Por Romina Ravelli y Victoria Clerici, desde Rosario. María Ovando recuperó su libertad luego de haber sido acusada y privada de su libertad durante veinte meses por la muerte de su hija de tres años. Sin embargo, hoy teme la condena social, no tiene hogar y lucha por recuperar a sus hijos.
El miércoles pasado, María Ovando, de 37 años, fue absuelta por la justicia por el delito de abandono de persona del que había sido acusada tras la muerte de su hija de tres años, como consecuencia de un grave cuadro de desnutrición. María llevaba más de un año en prisión en Posadas. “Con este fallo mi hija Carolina descansa en paz y se merece un entierro digno”, así se manifestaba al conocer su absolución.
María Ovando vivía en Colonia Mado, un paraje forestal a la vera del río Paraná; en Misiones. Analfabeta, víctima de violencia familiar y pobre, vivía con sus 12 hijos en absoluta situación de riesgo. En marzo de 2011 a raíz de un grave cuadro de desnutrición de su hija Carolina de tres años, María -que estaba amamantando a su beba de tres meses- salió a pie por la ruta en busca de asistencia médica. Lamentablemente Carolina falleció en los brazos de su madre y lejos de encontrar ayuda social, María se enfrentó a una política de criminalización por parte del Estado.
El fiscal Federico Rodríguez acusó a Ovando por “abandono de persona calificado por el vínculo” y pidió cinco años de prisión. En ese momento el caso salió a la luz pública permitiendo que muchas organizaciones de mujeres y de derechos humanos se hagan eco y salgan en la defensa de María, entendiendo que su juzgamiento no contempla ninguna de las situaciones preexistentes de la mujer; esto es la situación de extrema marginalidad a la que la familia se viera sometida. Por tal motivo pidieron la nulidad del proceso por considerarlo “criminalización de la pobreza”.
Para María ninguna luna
María Ovando aseguró: “Me duele lo que pasó”. Recordó: “yo vivía con mis hijos en una casita muy chiquitita”, que carecía de los servicios básicos, como luz y agua. Esta situación es un ejemplo de lo que sufren miles de mujeres en nuestro país. La culpabilización de la víctima, la falta de acceso a los mínimos derechos como salud, alimentación y vivienda. Todo esto llevó a María a la situación extrema por la que fue condenada; lo que en ningún momento se tuvo en cuenta, mucho menos la responsabilidad del Estado por su situación de vulnerabilidad.
Mientras María estuvo presa, falleció su pareja quien se hacía responsable de sus hijos, hoy con las abuelas materna y paterna. Estigmatizada en su ciudad de origen y sin hogar propio, comienza ahora una lucha por recuperar a once hijos y dos nietos. Sin embargo, la felicidad de reencontrarse con su familia y restituir sus derechos como madre, son una bisagra entre tanta injusticia. “Voy a volver el sábado o domingo a verles, yo quiero estar con ellos pero ahora no puedo, todavía no tengo un lugar para poder vivir juntos”, aclaró María, que permanecerá por un par de semanas en el hogar de transito Madre Teresa de Calcuta, lugar en el que no pude alojarse con niños.
Hoy María espera poder conseguir trabajo de panadera, oficio que aprendió en el penal y formar un nuevo hogar con su familia. Sabe que muchos la juzgan y la condenan, el propio juez habla de que es una mala madre. Ella sin embargo dice que hizo todo lo que pudo, “si no hice más es porque no pude, no sabía qué hacer”, remarcó.