Por Javier Castellanos*
“Hoy la coyuntura nos desborda, nos agobia el fantasma del “efecto dominó” y se hace evidente que como movimientos populares y sociales no tuvimos la capacidad de anticipar el previsible escenario”, esta encrucijada motoriza las reflexiones del autor y los desafíos de las izquierdas en los -duros- tiempos venideros.
Durante una entrevista que le realizaron en 2013, en Buenos Aires, Henry Mora – economista marxista Costaricense y coequipero del filósofo y teólogo Franz Hinkelammert– señaló al devenir del proceso Latinoaméricano y la ola de gobiernos de izquierda y progresistas durante este periodo:
“Estamos en ese proceso de aprendizaje, y va a haber derrotas, obviamente. En algún momento estos gobiernos que son conducidos por partidos de izquierda o progresistas van a perder las elecciones. Esperamos que no haya efecto dominó pero, bueno, así es la historia y es necesario anticipar; es muy fundamental construir alianzas de comunidades, regiones, e internacionalismo. Desde luego esto es muy importante cuando las luchas son de base, desde abajo y eso es un reto fundamental”.
Al transcribir dos años después esas palabras, fue inevitable pensar en la falta de realismo político y el inmediatismo que frecuentemente nos aqueja a los hombres y mujeres de izquierda. En efecto, la pregunta que nunca nos hicimos en su momento y que, tras lo acontecido en la Argentina pero, sobre todo, en Venezuela, nos estalla en la cara proyectándose de nuevo hacia el futuro es… ¿Y cuando se pierda una elección qué?
Hoy la coyuntura nos desborda, nos agobia el fantasma del “efecto dominó” y se hace evidente que como movimientos populares y sociales no tuvimos la capacidad de anticipar el previsible escenario.
Entonces, la siguiente pregunta es ¿por qué? Pero la respuesta, sin mirarnos autocríticamente como organizaciones y procesos del campo popular, la buscamos en el contexto. Por supuesto que tiene mucho que ver, pero entonces por esa vía rápidamente llegamos a la conclusión de que en la actualidad es muy complicado seguir hablando de elecciones y procesos democráticos “transparentes” en América Latina mientras la manipulación mediática de los monopolios de comunicación se radicaliza, mientras el saboteo económico de los consorcios empresariales se intensifica y desestabiliza los proyectos de transición nuestroamericanos y, sobre todo, mientras la presión militar de los gringos acecha nuestros procesos emancipatorios para controlar Estados y territorios. Y entonces nos toca tragarnos el sapo de la derrota para decir con digna rabia y razón que bajo ese clima agresivo y asimétrico no podemos legitimar ni naturalizar la falsa idea de “procesos democrático- electorales transparentes”.
Sin embargo por este camino, que a todos nos viene bien como necesario balance, estamos respondiendo a la pregunta “¿por qué paso esto?” y no “por qué nos pasó esto?”. Es decir, si bien el análisis es valioso, no nos estamos haciendo cargo, y allí es donde tenemos que empezar a combinar, pues es urgente y necesario incorporar la reflexión sobre el rol y la correlación de fuerzas de las organizaciones y movimientos del campo popular en cada país, así como la naturaleza y desenvolvimiento de nuestra vocación de poder popular en cada contexto durante estos últimos 15 años.
Un presente complejo para el continente
La actual ofensiva imperial sobre el continente nos pone de cara a un escenario complejo lleno de retos, desafíos y muchos aprendizajes, sobre todo con respecto a los alcances de nuestra voluntad emancipatoria traducida en acción política liberadora. Por ejemplo: hoy es evidente que ser gobierno puede ser una condición necesaria, pero no suficiente para poder hablar de un poder popular arraigado en los territorios. Pues el poder del pueblo, como comunidad política, está vinculado a la capacidad de ser bloque contrahegemónico que le dispute al bloque dominante esa hegemonía a través de una lucha multidimensional (económica, política, cultural, ideológica, etc.), y logre deconstruir el liberalismo y resignificar los conceptos de democracia, Estado, ciudadanía, para así recreearlos de acuerdo a los consensos críticos y derroteros que logremos establecer participativamente a través de articulaciones y alianzas duraderas al servicio de los pueblos.
A pesar de la ardua tarea, no debemos olvidar que cada proceso nacional, con sus matices, dio en su momento un salto cualitativo de la mano de los movimientos sociales, quienes se pusieron al frente y en un clima propicio generaron una serie de cambios sin precedentes para la historia mundial y latinoamericana. La posibilidad de contar con gobiernos que se desmarcaran en mayor o menor medida de la imposición neoliberal o hitos como la memorable derrota al ALCA, solo fueron hechos históricos posibles gracias al papel protagónico de los movimientos populares y al descontento general que predominaba en el ambiente de los enormes sectores excluidos ante la magnitud de la barbarie económica que se imponía en la región.
Hoy, ante el revés de la coyuntura, no podemos caer en balances apocalípticos, pues hablamos de largos periodos de transición y nada aún se ha perdido (quizás porque a pesar de los avances nada aún se ha ganado), y desde Nuestramérica los pueblos venimos diciéndole al mundo desde hace décadas que lo venimos reinventando a través de la educación popular, de la teología de liberación, del buen vivir, del socialismo de siglo XXI, de nuestros planes de vida, etc. Todo ello conforma un caldo de cultivo fenomenal, pero, de cualquier manera, para todos y todas es claro que de cara al futuro la vara está más alta de lo que suponíamos, y que en tal sentido el nivel de exigencia y creatividad es mayor. Entonces, la revolución, parafraseando la nota que posteó Silvio Rodríguez hace poco más de un año, refiriéndose a la guerra económica que la oposición y los Estados Unidos desataban en Venezuela: La revolución, no es una fiesta de cumpleaños[1].
[1] http://albaciudad.org/wp/index.php/2014/03/la-respuesta-que-silvio-rodriguez-envio-a-ruben-blades/
*Integrante del Congreso de los Pueblos – Capitulo Argentina