Por Santiago Solans. Bayer había creado la aspirina más famosa del mundo y desde principios de los noventa, lideraba la producción de agrotóxicos. En sus laboratorios, también se fabricaba el insecticida más usado por los productores, el Imidacloprid.
Los científicos divulgaban los beneficios del Imidacloprid como si se tratara del remedio para el cáncer. Lo recomendaban para limpiar las pestes en el corazón del Uruguay, para cuidar las hectáreas y hectáreas de soja transgénica. Poco y nada importaba que fuese letal para las abejas.
—En Alemania hubo algunos inconvenientes que aquí están resueltos porque el suelo uruguayo tiene otras propiedades y es más joven que el alemán— explicaron los voceros de la compañía.
Más de treinta toneladas de Imidacloprid entraron al puerto de Montevideo. Llevaban el nombre comercial Gaucho y habían cruzado el Atlántico. Todo lo que había sobrado de la producción prohibida en el continente europeo, llegaba a las costas uruguayas. El gobierno alemán analizó el producto y determinó que era tóxico para los hombres; producía cáncer y alteraciones hormonales.
En el viejo mundo, los productores ponían el grito en el cielo, y llovían las demandas en la sede de la empresa.
La muerte se disfrazaba en envases vistosos con nombres simpáticos, como el Gaucho y sus derivados, Bagual, Yunta, Pride o Winner. En las tierras charrúas, donde las abejas no vuelan, los apicultores uruguayos veían morir colmenas enteras y se preguntaban: ¿qué pasa cuando los que tienen el remedio son los que contagian la enfermedad?
* Santiago Solans nació el 1 de mayo de 1988 en Villa Carlos Paz (Córdoba). “Bayer combate las abejas” integra su primer libro de cuentos cortos, Caídos en Gracia, recientemente publicado. El relato fue seleccionado y enviado especialmente a Marcha por el autor.