Por FM La Caterva, desde Bogotá, Colombia
Ayer se realizó Colombia una Audiencia Pública para que la Corte Suprema haga lugar a la solicitud de liberación de Miguel Ángel Beltrán Villegas, actualmente preso en la cárcel de máxima seguridad de La Picota, en Bogotá.
El veredicto de esta Audiencia se dará a conocer dentro de dos meses. Sociólogo, Doctor en Estudios Latinoamericanos e Investigador del conflicto armado en Colombia, en 2009 fue secuestrado en México y trasladado ilegalmente a su país, y a partir de un montaje judicial se lo acusó de ser colaborador de las FARC-EP. A pesar de haber sido declarado inocente en primera instancia por la Justicia, fue destituido como profesor de la Universidad Nacional y condenado a ocho años de prisión efectiva. Durante su encierro, ha escrito los libros Crónicas del “otro cambuche”, La vorágine del conflicto colombiano: una mirada desde las cárceles y Las FARC-EP (1950-2015): Luchas de ira y esperanza. Esta última obra, que incluye un Epílogo a cargo de Renán Vega Cantor, contiene al comienzo una “Anti-dedicatoria” de Miguel Ángel que reza: “Al Procurador Alejandro Ordóñez; Al Fiscal Ricardo Bejarano y Al Magistrado Jorge Enrique Vallejo. Porque con su incesante persecución me han fortalecido en mi convicción de defender el pensamiento crítico”.
Desde FM La Caterva conversamos con Renán Vega Cantor, Historiador y Profesor Titular de la Universidad Pedagógica Nacional de Colombia. Autor de numerosos libros y Director de la Revista CEPA, por su compromiso intelectual ha sufrido en numerosas ocasiones la persecución política e incluso el exilio. La República Bolivariana de Venezuela le entregó en 2008 el Premio Libertador por su obra Un mundo incierto.
-Colombia es uno de los países donde mayor persecución sufre el pensamiento crítico, a través de amenazas, encarcelamientos e incluso asesinatos. Si bien no es algo reciente, en el contexto actual que se vive en el país cobra una significación mayor. ¿Qué puede decirnos acerca de este proceso de criminalización?
-Hay que decir que en Colombia el régimen político suele presentarse con el nombre que ellos mismos se dan de ser “la democracia más sólida y más antigua de América Latina”. Algo así como una especie de Suiza sudamericana. Este es un sofisma que han usado muy bien las clases dominantes de este país y el Estado, para justificar la persecución a todos los sectores que disienten con las formas de dominación establecidas. Es un proceso de larga duración que no es de ahora. Estamos hablando de la persecución a que ha sido sometido el movimiento sindical, el movimiento campesino, los estudiantes de las universidades públicas, el movimiento magisterial. En esa misma dirección se inscribe la persecución a pensadores, intelectuales o trabajadores de la cultura que acompañen estos movimientos o que tengan también sus propias reivindicaciones o sus críticas al capitalismo colombiano. Esta persecución es de vieja data y asume dos mecanismos históricos. Por un lado, los halagos, las dádivas, para que la gente abandone sus posturas críticas. Así tenemos que buena parte de quienes forman la intelectualidad -que alguna vez fue de izquierda en Colombia-, andando el tiempo han terminado siendo los intelectuales de la derecha y del establecimiento. Podríamos hacer un listado casi interminable de personajes que hace 15, 20 o 30 años eran de izquierda, pero terminaron en el uribismo o en el santismo. El otro mecanismo es que aquellos intelectuales o pensadores que no se someten, deben asumir la persecución que en Colombia tiene distintas manifestaciones: desde las amenazas, el acoso, la represión, la censura, hasta la cárcel o incluso el asesinato. Si uno hace un listado de pensadores, y ubicamos entre los pensadores a profesores de secundaria, profesores universitarios o periodistas alternativos, también tenemos un listado bastante grande en la últimas décadas, y hay casos muy recientes de ese tipo de asesinatos, como Sociólogos. Hay un hecho tristemente célebre, de un sociólogo de la ciudad de Barranquilla, Correa de Andreis, que fue acusado de ser de las FARC, estuvo encarcelado, el mismo sistema judicial lo declaró inocente, y cuando salió de la cárcel a los dos meses fue asesinado, y ya está confirmado por miembros del DAS (un departamento de seguridad del Estado colombiano que ya desapareció), que este organismo participó en el asesinato, y además el DAS tenía un listado de activistas intelectuales a asesinar y mató a varios de ellos. En ese mismo contexto se inscribe la persecución contra Miguel Ángel Beltrán, escritor e investigador independiente, porque sencillamente tiene un punto diferente de análisis sobre el conflicto colombiano. Pero un mecanismo menos visible es la censura, que tampoco es una censura abierta, de que aquí prohíben que uno escriba o publique, sino que sencillamente en los medios convencionales de comunicación, en las pocas editoriales conocidas, nunca se le va a publicar a un pensador crítico un libro, un artículo y cosas por el estilo. En general tenemos una invisibilización de los pensadores críticos como si no existieran.
-Semanas atrás usted participó de la presentación del último libro que Miguen Ángel Beltrán produjo en la cárcel. Es un caso emblemático, que nos recuerda mucho a Antonio Gramsci y a cómo el fascismo lo encarceló argumentando que había que “impedir que su cerebro piense”. De manera similar, la figura de Miguel Ángel sintetiza la criminalización que sufre la intelectualidad, los trabajadores de la cultura, los educadores y educadoras, por ejercer el pensamiento crítico…
-Efectivamente, él fue secuestrado en una acción conjunta entre el Estado colombiano durante el gobierno de Uribe y el Estado mexicano en el gobierno anterior al de Peña Nieto. Esos dos Estados llegaron a un acuerdo de secuestrar a Miguel Ángel Beltrán y eso está relacionado con toda la política de criminalización del pensamiento crítico y de las posturas que disentían con la política mal llamada de “seguridad democrática” del gobierno de Uribe, que prometió no sólo mano dura sino que la realizó, pero que hizo una promesa que nunca cumplió de liquidar el movimiento insurgente en pocos meses, lo cual nunca logró. Pero a partir de esta lógica sí se dio a la tarea de perseguir a todos aquellos que consideraba “guerrilleros desarmados” o “guerrilleros de civil”; esa denominación se la dio a aquellas personas que pensaban diferente y que no estaban de acuerdo con la política militarista y criminal de ese régimen para terminar con el conflicto armado en Colombia. Miguen Ángel Beltrán siempre fue un crítico de esa postura, defendió una forma diferente de analizar la insurgencia, sin pertenecer a la insurgencia como tal, pero a raíz de eso se le montó todo un aparataje y se hizo un montaje para inculparlo como un ideólogo internacional de las FARC. Fue secuestrado en la ciudad de México, traído de manera inconsulta e ilegal a Colombia, incluso violando el derecho internacional y las leyes de México y de nuestro país, encarcelado, fue procesado también en un proceso amañado, y a pesar de todo él salió declarado inocente en primera instancia, pero inmediatamente se le abrieron dos procesos paralelos, como forma de mostrar la persecución a que él está siendo sometido: un proceso disciplinario por la Procuraduría General de la Nación, que llevó a que sea destituido de la Universidad Nacional y suspendido para ejercer cualquier cargo público durante 15 años, y poco después, en segunda instancia, la Fiscalía General de la Nación echó para atrás la primera decisión de declararlo inocente y lo declaró culpable. Pero aquí hay algo que es necesario recordar: ¿de dónde surgen y como surgen las pruebas con las que se acusa a Miguel Ángel Beltrán?. El 1 de Marzo de 2008 hay un hecho vergonzoso de la historia colombiana, a nivel latinoamericano e internacional, que fue el bombardeo de Sucumbíos (Ecuador), cuando fueron masacrados en horas de la madrugada 26 personas, entre ellas cuatro estudiantes mexicanos que nunca habían entrado a Colombia, porque el campamento fue bombardeado en territorio ecuatoriano; también fue asesinado un ciudadano ecuatoriano y 21 colombianos, entre ellos el segundo comandante de las FARC, Raúl Reyes. Esta fue una acción en la que participó directamente Estados Unidos, como ya han reconocido en el Pentágono, con bombas destructivas y con armas letales. De ese bombardeo, de la noche a la mañana aparece un computador mágico, que supuestamente pertenecía a Raúl Reyes, de donde empezaron a aparecer todo tipo de inculpaciones y señalamientos a diferentes personas de la sociedad colombiana, y entre esos supuestamente estaba Miguel Ángel Beltrán. Es decir que las pruebas “reinas” que lo acusan a él, surgen de ese computador que yo he denominado el computador mágico, porque de ahí sale todo lo que se necesite, como la lámpara de Aladino, para condenar a los enemigos del régimen. Y eso es lo que sucedió con Miguel Ángel Beltrán, y en la condena que se le hace a él en segunda instancia la Fiscalía aduce esas pruebas, aunque diga no tenerlas en cuenta. Entonces yo lo que quiero decir es que estos son unos montajes muy burdos, que efectivamente nos recuerdan otras épocas de persecución al pensamiento crítico, como es el caso de Antonio Gramsci. En un epilogo que le hago al libro de Miguen Ángel, yo recuerdo ese hecho que ustedes acaban de mencionar, pero también señalo que, igual que Gramsci, Miguel Ángel es una persona muy digna, muy recta, muy convencida de sus creencias, que ha luchado contra el Estado en las condiciones difíciles en que se encuentra, en medio de problemas generales que surgen del encarcelamiento en condiciones muy desastrosas. Él sin embargo ha resistido como lo sabe hacer, con la pluma, ha escrito varios libros desde la cárcel y principalmente una trilogía que se cierra con este libro, que es un libro extraordinario que ha salido recientemente al mercado y esperamos que tenga una gran difusión, no solo en Colombia sino en América Latina. Porque él propone un punto de vista distinto para analizar la historia de la insurgencia, recurriendo en forma central a las historias de vida, a las entrevistas. Miguel Angel es no solo un ejemplo de la persecución, sino también de la dignidad propia del pensamiento crítico, con convicciones sólidas, férreas, que no han claudicado no solo ante todo el tipo de amenazas, sino también de falsas promesas, que se le han hecho para sacarlo de la cárcel, como el hecho de que él se reconozca culpable por ejemplo, y así va a disminuir la pena o lo van a excarcelar. Él no ha aceptado ese tipo de chantajes.
-Hablando de resistencia, usted publicó el libro La Universidad de la Ignorancia. Capitalismo académico y mercantilización de la educación superior. ¿Qué papel cumple la Universidad en el contexto de persistencia e incluso agudización del neoliberalismo aquí en Colombia?
-Hay un vínculo directo porque la Universidad en general, incluyendo la Universidad pública, está fuertemente neoliberalizada, es decir, ha sido dominada por las lógicas neoliberales en todos los terrenos. Hay que decir que si uno compara la Universidad colombiana con la Universidad latinoamericana, históricamente han existido muchas diferencias, debido a que la Universidad colombiana -incluso las mejores Universidades de este país como la Universidad Nacional, que es pública- nunca ha disfrutado de autonomía real, que sea respetada por el Estado. Los rectores en general, los consejos superiores y las administraciones de las Universidades, siempre han sido proclives a los gobiernos de turno, como muestra de que precisamente no son autónomas. En la Universidad también ha predominado siempre un régimen antidemocrático, de desprecio hacia la organización estudiantil o docente que pueda ser crítica de esas administraciones y de las políticas educativas del Estado Colombiano. Y por último, han sido Universidades terriblemente desfinanciadas, cada vez más privatizadas. Estos tres elementos -que son históricos de la Universidad colombiana, no algo reciente-, se han agudizado y se han convertido casi en políticas emblemáticas del Estado colombiano en los últimos 25 años. Y eso ha transformado internamente a la Universidad pública colombiana, en todos los niveles, incluyendo a los estudiantes que ingresan, que cada vez proceden menos de sectores populares, y el sector docente cada vez tiende a ser más funcional al neoliberalismo, son tecnócratas, muy influidos por la lógica neoliberal de la productividad, de la eficiencia, sin ninguna perspectiva crítica. De tal manera que el espacio universitario colombiano se ha modificado sensiblemente, y eso se demuestra también en el caso de Miguen Ángel Beltrán. Yo siempre he dicho que un hecho tan injusto como el que significa la persecución a Miguen Ángel Beltrán, debía tener paralizadas las Universidades públicas, a todas, incluyendo la Universidad Nacional que es donde él trabajaba, pero las manifestaciones y las protestas frente a esto han sido prácticamente inexistentes, han sido prácticamente ridículas. La solidaridad ha sido de personas aisladas, de unos cuantos profesores, pero en general -incluyendo a profesores que supuestamente están involucrados en asesorar los diálogos en La Habana- la solidaridad ha sido cero, prácticamente inexistente. Pero a mí no me sorprende, porque eso es expresión clara de una Universidad que es neoliberal y neoconservadora a la vez. Neoliberal en términos financieros, gerenciales, administrativos, laborales, pero neoconservadora en términos ideológicos, políticos y culturales. Una Universidad profundamente represiva, antidemocrática, que para que funcione el neoliberalismo requiere precisamente que la gente sea pasiva, que la gente acepte ese orden como un orden normal, que la gente deje de pensar y de generar ideas contrarias al sistema, ideas incomodas. Por eso el grueso del profesorado en última instancia está de acuerdo con la persecución a que ha sido sometido Miguel Ángel Beltrán. Desde luego que hay que rescatar a las pocas voces en el sistema universitario de la Universidad Nacional y otras Universidades públicas, que se han negado a aceptar esto como si fuera normal, como si fuera natural. Y esas voces son las que adquieren relevancia en momentos difíciles