre el cual gira su obra. Como una carta de presentación, afirma: “Los poetas malditos me atraen mucho porque yo también soy una maldita”.
En 2006 recopiló sus trabajos más representativos para publicarlos en un libro con aires wagnerianos que conmueve por sus metáforas sutiles y sus verdades punzantes. En las 33 poesías que le dan vida a sus “Latigazos de luna” abundan las partidas, la soledad, las historias desencontradas y los encuentros con amantes reales y fantaseados. Con el objetivo de exorcizar sus propios demonios con la pluma ha logrado una escritura que, entre cabildeos de ensoñaciones y realidades, nos regala un mundo en forma de poesía en el cual el amor es la verdad entre tinieblas, la rutina es un monstruo gigante y la libertad es la vida eterna.
Esos mismos miedos que durante sus siete años de internación la acosaron a diario, hoy sólo pueden encontrarse en pequeñas resquicios de sus poesías en las que se deja entrever lo que significó para ella haber sido una huésped involuntaria del hospicio. En los poemas “Sola y herida de rutina”, “La oscuridad” y “Los dos mundos” queda en evidencia lo difícil que fueron aquellos años y cómo a través del arte pudo encontrar la forma de procesar tanto dolor. Aunque hayan pasado casi dos décadas desde que logró la externación, no olvida a los que todavía siguen depositados, abandonados y olvidados: “Las personas con padecimiento mental la están pasando muy mal en los manicomios, hay gente muy maltratada, shockeada y mal medicada. Se los trata como en la edad media, es terrible”.
A partir de aquella agria estadía en el hospital psiquiátrico Estéves de Temperley se acercó a diferentes talleres y encuentros literarios y su vida empezó a tener un sabor más dulce y metafórico: “En los talleres que dictaba Néstor Costa descubrí la poesía, antes hacía narrativa nomás. Ahora escribir me cuesta mucho menos. Él me dejaba usar algunas frases suyas que me sugerían un montón de sensaciones, metáforas y cadencias”. En ese tiempo, todavía atravesada por la experiencia de internación, escribió sus primeros cuentos y poemas basados en la obra de Edgar Alan Poe; el maldito de la narrativa le mostró un mundo invadido por oscuras sombras y algunos destellos de luz que estimularon constantemente su inspiración.
“No escribía solamente en el taller, los fines de semana, después de rezar, siempre leía o escribía. Me leí todo lo que había en la biblioteca del Estéves: poesía, ficciones, biografías. También leía libros muy buenos que me traía una enfermera. Como en la sala todos sabían que me gustaba la lectura, me acercaban de todo”. Agrega con soltura que a través de esos libros y de sus propios escritos pudo encontrar aquello que con frecuencia se anhela en la juventud para luego en la adultez olvidar que alguna vez se deseó: una fe que sirva de guía, una estrella elegida, un sentido y un propósito. Su pasión por la poesía se ha convertido en una sed que tiene que ser saciada todos los días y bajo cualquier circunstancia.
Una vez que reconcilió sus polos y logró abrirse paso fuera de los muros que separan la realidad en dos, se convirtió en una poeta con mayúsculas. Premiada por sus trabajos en diferentes certámenes y encuentros de escritores, hoy es reconocida por sus colegas como una de las mejores poetas del conurbano bonaerense. Sus veinte años en libertad dedicados al quehacer literario la han dotado de una sensibilidad absoluta que le permite decodificar su mundo cotidiano en clave poética. En el centro de salud mental comunitaria “Libremente” donde trabaja como bibliotecaria desde hace una década, continúa poniendo sus cinco sentidos al servicio creativo para que “puedan aflorar esos versos catárticos que la trasforman en una ave que vuela entre el mar profundo y los vientos”.
A Alejandra Pizarnik
Si yo pudiera cobijarme debajo de tus palabras
No sería el fuego que tus nombres apagan
Si yo pudiera trascender esos muros que te aplastaron
Te mostraría que también debajo de las palabras
Hay un manto de jazmines esparcidos
De esos que se aferran a la vida con algarabía.
¡Oh Alejandra!
Luchaste como Van Gogh en busca de su amarillo
Quisiste con tus nombres ser poeta inefable
De esos que en un verso nos engrandecen el espíritu con su cuerpo.
Eras un ser alado con sus muros invencibles, estar y ser una sombra
Tu barco de blancas barbas no tenía timonel
Aférrate a mi cintura, seré tu sombra
Y el ancho mar revoloteará bajo nuestras plantas
Estaré a tu costado cuando el espejo devuelva tu imagen desolada
Y no serás ese errático albatros a quien “sus alas de gigante le impiden caminar”.
Los dos mundos
Moviles alucinaciones danzaban por mi mente
¿DÓNDE EMPIEZA LA REALIDAD?
Telas de araña me sostenían a ella
Y daban paso a otro mundo…llamado “locura”…
La vida me pesaba, vertía incontenibles lágrimas
¿Por qué no huir de ella?
En mi otro mundo: los rayos de luz danzaban
La leña restallante crepitaba mi alma
“y bailaba, bailaba”
Mientras mi hia contemplaba
Podía ver mis muertos vivos
Y así mi padre fue otra vez mi compañero
Y el mundo real ¿Qué me ofrecía?
A DINA, caminando con su pancita hinchada
Y esos ojos muy abiertos, mirando sin comprender aún la vida
Los secuestros extorsivos dónde el dolor se enseñorea
A ladrones sigilosos, dueños de la noche
Y la impunidad coo un reino de un universo maldito y perverso
Hoy, después de habitar los dos mundos
La realidad hiela con voracidad mi pobre corazón
¡Dios…qué elegir!
Amor develado
Soñé la esperanza prohibida.
¿Qué es el amor?
Y escuché la sonrisa de tus labios.
Amor es entregarse al hermano,
Amor es la verdad entre tinieblas.
Quien tiene la dicha de amar rompe cadenas,
Latigazos de luna,
Y se traga el mundo de un bostezo
Y galopa tu colina plateada,
Y se aferra entre mis labios,
Y sigo preguntándome que es amor,
Y mi sangre sonríe en esta aurora.
Dime que es amor, Amor.