Por Ramiro Coviello, desde México. Primera parte de la entrevista exclusiva a Carlos Nine, responsable del único registro cinematográfico de la enorme movilización popular que fue a recibir a Perón en su primer retorno al país luego de 18 años, el 17 de noviembre de 1972.
Hace 40 años Perón regresaba sin permiso alguno a la Argentina tras 17 años de exilio. Así desafiaba a la dictadura del General Lanusse. En su apoyo, una masiva movilización fue a buscar al viejo líder al aeropuerto de Ezeiza. Ante el violento bloqueo de la autopista Ricchieri por parte de las fuerzas represivas, las distintas columnas de la manifestación se abrieron paso por los campos del Gran Buenos Aires. Entre la multitud se encontraba el hoy reconocido dibujante Carlos Nine quien, con una cámara Súper 8 y la ayuda de dos compañeros de la Escuela Panamericana de Arte, obtuvo el único testimonio fílmico de esta jornada fundamental para la historia argentina.
-¿A qué te dedicabas vos en el momento en que filmaste “Marcha sobre Ezeiza”?
-En ese entonces tenía un estudio de publicidad mínimo que me daba la guita necesaria para sobrevivir, estudiaba cine en la Escuela Panamericana de Arte y militaba todos los días en Mataderos, en la Unidad Básica “Gerardo Ferrari”, un mártir de la resistencia.
-¿Hacía mucho que militabas en la JP? ¿Venís de familia peronista?
-Había empezado a militar a los 25 y en 1972 tenía 28. Mi familia, salvo mi vieja que era secretamente peronista al igual que sus hermanos, era totalmente gorila. Creo que el shock me vino cuando vi a la familia de mi viejo festejando el bombardeo a la Plaza de Mayo. En 1955 tenía 10 años, pero esa escena me quedó grabada para siempre y con el tiempo la procesé.
-¿Cómo se te ocurre ir a filmar la manifestación que iba a recibir a Perón a Ezeiza?
-¡Pero a mí no se me ocurre ir a filmar la manifestación! Yo no fui a hacer la película del día que volvió Perón. Yo era un militante político que iba con una cámara, simplemente eso, y es la diferencia con Pino Solanas. No decido hacer una película. Lo que pensé fue: “voy a filmar esto que me pasa”, y lo que le pasaba a toda la gente porque fueron muchas las columnas. Salí de Moreno y fuimos en un colectivo hasta Liniers, donde empezó la peripecia. Había gente de Mataderos, de Ezpeleta, de Banfield. Éramos todos compañeros y si estabas ahí no era porque el médico te había recomendado salir a caminar por las mañanas. ¡Estuvo lloviendo 24 horas y cruzamos un río cinco veces! El Río Matanza zigzaguea y como no teníamos mapa era “¡Uy, otra vez el río!”. Una cosa increíble porque el agua era como una pasta, flotaba de todo ahí. ¡Las viejitas tenían el agua podrida hasta el pecho pero usaban paraguas para que no se les mojara el pelo! Llegué con 39° de fiebre a mi casa.
-¿La idea de llevar la cámara fue personal o lo hablaste con la gente de la Unidad Básica?
-Le dije a los muchachos que iba a llevar la cámara y dijeron “bárbaro, dale”. Lo primero que supuse era que ante semejante evento, Pino Solanas u otra gente de Cine Liberación habrían preparado un equipo infernal o que en muchas Unidades Básicas habría compañeros con cámaras. Después, con el correr del tiempo, me di cuenta que éramos los únicos. ¿Cómo a nadie se le ocurrió ir a filmar algo semejante después de esperar 17 años? Nuestra cámara era una Súper 8 japonesa que valía dos pesos y la película la había comprado de oferta en la calle Cabildo el día anterior. Si hubiera tenido que comprar 14 rollos de película buena me habría costado mucho dinero, pero conseguí Orwo, una marca de Alemania Oriental, en blanco y negro, bien barata, bien comunista (risas). Filmamos en blanco y negro por eso. Encima, cada carrete sólo te daba 3 minutos y medio de filmación y llovía todo el tiempo de una manera tremenda. Sacábamos el carrete usado, lo secábamos y poníamos otro. Así empezó a fallar la cámara porque le entraba agua en cada cambio. Por eso en algunas partes se acelera la imagen. Además, podría haber salido todo mal porque desconocíamos la calidad del material, pero funcionó, y la cámara se la aguantó. Creo que se podría haber conseguido un material más valioso, porque yo en realidad filmé sólo una columna. Como la nuestra había decenas.
-Filmaste con otras personas, ¿quiénes eran?
-Dos compañeros de la Escuela Panamericana, donde estudiaba cine. Uno era Enrique Garciarena, un argentino-chileno que fue mi amigo del alma, un tipo de fierro. Por eso le dedicamos la película. Enrique era tan frágil ideológicamente que cuando visitaba a su vieja, una chilena que tenía un hotelito en Viña del Mar, volvía hecho un momio. Se iba de aquí hecho un revolucionario terrible, pero allá lo agarraba la vieja y lo convertía en un salame. Cuando volvía yo le llenaba la cabeza de nuevo y entonces se ponía como loco, era así, iba y venía ideológicamente. Pero yo rescato el tema de la amistad. Un amigo fiel como pocos, por eso me acompañó. De política no entendía nada y el otro, un uruguayo cuyo nombre no recuerdo, menos. Vinieron conmigo por amistad y se bancaron la que fuera. Eso es muy valioso porque realmente fue terrible. En un determinado momento un oficial del ejército con la bayoneta me engancha la correa y me saca la cámara. La recuperamos a las piñas. Perdimos la herramienta, y la recuperamos.
-¿Y una vez que ya tenían el material?
-Armamos la película y nos gustó como quedó. Era absolutamente tosca pero tenía personalidad. Fijate que la película Super 8 no tiene negativo, por lo cual tenés que trabajar con lo que filmás. A medida que se suman las proyecciones, la película se va rayando con lo cual, ésta que ya de por sí era blanco y negro, se va pareciendo cada vez mas al Acorazado Potemkin, es como una película antigua.
-¿Cuánto tardaron en montarla y editarla?
-Veinte días porque lo que hice fue salvar lo que se podía y sacar las partes que se veían muy mal. Hicimos los cartelitos, los pegamos y la cuestión era pasarla. Pero cuando estábamos terminando de armarla se nos ocurrió filmar la otra película, “En peligro!”. Un compañero me dijo “Che, si pudiéramos poner otra cosa para equilibrar…”. Porque aunque el documental termina para arriba, con la marcha peronista y la “Joda en Vicente López”, tiene un aire de epopeya. Así que hicimos la otra para compensar un poco.
-¿Cuánto tiempo separa la filmación de las dos películas?
-La segunda se hizo 15 días después, en una tarde. Pero ahora teníamos un guión. Había pensado qué escenas había que hacer, repetimos dos o tres tomas por escena, elegimos la mejor y la armamos en una semana.
-Pensaba que “En peligro!” se habría hecho bastante más cerca de las elecciones del 73, porque el personaje del malvado lleva el nombre de la coalición opositora a Cámpora.
-Es que ya la conocíamos. Entre noviembre y diciembre se terminó todo. Ya sabíamos cómo venía la mano.
-¿Quiénes son los actores de “En peligro!”?
-Los actores son mi hermano y mi hermana. Nosotros proyectamos la sombra de Perón y un amigo fotografiaba toda la filmación. Primero hicimos el guión y pensamos más o menos qué se iba a poner en cada cartel. Queríamos hacer una parodia aprovechando que teníamos cine mudo en serio, ya que nuestra máquina no tenía sonido. No era una ficción ni una ironía, era la realidad. Dijimos “Bueno, hagamos una película muda”. A mis hermanos los maquillamos porque nos dimos cuenta que ya que teníamos un soporte mudo, teníamos que apegarnos bien a los recursos y a la estética del cine mudo verdadero, con el maquillaje, con los falsos colmillos, etc. Que fuera una cosa bien pantomímica, donde el texto fuera lo más leve posible, ya que lo importante era ver la comedia y la persecución. Incluso pusimos la filmadora en acelerado, en 18 fotogramas, para que se produjera la vertiginosidad del cine mudo tradicional. Filmamos en una casa familiar de Haedo que había sido de mis abuelos y estaba deshabitada. Pensé en esa casa porque tenía cierta característica gótica.
Las películas se pueden ver acá: