Por Guido Turdera
A casi 30 años de su fundación, el Movimiento de Resistencia Islámico (Hamás) continúa desempeñando un papel fundamental en el conflicto palestino-israelí. Para comprender el accionar de Hamás en la actualidad resulta necesario revisar el pasado del movimiento como también las características de su proyecto político y su relación con diferentes actores del escenario regional.
Aunque Hamás no haya renunciado a su objetivo primero de “liberar toda Palestina” y establecer un gobierno islámico en ella, a lo largo de los últimos años varios de sus líderes comenzaron a sopesar la idea de la creación de un Estado palestino en las fronteras de 1967. No obstante, el movimiento también dejó claro que esta solución sería provisional y que no pondría fin a sus reivindicaciones, lo que se podría traducir como una tregua a largo plazo con Israel. Desde ya, Hamás entiende que el contexto en que luchaba por la “liberación de Palestina” a fines de los años 1980 o durante los Acuerdos de Oslo (1993) se ha modificado. El crecimiento que tuvo el propio movimiento, fundamentalmente tras la segunda intifada, lo llevó a salir del lugar opositor y convertirse en un referente de mayor tenor tanto para Fatah como para Israel. Es indudable que la sorpresiva victoria en las elecciones de 2006 terminó por asentar un recorrido que Hamás venía construyendo desde hacía años, inaugurando una nueva etapa donde debía desplegar un proyecto político autónomo para los palestinos. Pero, al mismo tiempo, bajar las armas y aceptar la creación de un Estado palestino en las fronteras de 1967 -esto es, aceptar la “solución de los dos Estados”- significaba “renunciar a la resistencia”, con la cual Hamás nutrió su discurso históricamente.
En la actualidad, Hamás no se encuentra en la misma posición que tenía durante el período de Oslo. Tanto sus intereses como necesidades no son los mismos en el plano interno ni en su relación con Israel. Esta suerte de “estrategia dual” de mantener la resistencia (no negociar con Israel, exigir un Estado en toda Palestina y no abandonar la lucha armada) y, a la vez, adaptarse a la vía política (ser elegido democráticamente por las instituciones creadas en Oslo y sopesar la idea de un Estado palestino en las fronteras de 1967, lo que se traduce como el reconocimiento tácito de Israel) se erige como el trasfondo para analizar cada decisión del movimiento.
A los fines de sintetizar los diferentes derroteros que se presentan como viables en el desarrollo político de Hamás de aquí en adelante, se despliegan cuatro escenarios posibles acerca de cómo podría desenvolverse el conflicto palestino-israelí desde la perspectiva del movimiento islámico:
1- La popularidad que Hamás logró capitalizar entre la población palestina a lo largo de los años se halla relacionada con el papel que cumple –y que pretendió desde sus orígenes- en la resistencia contra Israel. A la par, Hamás no podría acarrear tal apoyo popular si no fuese por el declive de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) a la hora de conseguir mejoras para los palestinos. Mientras ambas condiciones persistan, es esperable que el apoyo a Hamás continúe. Y aún más: si la ocupación israelí se vuelve más agresiva –un bloqueo más riguroso de la Franja de Gaza, persistencia de las guerras o mayores complicaciones en la movilidad de los palestinos habitantes de Cisjordania- y si la OLP/Autoridad Nacional Palestina (ANP) se ve cada vez más superada por la imposición de Israel, cabe esperar no sólo un mantenimiento del poder sino una profundización del apoyo hacia Hamás en tanto alternativa política.
2- La condición para que la ANP se vea debilitada en su intento de negociar con Israel se basa, en parte, en las acciones que lleve a cabo la propia administración israelí gobernante. Sea a través de la toma de medidas unilaterales o de la negación de la creación de un Estado palestino por parte de Israel, el consiguiente debilitamiento de la ANP conlleva un descontento popular que allana el camino para el fortalecimiento de Hamás, cuya consigna versó históricamente sobre “resistir por todos los medios”. En este sentido, podemos pensar que la propia acción de Israel puede llegar a alimentar, a través del desplazamiento de la OLP como protagonista del liderazgo palestino, la adhesión a Hamás.
3- Guiándonos por lo que la historia del conflicto demuestra, el “derrocamiento” de Hamás del poder en la Franja de Gaza por parte de Israel podría agravar aún más la situación securitaria tanto de Israel como de los palestinos. La imagen de Hamás quedaría “martirizada” como el movimiento que le hizo frente al “enemigo externo” –lo que le permitiría continuar con aquella narrativa de la “tradición de resistencia islámica”, siguiendo la figura del jeque Ezzeldin Al-Qassam- en contraposición a la ANP, la cual no sólo “se sentó a negociar” sino que no logró un Estado independiente, perpetuando la situación de ocupación con todo lo que ello implica. La vuelta de Hamás a la oposición lo ubicaría nuevamente en la postura estrictamente militarista fundada en el socavamiento del proceso de paz –propia de los años inmediatos post-Oslo y de la segunda Intifada- a través de un incremento de los ataques y así fomentando una nueva espiral de violencia en el conflicto.
4- Al mismo tiempo, un acuerdo entre Hamás e Israel en torno a una tregua o hudna podría llevar a la denuncia de la ANP por tratarse de una medida tomada por fuera del gobierno de unidad, desconociendo la autoridad de la institución creada para negociar con los israelíes y, por ello mismo, deslegitimándola –lo cual es beneficioso para Hamás-. Pero también podría acarrear tensiones con la facción militarizada y con grupos situados a la derecha de Hamás respecto a las conversaciones con Israel. Sobre este punto, el avance de la influencia del Estado Islámico durante el último año sobre varias regiones del mundo árabe-musulmán –entre ellas, la Franja de Gaza-, consiguiendo la adhesión de grupos dispersos, puede resultar alarmante para el mantenimiento del frágil equilibrio político y económico del enclave costero.
Frente a semejantes perspectivas, cabe plantearse: ¿hasta qué punto Hamás podrá asegurar su gobernabilidad en la Franja de Gaza y continuar siendo un referente para los palestinos, dado su cada vez más profundo aislamiento territorial? ¿Cómo logrará conciliar el mantenimiento de su postura oficial de “resistencia sin reconocimiento” con negociaciones indirectas sobre treguas con Israel o el ingreso a la instituciones del proceso de paz? ¿La aparición de grupos adherentes al Estado Islámico en la Franja de Gaza podrá amenazar la relativa estabilidad de Hamás? ¿Cómo se desarrollará la relación con la Autoridad Nacional Palestina y, en este sentido, la aceptación de un Estado palestino en las fronteras de 1967?
Las preguntas que se disparan exceden el presente artículo. Y si bien es imposible saber cómo las resolverá el devenir histórico, aquí hemos esbozado algunas propuestas para repensar hacia dónde se dirige el conflicto palestino-israelí y, más particularmente, hacia dónde va Hamás.