Por Cezary Novek
Marcha entrevistó a la escritora Macarena Moraña, autora de Los Escarabajos, novela fresca con una historia vinculada a la música y los sueños.
Los escarabajos (Alto Pogo, 2015) es una novela iniciática o Bildungsroman (novela de aprendizaje), como la llamaban los románticos. Los protagonistas son un grupo de adolescentes con sus respectivas historias y el proyecto de triunfar en un concurso con una banda tributo a los Beatles. El título de la novela alude a la banda en cuestión.
Juan, Coco, Pablo y Ringo son amigos y viven en Villa Martelli. Cada uno tiene un problema existencial diferente que va desde lo irrisorio hasta lo realmente complicado. La banda les ayuda a soportar esa existencia armonizando sus problemas en el escenario, probando sustancias, mujeres y públicos diferentes mientras se preparan para un concurso de televisión que promete cambiarles la vida.
No hay muchas novelas que narren este tipo de historias aunque sí películas. Dos ejemplos: That Thing You Do! (Tom Hanks, 1996) y La Bamba (Luis Valdez, 1987). La novela de Macarena Moraña tiene el mismo sabor primaveral que esas películas. Un estilo intimista y coral a la vez, donde la voz narradora se mete por turnos en la cabeza de los personajes, ahondando en dilemas particulares y a la vez universales. Es una historia entretenida, que engancha. Aunque no suceda con los secundarios, los protagonistas tienen una personalidad muy marcada y generan empatía, cariño al punto que hasta se los extraña un poco cuando el libro se acaba.
Si bien la novela está contextualizada en la Buenos Aires de mediados-fines de los ’90, tranquilamente podría ser atemporal. No hay referencias a la realidad política o social de ese momento así como tampoco se prodiga en referencias tecnológicas, lo cual se agradece. Todo esto le da frescura y vitalidad a la prosa que sólo se detiene en lo realmente importante para la cotidianeidad de los personajes. Es en este sentido que el enfoque está muy bien logrado: la voz narradora no usa argot adolescente pero sí capta esa forma de ver la vida en la que sólo interesa lo que interesa al personaje y punto. La experiencia de lectura nos presenta una novela llena de momentos entrañables, aunque con algunos golpes bajos que ensombrecen el idílico mundo adolescente en el que transcurre la historia.
Uno de los puntos más interesantes son las subtramas, las historias de los personajes secundarios en relación a los protagonistas. Estos no están tan desarrolladas pero sus historias son casi pequeños cuentos que orbitan en torno a los protagonistas, aportándole ritmo narrativo y más gancho a la historia principal. Es tal vez en este aspecto en que aparecen más puntos en común con el libro anterior de Moraña, Indómitas (Colección Leer es Futuro, Ministerio de Cultura de Nación, 2015): las situaciones sexuales sórdidas, los amores prohibidos, la violencia física o verbal, las atmósferas enrarecidas y los vínculos retorcidos. Por todos estos elementos que constituyen ya una marca de estilo no podemos decir que estemos ante una novela naif. Muy por el contrario, la manera de combinar estos ingredientes (la inocencia con el morbo, la violencia con la ternura, etc.) es lo que convierte esta historia en una parábola sobre el fin de la adolescencia, sobre un mundo bucólico e ingenuo cuyo telón está por caer para develar en el fondo el callejón desolado de un teatro viejo en plena lluvia de otoño. Es a partir de ese momento –del que nada se dirá para no estropear sorpresas– y por ese callejón que los personajes deberán caminar el resto de su vida adulta.
Con un sentido del humor muy sutil, Moraña trata con crueldad a los personajes, pero con intenciones didácticas: los chicos tienen que curtirse y cuanto peor la pasen, antes se harán hombres. Marcha conversó con ella sobre sus procesos cotidianos y los proyectos que se vienen:
Hay en tus textos una interesante mezcla de violencia y ternura. ¿Estas antinomias son deliberadas o es una forma de ver la realidad?
Yo creo que vivimos en un mundo violento, inocente, tierno, bruto y tantas dicotomías –o antinomias –más. Y cada uno de nosotros también es eso, un cúmulo de contradicciones, y los que escribimos no tenemos más opción que hacerlo desde ahí. A mí al menos no me queda otra, no ejerzo demasiado poder sobre lo que escribo. Viene, sale. Eso en términos generales, pero hablando puntualmente de Los escarabajos, te puedo decir que esas ambigüedades también surgieron de lo que recuerdo que fue vivir la adolescencia en los 90´s, esa sensación de deriva, de desprotección, de ternura y bestialidad que durante el proceso de escritura advertí lo mucho que persiste en mí.
¿Cuáles fueron tus primeras lecturas?¿Hubo alguna figura que te estimuló en la lectura y la escritura?
Las lecturas de la niñez son irrepetibles, como todas las experiencias placenteras que se viven por primera vez. Nunca volvés a sentir lo que sentiste la primera vez que leíste a Cortázar, o a Puig, o a Arlt. Me acuerdo perfecto la primera vez que leí Carta a una señorita en París, ¡ay! Pero también te puedo decir que la literatura de César Aira para mí fue de gran inspiración y me llegó de grande, gracias a mi primer maestro de taller, Juan Fernando García. Con Aira enloquecí y durante un tiempo solo leía sus libros; me obsesioné y la verdad es que nunca se me fue del todo.
¿Cuál fue el disparador de la novela?
En rigor fue un ejercicio que nos sugirió Guillermo Saccomano en su taller, en el que nos propuso trabajar sobre la figura de “el doble”. Pero más allá de esa exploración, siempre me interesó pensar en el concepto del cover, de tributo. Creo que esas bandas que se dedican a imitar a otros son de una expresión de locura y obsecuencia conmovedora. La novela se fue abriendo hacia muchos lugares, pero uno siempre fue la imitación, eso de “querer ser como…” Me gustó trabajar el personaje de Juan, que necesita creerse otra persona para sobrevivir. Y otra razón importante en la elección del tema. Tuvo que ver con que me hubiera gustado ser música, hacer música, tener buen oído. Una de mis mayores frustraciones es que canto horrible, y en la novela me di el gusto de tener una banda con la que tocar los temas más lindos del mundo: los de Los Beatles.
¿Hay elementos autobiográficos que te sirvieron como materia prima para la construcción de los personajes?
Sí, seguro, y de muchos me di cuenta después de escribirla. Uno ES la novela y sus personajes, aunque hable de trapos rejilla o cinturones de seguridad. Creo que lo autobiográfico es más sustancial que concreto: no soy varón, no me críe en Villa Martelli, no conozco el Chaco, no puedo entonar dos notas seguidas, pero definitivamente soy Los escarabajos.
Escribís hace mucho tiempo pero recién el año pasado decidiste empezar a publicar en papel y lo hiciste por partida doble ¿Cómo llegaste a eso?
Fue un proceso lleno de trabajo, llenísimo. Y estoy feliz de haber esperado para publicar. Una gran razón de esa espera tuvo que ver con la maternidad. Soy muy dedicada a mis hijas y recién cuando fueron un poco más grandes me decidí a publicar y mover el libro y todo lo que vino después. Momentos, ciclos de la vida… Si volviera el tiempo atrás creo que esto es una de las pocas cosas que volvería a hacer igual. Cuando pienso que la primera novela que escribí podría estar publicada me falta el aire…
Estudiaste teatro y guion. ¿Eso te llevó a la escritura o encaraste esa formación con la idea de que ibas a escribir?
De las clases de teatro salía con ganas de escribir, y de las de guion ni hablar. También escribía mientras trabajaba en una empresa, y en bares y en la cama antes de dormir, y los cuentos y las novelas fueron ganando terreno, acaparándolo todo. A veces me sale algún poema y me gusta muchísimo escribir comentarios sobre libros, pero la narrativa siempre termina ganando.
¿Escribís a diario?
Escribo a diario, a veces poco, a veces un montón, la producción es casi tan caprichosa como yo, y eso es un montón. Puedo hacerlo en cualquier lado, aunque cuando tengo horas por delante sola en mi taller es cuando más disfruto. Yo creo que escribir es un estado más que una acción. Capaz que me paso el día en el taller y me sale un parrafito, pero el día valió la pena por esa pequeñez, o por todo lo que leí o releí para llegar a eso. Por lo general escribo a mano y después paso a la computadora y ahí agrego, corrijo, rescribo. No puedo vivir sin un cuaderno encima, tomo muchas notas, también en cualquier momento y lugar. Disfruto trabajar sobre un texto mucho tiempo, soy franelera y me cuesta soltarlos, ponerles el supuesto punto final.
¿Cómo hacés para conciliar tu vida familiar, tus otras obligaciones, con la escritura?
Es muy difícil pero si el tiempo para escribir no aparece me pongo muy mal. Cuando me ganan otras cuestiones de la vida y no puedo escribir o leer por tiempo prolongado, sufro, así por el bien de mis hijas y por el mío, procuro que nunca me falte. Lo mismo me pasa con el tiempo que paso con ellas. Criar a mis hijas y escribir es nada menos que la fórmula de mi felicidad.
¿Qué estás leyendo en este momento?
¡Muchas cosas! Ahora estoy leyendo a Miguel Ángel Bustos y releyendo por vez numero mil a Héctor Viel Temperley. Esta mañana leí un poemario llamado La extraña dama, de Javier Roldán, que me emocionó muchísimo. Y voy a paso de tortuga con Glosa, de Saer, porque me gusta leerlo así, con todo el tiempo del mundo.
¿En qué estás trabajando ahora?
Publiqué un cuento en la revista La Balandra, y un prólogo y otro cuento en una colección increíble llamada Pelos de punta, así que estuve bastante dedicada a eso. Tengo ganas de por fin darle forma al libro de cuentos que vengo escribiendo hace años. Y cada tanto, menos de lo que me gustaría, me asomo a las profundidades de una nueva novela que se llama Las nutrias, pero viene despacito, amodorrada, como parece que viene mi energía modelo 2016…
Macarena Moraña
Buenos Aires, 1977. Estudió teatro y guión. Coordina talleres de lectura y escritura. Es columnista literaria de Radio Sur, Radio Madre y forma parte del proyecto virtual Mundo Cronopio de literatura infantil. Sus cuentos se incluyen en la antología de la Editorial Nuevo Ser y del Centro de estudios poéticos del Ministerio de Cultura de España. Fue finalista de los concursos de cuentos de UNICEN e Itaú. Obtuvo el primer premio del concurso Vivir sin violencia, del Ministerio de Educación de la Nación, y de la Fundación Lebensohn. Publicó el libro de relatos Indómitas para el proyecto Leer es Futuro del Ministerio de Cultura de la Nación. Los escarabajos es su primera novela.
Para leer trabajos de Macarena, se recomienda visitar: