Por Mauricio Polchi / @MauriElbueno
Dos personas, que participaban de un acto político, resultaron heridas por los disparos que se efectuaron desde un edificio cercano al local partidario. Un rato antes del brutal ataque armado, los manifestantes habían sido amenazados desde el mismo departamento. “Era la voz de un hombre”, aseguran. Hasta el momento no hay ningún detenido.
Sobre la calle Padilla hay una bicisenda, y en la vereda que bordea la ciclovía, a la altura del 829, llegando a Gurruchaga, está el local de Nuevo Encuentro. Enfrente, a lo largo de toda la cuadra, se observa un extenso perímetro cercado, parquizado de esquina a esquina. Adentro de ese predio hay unos edificios gigantescos, modernas torres enfrentadas entre sí, que asoman por las alturas de Villa Crespo. De uno de esos departamentos, en la noche del sábado 5 de marzo, primero salieron los insultos y las amenazas contra los militantes que asistían a la inauguración de la sede partidaria. Luego, se supone que desde el mismo balcón, partieron los balazos.
Por los disparos, dos mujeres resultaron heridas y fueron trasladadas al Hospital Durand. Una de ellas, la joven Daiana Soto, de 19 años, estaba sentada con su pequeña hermana cuando recibió el impacto. La criatura, de solo 4 años, se salvó de milagro. A la otra persona, integrante de La Cámpora, le perforaron el brazo y ya se encuentra fuera de peligro. Eran las 23.45 cuando se desató la locura y comenzaron los gritos. Hasta ahora, más allá del repudio generalizado y los gestos de dirigentes o funcionarios, no hay ningún detenido y el caso sigue impune.
El lunes 7 por la mañana los banderines celestes que decoraron el evento del fin de semana aún flameaban entre los árboles y los balcones, como sobrevivientes y testigos del brutal ataque armado. Noelía, empleada en la remiseria de esa cuadra, al igual que los inalterables banderines, estuvo cuando ocurrió el feroz ataque. Pero a diferencia del cotillón, ella habló y confirmó que antes de las balas, se escucharon los insultos.
– ¿Vos estabas cuando ocurrió todo?
Yo estaba trabajando. Llegue a las diez, y en ese entonces había un chico tocando la guitarra, cantando. Eso se disipó un ratito, estaba todo normal, estaban vendiendo patys, charlando. Y después, todo el lio pasó como a las once y media. Primero yo estaba acá adentro, y cuando empezaron a hablar en el escenario me acerque a la vereda.
– ¿Y de repente aparecen los disparos?
No, en un momento la gente estaba aplaudiendo y estaban haciendo una canción de su partido, que no me acuerdo bien lo que decían (entonaban el ya clásico “Vamos a volver”). Y entonces yo escuche, justo, insultos que venían desde el edificio de enfrente. Y era la voz de un hombre. Y hasta me pare sobre la bicisenda para mirar, pero no vi quien era.
– ¿Era alguien que verbalmente largaba agresiones?
Sí, sí, sí. Estaba insultando. Se escuchaba a lo lejos, eran gritos.
– Y después se escucharon los impactos de bala
Yo escuche cuatro disparos.
– ¿Pero nadie se dio cuenta de los insultos previos?
No, nadie. Yo si porque estaba parada más lejos, sola, mirando, y la gente estaba reunida en el otro costado. Y había música, ruido.
– ¿Y ahí que sucedió?
Cuando insultaban yo lo que hice fue mirar para arriba, ver si se podía ver algo, pero no. Pero sí escuche claramente los disparos, los reconocí, porque también se escucharon arriba. Pero como estaba la murga, que estaba por largarse, y estaban tirando fuegos artificiales, nadie se dio cuenta. Yo me di cuenta y mire al edificio, porque los sonidos eran muy diferentes.
– Y después aparece la piba lesionada
Y ahí nomás escuche el grito y la piba que dijo ‘me pegaron’. Y la veo como que se reclina. Ahí yo pensé, ‘¿Pero quién le pegó?, porque no había visto a nadie a darle un golpe’. Y no, era que le habían pegado un tiro.
Nota relacionada: La revancha es a balazos