Por Jorge Luis Duárez
Con los primeros resultados sobre la mesa, Perú se debatirá el 5 de junio entre una derecha autoritaria y la derecha neoliberal. Entre Keiko Fujimori y Pedro Pablo Kuczynski estará el próximo presidente, aunque la campaña de Verónika Mendoza introduce un factor de izquierda antes desaparecido en la política peruana.
“…juzgo que puede ser verdad que la fortuna sea el árbitro de la mitad de nuestras acciones, pero que también ella nos deja gobernar la otra mitad”. Con estas palabras Maquiavelo, en el “El Príncipe”, llama nuestra atención sobre la fortuna en la política. Sin duda la incertidumbre se hace presente en el quehacer político y el actual proceso electoral peruano es prueba de ello. Veamos.
En un escenario de descrédito del establishment político y en donde la inseguridad ciudadana, la corrupción y la desaceleración económica son considerados los principales problemas del país según la mayoría de peruanos, se viene realizando el proceso de elecciones generales en el Perú. En este proceso se elegirá al nuevo Presidente de la República para el período 2016-2021, a ciento treinta parlamentarios y a cinco representantes del Perú en el Parlamento Andino.
La fragmentación política del país se expresó en esta contienda electoral en la presentación de diecinueve candidatos a la Presidencia de la República. Según las encuestas, de este pelotón destacó desde un inicio la candidata Keiko Fujimori, hija del ex presidente Alberto Fujimori y candidata por “Fuerza Popular”, agrupación que reivindica la reactivación económica del país y la derrota de organizaciones terroristas como legados del ex presidente. Algo más atrás en las preferencias aparecía Pedro Pablo Kuczynski, por “Peruanos Por el Kambio”, una organización constituida para esta lid electoral y que asocia principalmente a un conjunto de técnicos y políticos con participación en anteriores gobiernos. Con menos brillo aparecían dos ex mandatarios: Alan García Pérez por el “APRA” y Alejandro Toledo por “Perú Posible”. En un primer momento la novedad fue César Acuña, líder de un joven partido político que en los últimos años había logrado arrebatar al “APRA” importantes gobiernos subnacionales en el norte del país, otrora bastión del partido fundado por Haya de la Torre. Más allá de ciertos matices, todas estas candidaturas representaban la continuidad del modelo neoliberal, hegemónico en el Perú desde los años noventa.
Avanzada la contienda, la intención de voto de dos candidatos empezó a crecer inesperadamente: César Acuña y Julio Guzmán, que con un discurso técnico y reformista logro conectar con un importante sector de la población. Por el contrario, la intención de voto a las candidaturas de Alan García y Alejandro Toledo comenzó a decrecer. El crecimiento de la intención de voto de Acuña encontró techo a raíz de un conjunto de denuncias que aparecieron en su contra, quedando finalmente excluido de la contienda electoral a partir de un fallo del Jurado Nacional de Elecciones (JNE), órgano rector del proceso electoral, al demostrarse que había regalado dinero en un acto proselitista. Este hecho hizo que el JNE se convierta en otro actor imprevisto en la contienda, excluyendo a algunos y no a otros aplicando una ley llena de vacíos, dada por el Congreso de la República cuando ya se había iniciado la contienda electoral. El punto más álgido de esta maraña legalista se dio cuando el JNE decidió también excluir a Julio Guzmán de la contienda, aduciendo que la forma en que Guzmán había sido elegido candidato a la presidencia era incongruente con las normas internas de su agrupación política. Este hecho enturbió el proceso electoral. A pesar de las exclusiones de Acuña y Guzmán, uno de los principales clivajes de la contienda electoral ya se había cristalizado: “la gente nueva” contra “los políticos de siempre”.
Tras la salida de Acuña y Guzmán, tres fueron los candidatos que se beneficiaron: Pedro Pablo Kuczynski, Verónika Mendoza y Alfredo Barnechea. Estos dos últimos candidatos habían empezado desde el mes de febrero a dejar el incómodo “Otros” que las encuestadoras dan a los candidatos que no registran una importante intención de voto. Mendoza es candidata del izquierdista “Frente Amplio”, una joven mujer cusqueña que progresivamente empezó a ganar simpatía entre los sectores urbano-populares (aquél que hace décadas le es esquivo a la izquierda peruana) y rural andino, planteando la necesidad de realizar cambios profundos en el país. Barnechea por su parte, candidato por el tradicional partido “Acción Popular”, apelando a un discurso desarrollista empezó a ganar una importante adhesión en las clases medias urbanas y en la población del sur del país. Con sus propuestas, ambos candidatos lograron incluir en la campaña la discusión sobre la necesidad de cambiar el modelo de desarrollo, planteando la necesidad de renegociar con las transnacionales los contratos de gas, la diversificación productiva, la ampliación de la cobertura de los servicios del Estado, entre otros. De esta manera se fracturó el artificial consenso en torno a la continuidad del modelo de desarrollo que expresaban quienes venían liderando las preferencias electorales.
Acercándose la fecha de la primera vuelta electoral, el diez de abril, el Colectivo “No a Keiko” convocó a una serie de movilizaciones ciudadanas a nivel nacional, en las cuales se expresó el rechazo a la posibilidad de que el fujimorismo retorne al poder. Estas movilizaciones que fueron masivas y poli-clasistas evidenciaron otro clivaje del proceso electoral: el “Fujimorismo” contra el “Anti-Fujimorismo”.
Para eldiez de abril tres candidaturas llegaron con las mejores opciones: Keiko Fujimori, Pedro Pablo Kuczynski y Verónika Mendoza. Y las primeras proyecciones de voto así lo han confirmado: las principales encuestadoras señalan que Keiko Fujimori pasará a la segunda vuelta, mientras que Kuczynski y Mendoza continúan en este momento peleando palmo a palmo el segundo lugar. Los primeros resultados oficiales -con el 20% escrutado- lo confirman. A segunda vuelta estarían pasando Fujimori y PPK, dejando a Mendoza relegada al tercer lugar, aunque con un número considerable de parlamentarios.
Fujimori ha conservado durante toda la campaña un voto “duro”, el cual se encuentra principalmente en los sectores populares de Lima y el norte del país. Este elector prioriza la resolución inmediata de un conjunto de carencias y minimiza los delitos que se cometieron durante el gobierno de Alberto Fujimori. Kuczynski ha logrado calar sobre todo en las clases medias de Lima y del interior urbano, aquellas que más se han beneficiado con el actual modelo. Verónica Mendoza ha sintonizado con ese electorado que desea cambios profundos en la política económica, aquel que se encuentra principalmente en el sur andino del país. Ni la campaña de miedo en su contra, ni los ataques de la prensa concentrada lograron detener su crecimiento.
El domingo 5 junio se llevará a cabo el ballotage o “segunda vuelta”. En esta segunda etapa del proceso la posibilidad de que una mujer asuma por primera vez la Presidencia de la República continúa abierta. Probablemente la polarización política se acentúe aún más en esta etapa, por lo cual quien desarrolle la mejor estrategia de alianzas y acuerdos saldrá airoso o airosa. Ya Maquiavelo nos decía que la acción estratégica es propia del político virtuoso, por lo que podríamos concluir sosteniendo que quien logre dominar la fortuna, controlar la incertidumbre de esta campaña en la que todo puede suceder, llevará los destinos del país por los próximos cinco años.