Por Gustavo Veiga*
El fútbol bajo la lupa en el dossier realizado por Marcha y Contrahegemonía. Segunda parte con la continuidad de las fraudulenta elecciones de la AFA, los actores involucrados: el fútbol y la pelota manchada.
Detrás de las candidaturas sometidas a evaluación en los comicios frustrados del 3 de diciembre, se oculta la verdadera puja por el control de dos futuros negocios: las apuestas en el fútbol y el sistema de televisión paga (pay per view) que, de aplicarse hoy, sería considerado un retroceso. En el primer caso, confrontan intereses dos pesos pesados de la industria del juego: el empresario todo terreno Cristóbal López, que multiplicó su poder y fortuna durante los doce años de gobiernos kirchneristas, y el presidente de Boca Juniors, Daniel Angelici, que controla varias salas de bingos y es uno de los principales operadores judiciales del presidente Macri.
Las apuestas y el fútbol, cuando van juntos, tienen mala prensa porque se los asocia a menudo con el arreglo de partidos, que es un delito. Las que se canalizan en el circuito legal a través de agencias, como Bwin, Bet365, William hill y otras, no han podido abrir un mercado consolidado en el país. Las ilegales provocan escándalos masivos cada tanto en el plano internacional. En febrero de 2013, una investigación policial de Interpol arrojó que hubo quince países implicados, 380 partidos en Europa y 300 en América Latina, África y Asia, 13.000 correos electrónicos intervenidos, cincuenta detenidos y unas ochenta órdenes de arresto más. Las cifras del negocio, sólo en la Unión Europea, alcanzaron ese año los 12 mil millones de euros anuales.
Que este monto parezca ajeno a un mercado mucho más pequeño como el argentino no significa que la mafia de las apuestas haya prescindido de hacer negocios aquí o con la selección nacional de fútbol en el exterior. Todavía se recuerda el episodio ocurrido en Abuja, Nigeria, cuando el seleccionado local goleó 4-1 al equipo que dirigía Sergio Batista, el 1º de junio de 2011. El árbitro de Níger, Ibrahim Chaibou, le concedió un penal inexistente a la Argentina a los siete minutos de descuento. Días después se comprobó que no había pitado gratis la falta que el delantero Mauro Boselli transformó en gol. En la revista nueva Sociedad de la Fundación alemana Friedrich Ebert (FeS), Martín Becerra, doctor en Ciencias de la Información por la Universidad Autónoma de Barcelona, escribió un artículo donde ofrece una síntesis sobre lo que pasó hasta ahora en la AFA y lo que podría venir, basándose en las trayectorias de dos de sus protagonistas centrales: “Mientras que Grondona fundó un sistema patrimonialista de gestión artesanal y anudó lazos con la política de los clubes, la política nacional y empresarios del sector a partir del flujo de influencias y negocios irregulares en los que lo único cierto y estable era su liderazgo, Tinelli promete modernizar la administración, planificar la economía dotándola de certidumbre, sanear las finanzas y subordinar la política a la capitalización de nuevos negocios. Está por verse si estos nuevos negocios superan el umbral de la irregularidad”2.
Grondona falleció el 30 de julio de 2014 y en el escándalo de la FIFA que se destapó el 27 de mayo del año pasado quedará para siempre como el coconspirador número uno. Tinelli tiene pretensiones de superar una herencia de 35 años de grondonismo, que dejó una cadena de hechos negativos como manejos cuasimafiosos, falta de transparencia interna, compra de voluntades, tráfico de influencias y una violencia estructural que no puede cargarse sólo a la cuenta del fútbol. El último informe de la fiscal estadounidense Loretta Lynch que investiga el pago de sobornos en la FIFA evita nombrar a Grondona a lo largo de sus 236 fojas, pero dice: “Fue un dirigente de alto rango en la AFA, la FIFA y Conmebol”, y más adelante señala que “fue presidente de AFA desde 1979 hasta su muerte en 2014”. Si se permite la expresión telúrica: “Parece cosa de Mandinga”. El mismo día en que se conocieron estas precisiones que lo imputaban, la asociación que controló durante 35 años no pudo elegir a su sucesor.
La línea de tiempo que evidencia más continuidades que rupturas en el manejo de los temas del fútbol –desde su propia organización y también desde el estado– indica que nada ha cambiado en su círculo multitudinario. El escritor mexicano Juan Villoro hizo una descripción acabada de sus principales problemas cuando presentó su libro Balón Dividido en marzo de 2014: “Es un espejo muy extremado de nuestras sociedades, es reflejo de las lacras sociales de la manipulación política, de la especulación económica, del dopaje, del nacionalismo, de la xenofobia, del racismo, del machismo y de otros problemas que el fútbol refleja de manera extrema, sin ser el origen de estos problemas, por el contrario, es el catalizador”3.
Palabras como corrupción, soborno, coima, negociado, evasión, lavado, sospecha, violencia, se han vuelto tan frecuentes como juego, futbolista, árbitro, pelota, arco, área, penal, caño, taco o un vocablo de tres letras que sintetiza el estado de nirvana que puede provocar este deporte universal: gol. El fútbol se ha alejado demasiado de lo que sostenía Antonio Gramsci (“es el reino de la lealtad al aire libre”) o de lo que escribió Albert Camus, quien lo practicó con pasión: “Todo cuanto sé con mayor certeza sobre la moral y las obligaciones de los hombres, se lo debo al fútbol”4. En su libro Industrialismo y deporte, Luigi Volpicelli, un pedagogo italiano (1900-1983), se sitúa en las antípodas de aquellos pensamientos. Habla del “deporte antideportivo” donde señala que “la realidad de la práctica deportiva desmintió plenamente la opinión tradicional acerca del efecto ennoblecedor del deporte y de sus virtudes”5. En nuestro país, la naturalización de la trampa, ya sea en la urna de la AFA para definir una elección o durante un partido para simular una infracción, bajó demasiado la vara del respeto por las reglas. Sin juego limpio no hay deporte posible.
En 1938, la revista El Gráfico publicó un trabajo de Francisco Belgeri: “El fútbol como problema social”. Su vigencia alecciona sobre las continuidades que se dan en el presente. El autor, adelantándose a muchos, describía: “El fútbol se ha desarrollado a pasos gigantescos. Hoy los clubes son verdaderas empresas comerciales; a pesar de que pretenden ser amateurs –con docenas de empleados, gerentes, administradores– manejan miles de pesos. Los intereses, desgraciadamente, suelen primar más que los ideales. Así vemos aquel fútbol, que tanto queríamos, transformado”.
No pasaron 40 años de ese artículo, sino 78. Las continuidades superan a las rupturas por considerable margen. El fútbol como producto hecho a medida para la televisión se reinventa, se sacraliza aun con sus miserias y jamás cierra por duelo. Nadie lo dijo con mayor claridad que un exdirigente, presidente e interventor de la AFA en dos etapas diferentes. Peronista y funcional a dictaduras militares, Valentín Suárez acuñó una frase célebre: “A mí no me vengan con la ley jugando de cuco: nunca ningún gobierno le bajará la cortina al fútbol”. Es cierto. Si eso pasara, sería una ruptura como la grieta de la que tanto se habla. Aun cuando son vapuleadas, la AFA y su casa matriz, la FIFA, se rigen por sus propias leyes. La continuidad está garantizada no importa quién ocupe en el futuro el sillón que dejó vacante Grondona después de 35 años.
- Becerra, Martín (2015). “Fútbol para todos y el factor Tinelli”, en nueva Sociedad, agosto/septiembre de 2015.
- Villoro, Juan (2014): “Fútbol es un espejo de nuestras sociedades”, en el Universal de México (edición digital), 12 de mayo de 2014.
- Camus, Albert (1957). “Lo que le debo al fútbol”, en revista France Football.
- Volpicelli, Luigi (1967). Industrialismo y deporte. Buenos aires, Paidós.
*Publicada en Revista Ciencias Sociales UBA.