Por Esteban Pombo
Con múltiples reclamos, miles de personas se movilizaron este jueves en Colombia en el primer paro nacional del año. A la convocatoria de las centrales sindicales se sumaron diversas organizaciones sociales y estudiantiles para decir basta al “modelo neoliberal regresivo” de Juan Manuel Santos.
Las y los colombianos no dan más. El gobierno vendió la hidroeléctrica más importante del país, los acuerdos pasados con los indígenas y campesinos no han sido cumplidos, la salud y la educación cuesta cada día más, la minería transnacional envenena el agua y destruye ecosistemas. En materia de paz se recrudece el conflicto con el ELN, al mismo tiempo que siguen los asesnatos de militantes populares. Por su parte, Santos y Obama hacen lobby en Estados Unidos hablando del financiamiento del llamado “posconflicto”.
Un operativo militar con cuatro camionetas sin identificación, dos carros blindados de la policía y 50 agentes. ¿El objetivo? capturar a siete estudiantes que realizaban un mural en la biblioteca de la Universidad Nacional en Bogotá en apoyo a la jornada de movilización de este 17 de marzo. Con esta noticia inició la jornada de ayer, un paro cívico que movilizó al menos 40 mil personas en todo el país, en un momento en el que el presidente no sabe qué hacer para subir los índices de popularidad que llegan al 73% de rechazo, según recientes encuestas. Se presentaron algunos enfrentamientos con la Policía en Bogotá, con un saldo de una persona judicializada y otras nueves llevadas a un centro de detención temporal.
El Comando Nacional Unitario de las centrales obreras convocó la movilización que pretende ser indefinida si no se cumple con los 15 puntos de exigencia. Juan Manuel Santos ha brillado por su silencio en este tipo de coyunturas; en el año 2011 quiso firmar una reforma a la educación superior forzadamente, decisión que tuvo que reversar por la movilización masiva de 600 mil estudiantes en todo el territorio nacional. En 2013, durante el paro agrario, se le fue la lengua diciendo que “el tal paro nacional agrario no existe”. Esto llevó a campesinos y habitantes de las ciudades a manifestar la solidaridad con jornadas de movilización prolongadas y bloqueos de vías por varios días. Murieron 12 personas víctimas de la represión policial, se registraron cuatro desapariciones y al menos 512 detenidos. Más de 400 personas resultaron heridas con balas y golpes del Escuadrón Móvil Anti Disturbios -ESMAD-.
Dentro de las exigencias se encuentra el rechazo a las decisiones gubernamentales en el marco de un “modelo neoliberal regresivo”, como afirma la carta enviada por la coalición de centrales obreras al presidente Santos, criticando además el aumento del salario mínimo por debajo de la inflación y el deterioro del patrimonio nacional con la venta de la generadora de energía Isagen. Por si fuera poco, hay hambrunas y muertes de niños por desnutrición en varias regiones y el derecho a la salud y a la jubilación están plagadas de corrupción. Igualmente, hace unos días se conoció el plan para vender a Ecopetrol, la principal empresa petrolífera del país.
No se sabe qué le depara a Colombia en el futuro, lo que sí es claro es que persiste un agotamiento generalizado por la violación diaria a los derechos humanos y un descontento popular con una institucionalidad que ha dejado ver lo que ocurre por dentro: redes de narcotráfico, prostitución y trata de personas dentro de la Policía Nacional; las macabras consecuencias vislumbradas con los TLC; un Gobierno que es de paz en retórica, pero de guerra en la práctica. Mientras le pide al ELN que se siente a negociar el cese del conflicto armado, le manda varios batallones para asesinarlos.
Sin duda se espera más de este paro, pero el Gobierno está ausente del debate y se limita a ser cordial permitiendo el “derecho a la protesta siempre y cuando sea civilizadamente”. Esperemos que el aguante sea tan arduo como el del paro cívico de 1977, pero sin la represión. Parece que las protestas pacíficas no tienen el mismo eco en cuanto a exigencias políticas. Mientras Colombia pide en la calle trabajo, salud, dignidad, paz y educación, para la prensa amarilla siempre será vandalismo, desorden público, un problema de movilidad o lavados cerebrales ocasionados por terceros.