Por Ramiro Bringas
Tras una escueta pero dura batalla contra un cáncer pulmonar, el mejor jugador que dio el continente europeo falleció el pasado jueves, en Barcelona. Multi campeón con el mejor Ajax de toda la historia e hito del futbol mundial, Johan Cruyff logró revolucionar el fútbol como ninguno y supo dejar una marca imborrable en aquellos que juegan a la pelota con la cabeza.
Pocos seres humanos han trascendido en el mundo del fútbol como lo ha hecho Cruyff. Dueño de un don fenomenal, este holandés nacido allá por 1947 en Ámsterdam ha trascendido las fronteras del deporte más popular del planeta como pocos. Sin ir más lejos, ha sido creador de una de las verdades más absolutas: al fútbol se juega con el cerebro.
Con tan sólo 17 años, debutó en la primera del Ajax, club en el cual militó durante diez años y en el que obtuvo nada más y nada menos que 18 títulos, entre los cuales se destacan tres Copas de Europa y una Intercontinental. Justamente en esa Copa del Mundo, disputada en 1972 ante Independiente, Cruyff visitó por primera y única vez Argentina como futbolista, en lo que fue empate 1-1 en Avellaneda. En ese partido, el astro recibió una patadón de Mircoli que lo sacó de la cancha en el complemento. Luego, en Ámsterdam, fue 3 a 0 para que el conjunto holandés se consagre campeón.
Su magnífico nivel lo llevó a jugar, desde 1973 a 1978, en el Barcelona de España, convirtiéndose su traspaso en el más caro de la historia hasta ese momento, por un total de 30 millones de pesetas. Allí, logró obtener una Liga y una Copa del Rey, dejando una marca importantísima en el club catalán. Tras tener problemas con la dirigencia blaugrana, dejó España para jugar algunos años en la liga de los Estados Unidos, donde también obtuvo varios galardones personales y mostró un nivel sumamente notable para un fútbol de menor envergadura, como el americano. Años después, volvió nuevamente a España, pero para pasar una temporada en el Levante, en la segunda categoría.
Con 34 años, decidió emprender el regreso a su país para jugar, otra vez, en el club que lo vio nacer, donde pudo obtener un par de títulos más y crear el famoso penal indirecto; junto a Jesper Olsen, fabricaron una jugada inédita para la época, pero que, con el correr de los años, comenzó a verse con frecuencia; en vez de patear directamente el tiro desde el punto del penal, decide tocar la pelota hacia un costado para la entrada de su compañero, quien termina marcando el gol.
Tras algunos problemas emocionales por el fallecimiento de un colaborador muy cercano al entorno de Cruyff, la dirigencia del Ajax no le renovó contrato y, en el epílogo de su carrera, se fue a jugar al Feyenoord, donde logró una Liga y una Copa de Holanda, culminando una carrera plagada de éxitos, durante la cual obtuvo 3 balones de oro (1971, 1973 y 1974), entre otras decenas de galardones.
Claro que un jugador con semejante talento no podía estar ausente en su selección nacional. Con el combinado holandés, disputó el Mundial de 1974, en Alemania Federal. Con un equipo plagado de estrellas, pero que giraba en torno a Cruyff, esa selección logró ser revolucionaria, desplegando un juego demoledor y demostrando un lirismo jamás antes visto, pasando a la eternidad como Fútbol Total y siendo recordada para siempre como la Naranja Mecánica. Increíblemente, ese combinado no pudo lograr el título mundial y fue subcampeón.
Cuatro años más tarde, Cruyff volvería a ser noticia, no por su fútbol, sino por su ausencia. Para el Mundial disputado en Argentina en 1978, el astro holandés tomó la decisión de no participar con su selección debido, entre otras cuestiones, a la violación de los Derechos Humanos ejercida por el gobierno de facto que se encontraba en el poder en nuestro país. Así, se daba fin a su carrera en el conjunto nacional, con el cual disputó 48 encuentros, siendo capitán en la mayoría de ellos y convirtiendo 33 goles.
Ya retirado del fútbol como profesional, decidió incursionar en la dirección técnica. Y, como no podía ser de otra manera, sus comienzos como entrenador fueron en el Ajax. Allí, dirigió al conjunto de la capital holandesa entre 1985 y 1988, obteniendo dos Copas de Holanda. Sin embargo, sus mejores tiempos se vieron en el Barcelona. Entre 1988 y 1996, Cruyff logró imponer un estilo de juego fabuloso, completamente ofensivo y vistoso. En el club catalán, logró imponer una táctica basada en un juego con dos delanteros atacando por las bandas y con los volantes llegando constantemente a posición de gol, desconcertando a los defensores rivales al no saber a quienes marcar. Entre otros, Josep Guardiola fue uno de los grandes exponentes de ese equipo, reconocido por estos tiempos por llevar a la práctica varias de las ideas del holandés. Con el conjunto culé, obtuvo 4 Ligas, 3 Supercopa de España, 1 Copa del Rey, 1 Supercopa de Europa, 1 Copa de Europa y 1 Recopa. Ya en el epílogo de su carrera como entrenador, dirigió durante cuatro años al seleccionado catalán.
Tras un cáncer pulmonar que lo tuvo a maltraer durante seis meses, Johan Cruyff dijo adiós el pasado jueves en Barcelona. Exponente de los mejores equipos del mundo, como jugador y entrenador, logró ser un hito del fútbol mundial y uno de los cinco mejores jugadores de la historia. Su habilidad quedará por siempre en la retina de quienes supieron disfrutar de su calidad. Tan cierto como notable, supo capitalizar una de las verdades más extraordinarias del fútbol: el fútbol es el arte de jugar con el cerebro.