Por Marco Teruggi*. Un poema de su libro Siempre regreso al pie del árbol, publicado recientemente por la editorial El colectivo, especial para Marcha.
La mañana se sorprendió de su despertar de otoño
un frío rumor envolvía las orquídeas del Tigre
el día crecía
en blanco y negro
la cocina oficiaba de refugio en su primer mate.
Era 24 de marzo
Clara amanecía
en algún lugar desconocido,
por mi desorden
disparaba
una máquina de escribir
galope
de rezos pastillas aviones impunes por los aires
desarmaderos
de cuerpos abiertos al Sur.
Al volver la luz
el mate estaba lavado
era mediodía
y en la estación aguardaban alivios de banderas.
El tren se hizo batucada
temblor de sangre
sobre la pampa
nuestra estación Darío y Maxi
repiqueteo
de Poroto Ronco Topito Bebe,
hijos de un canto desgollado
de las coordinadoras interfabriles
que condenaron
en barrios desposeídos.
Días atrás
al caer la tarde sobre los pastos del asentamiento
compartimos historias sobre los años
en que le quitaron
el cielo a la tierra,
sin saber donde se encontraba el cielo
culpamos
a quienes trajeron la pobreza
desenterramos la risa de la princesa
en vientos de antifaz.
Ahí estaban sobre la avenida,
cantaban cantaban,
incansables descubrieron la Plaza de Mayo
las multitudes que apedreaban las sombras del olvido.
El retorno se pobló de silencios
un fulgor de Astillero
en una noche
de capucha,
hasta el barrio
donde un compañero acomodaba el comedor
los caballos disfrutaban los pastos en soledad
y las puertas que se fueron cerrando
quedando solo cielo bajo los pies de tierra.
Cuando entré en la cocina
la vi con su sonrisa de trenzas
un oleaje en cada ojo,
me convidó un mate
hagamos el poder
dijo de flor para no morir,
ni democracias famélicas
ni palabras fusiladas bajo el sol
hagamos el poder
el que subvierte
el que patria de belleza
dijo,
y se alejó hacia el río.
*El autor nació en París el 27 de febrero de 1984. Es hijo de padres argentinos. Regresó al país en 2003 y se instaló en la ciudad de La Plata, donde inició estudios de Sociología.