Creemos que el Pocho nos juntó en este sueño, para recordarnos que el invierno eterno no existe,
y que si despertamos se va! Podemos y debemos construir la primavera.
Por Pedro Medved y Camila Parodi – @_parodicamila /Foto: Juliana Faggi – Cooperativa de comunicación la Brújula
Se realizó en el Barrio Ludueña de Rosario el décimo quinto Carnaval Cumple del Pocho. A cincuenta años del nacimiento del militante social Pocho Lepratti y a quince de su asesinato, su barrio lo recordó multiplicando su alegría y compromiso.
A Claudio “Pocho” Lepratti “no lo mataron, vive en nosotros/as” suele escucharse de la boca de quienes recuerdan al militante haciendo de su lucha una práctica constante y cotidiana. En el mismo camino siguen las y los compañeros de los Pochos, las Mechas, los Daríos y Marianos que en el encuentro de “tristezas malparidas, de alegrías provocadoras, de marchas insoslayables, de mejillas golpeadas y rostros desafiantes y de miradas humildemente orgullosas” se reconocen bajo una certeza: “Hay que seguir andando nomas”, así lo manifestaron las y los compañeros del Barrio Ludueña al calor del carnaval.
Pocho Hormiga
Luego de un recorrido por instituciones académicas y religiosas, Pocho Lepratti abandonó el seminario y se radicó definitivamente en la Ciudad de Rosario donde, al año se muda al Barrio Ludueña para participar de las organizaciones de base nucleadas por el Padre Edgardo Montaldo, quién se propuso acompañar el proceso de Pocho como referente social.
Una vez allí, Pedaleando de un lado para el otro, Pocho organizó espacios y formaciones de pibes y pibas de las barriadas populares de Rosario. Entre ellos crearon la Coordinadora Juvenil de la Vicaría Sagrado Corazón del Barrio Ludueña y pensando la comunicación popular en el barrio junto a las y los vecinos crearon los periódicos “La nota” y “La notita”, realizados por los propios pibes y pibas.
Es así que Pocho comenzó a participar de espacios más amplios de articulación como la revista El Ángel de Lata, el Movimientos Chicos del Pueblo y las comunidades eclesiales de Base representando al barrio como delegado de base y congresal provincial de ATE, y congresal de la CTA. Fiel al compromiso que hervía día a día por sus venas, Pocho acompañó la organización de movilizaciones, huelgas, protestas en solidaridad con la lucha de las y los trabajadores al calor del conflicto en pleno auge neoliberal.
Luego de años de lucha, Pocho junto a un grupo de trabajadores y trabajadoras lograron ser reconocidos como personal no docente de comedores escolares. Un 19 de diciembre de 2001, momento en el que el país atravezaba una situación generalizada de crisis económica y la inestabilidad política -que terminaría con la renuncia del ex presidente Fernando de la Rúa- las fuerzas policiales salieron a reprimir saqueos.
En la provincia de Santa Fé, se encontraba gobernando el ahora electo diputado nacional Carlos Reutemann quien no fue excepción, ese día ocho personas murieron por la represión. Entre ellas, Pocho, quien se encontraba trabajando cuando un grupo de policías irrumpió la cotidianeidad escolar, allí ante el desconcierto y la desesperación gritó “no tiren que hay pibes comiendo” desde el techo de la escuela. Esas fueron las últimas palabras del luchador que luego sería interceptado por una bala de plomo dirigida por parte del policía Esteban Velázquez que le perforara la tráquea.
A partir de ese momento se convirtió en un símbolo de la organización y resistencia popular de Santa Fe. Y su imagen comenzó a acompañar los espacios colectivos como así también los hogares y los murales de hormigas que simbolizan su trabajo se convirtieron en parte de la estética del barrio. Sin embargo su presencia no se limitó al recuerdo y si bien desde hace quince años se fue Pocho hormiga silbando bajito, lejos de desaparecer renació en el cuerpo de cada Pocho y Pocha que se organizan en el barrio Ludueña como así también en cualquier lugar donde la hostilidad se hace cotidiana y la organización una necesidad.
Desde entonces las y los vecinos, militantes y familiares de la barriada se juntan a recordar al Pocho festejando y en cada aniversario de su cumpleaños se encuentran en la plaza y las calles del barrio, allí de carnaval recuerdan la alegre rebeldía que lo caracterizaba, colectivizando su experiencia que supo ser de hormiga en hormiguero.
Parido desde el barro, curtido en fuego y vivo en nuestros cuerpos
El 21 de diciembre pasado se cumplieron quince años del asesinato del militante, y una vez más otro aniversario de su cumpleaños volvió a encontrarse de festejo, el 27 de febrero, Pocho -el ángel de la bicicleta- como lo recuerda alguna canción hubiera cumplido cincuenta años. Por ello desde el jueves 25 hasta el sábado 27 de febrero -y en un azar de números redondos- el barrio Ludueña festejó sus cuarenta años de carnaval.
Con distintas consignas, cada jornada contó con talleres y espectáculos que pusieron de manifiesto la diversidad y riqueza cultural con la que cuenta el barrio. Allí las y los organizadores, desafiantes demostraron que la alegría es la mejor herramienta para construir futuros ante la adversidad, que nos hace valientes y por eso merece ser defendida hasta en los momentos de mayor incertidumbre y dificultad”, y qué mejor que un carnaval para ponerla en práctica.
Sin embargo, este año el carnaval tuvo su particularidad, el cambio de gobierno con las políticas sistemáticas de ajuste, desmantelamiento y represión se supieron advertir desde la barriada, “el ballotage de noviembre de 2015 inauguró una nueva etapa política en nuestro país, la autodenominada Revolución de la Alegría no ha dado tregua”, se oyó decir desde algún micrófono. “Durante estos quince años, los partidos que nos gobernaron quisieron romper ese gran nosotrxs, fragmentar y cooptar nuestras luchas, queriéndonos hacer creer que estas de un lado o del otro”, explicaron las y los organizadores del carnaval.
Bajo el nombre “carnaval vivo en nuestros cuerpos, carnaval es construcción y organización”, se instaló el día jueves la organización en la plaza con pintadas, banderas y puestos donde las primeras bandas y murgas comenzaron a irrumpir en la cotidianeidad. Luego del temporal el viernes, día de la “memoria de la alegría”, se reanudaron las actividades en la plaza que lleva su nombre, luego de que la lluvia torrencial cesara y el sol secara las calles del barrio Ludueña. Allí distintos talleres, canto murguero, donde las y los participantes hicieron colectiva la creatividad logrando una canción de protesta que luego fue presentada en el escenario central, y también un taller de mapeo colectivo de las organizaciones presentes, entre otros.
El sábado, recordando el cumpleaños desde temprano, se encontraron para la realizar la tercera jornada de carnaval “parido desde el barro y curtido desde el fuego”. Como ya es costumbre, para los festejos del cumpleaños del Pocho, las expresiones artísticas nacidas desde el barrio -y del barro- desde la alegría popular, esa de saberse pobres pero siempre rebeldes frente a cualquier intento de los de arriba de aniquilar los sueños del pueblo.
Ahí estuvieron las distintas murgas que se acercaron: los Caídos del Puente, los Inundados de Arroyito, Futuritos de Fiorito, Somos los que Somos y la murga de los trapos y Mal ejemplo, La Segunda y La Barata de estilo uruguayo. Y luego de una caravana que recorrió las calles de la barriada ingresaron a la plaza para compartir la matanza. Con mucha seguridad, el rechazo a la política del gobierno de Cambiemos por parte de las y los murgueros fue un común denominador. En este contexto de crecida represión a la cultura popular como así también con las políticas de despidos y precarización de las y los trabajadores, cada canción dedicó sus patadas murgueras y no precisamente para que las vean.
Sin embargo la presencia de los pibes y las pibas no se limitó al baile, durante todo el festival desafiaron al estereotipo impuesto organizando la digna rabia, “los pibes de los barrios de Rosario, humillados, asediados, golpeados, detenidos y también asesinados por policías, prefectos y gendarmes, con el silencio cómplice y el encubrimiento de la casta política y judicial, todas estas son nuestras causas urgentes” manifestaron en la lectura del comunicado consensuado. Un festival tomado por los pibes y las pibas que pone de manifiesto año a año que se trata de un territorio tomado ellos y ellas que se organizan en sus centros, murgas y plazas para hacer frente a un sistema que intenta aniquilarlos, que no es más que el legado que el Pocho dejó en sus memorias.
Al caer la noche del día sábado, a paso lento pero firme se acercó al escenario con sus apuntes el Padre Edgardo Montaldo quien lleva 48 años participando y organizando espacios en el Barrio. Con tantos años de experiencia el sacerdote saleciano compartió “Ludueña tiene toda una historia de riqueza, y lo hizo la juventud, y qué linda que es. Cuando la institución salesiana se encontró en apuros unicamente en este barrio se solidarizó sumando nuevas actividades y nuevas construcciones para vivir” por eso expresó “ahora el barrio Ludueña necesita mucho más, sigamos adelante aquí y en todos los barrios llevando nuestro ejemplo”.
Y para finalizar entre murga, chacarera y cumbia, las y los vecinos mientras recordaban a Mecha Delgado militante cristiana de Ludueña asesinada en el año 2013 en un conflicto narco como así también a cada pibe o piba asesinadas. Y luego de quemar al rey Momo que acompañó durante el festejo a las y los participantes culminaron la noche a todo ritmo.
“Creemos que esa es la forma de organizarnos: encontrándonos” explicaron las y los militantes del Bodegón del Pocho, organización instalada en lo que supo ser la última casa de Pocho Lepratti “encontrándonos, bailando, cantando, jugando, también riendo y llorando, a veces de alegría y otras veces no. Porque nuestra cultura del encuentro también curtida en el fuego, se trata de amores desangrados, de tristezas malparidas, de alegrías provocadoras, de marchas insoslayables, de mejillas golpeadas y rostros desafiantes y de miradas humildemente orgullosas ”. Por eso invitaron a continuar “edificando juntos una vida digna, convencidos de que la fiesta no es fiesta si no participamos todos y todas”. Ese espíritu es el que lleva cada día del carnaval, en cada calle de Ludueña, donde a partir del asesinato de otra hormiga luchadora en aquel 19 de diciembre de 2001 no hacemos más que reinventar los encuentros, las esperanzas y la resistencia.
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