Por Nancy Gregof * / Foto: Lets Risk It Photography
Un encuentro cara a cara con Ignacia, una banda que refresca con viola, sintetizadores y bajos los escenarios del rock y el funk.
Conseguime una guitarra
y vamos a desmantelar la casa
(Tregua, 2015)
El final es en donde partí, ese era el verso para esa última canción, la que justificaba el cuerpo entre los cuerpos, la banda invitada -“Última caída”, precipicio pop- y las bebidas de medio tiempo. Parece extraño invocar a La Renga en Palermo, un viernes de diciembre tempranero, pero ahí estamos. Y digo en plural: somos tres, a tientas de la música. Hay gente, bastante gente. Venimos atraídos por una voz, que resulta ser una banda de músicos en torno a una mujer música. Una fémina musical que se ondula en una marea que sube, sube y hace mucho más que saltar. Estamos viendo a Ignacia tocando la viola -al ritmo de sus caderas- mientras modula de forma amplia y Bjork se asoma; estamos escuchando a una banda que se llama Ignacia, que inunda el escenario con teclados, violas, sintetizadores, bajos, fuerza y miradas cómplices.
El show comienza con un recorrido por las canciones de LP que despiden, llamado “Salta”, cover de Something about us de por medio. La gente se mueve; las luces inundan el lugar y yo, paciente y con la boca seca, espero eso que en la sesión en vivo me hizo bailar, una mezcla de funk electrónico frontal, bailable, muy bailable. Para llegar a destino hay que recibir sorpresas: las apariciones -viola en mano- de Fico (Massacre), productor, músico y amigo de los amigos; así como la presencia de Mr. Miguelius, que con sus sonidos electrónicos por boca propulsa al movimiento. Entonces, en el interludio para conectar equipos y cables, llega Ignacia, mira a su compañero, y al ritmo del Steel canta “Hoy es eterno” y “Helado de cereza”; susurra hoy cambio la presión, por esta calma/ con forma de canción y una ventana al mar… y todo se torna suave entre los chispazos vocales del Mr. que la acompaña. Esa voz a ese vos -que se escapa-, a ese yo que sos vos interpela con ecos islandeses; anunciando un después que si es como dejar, que lo más suave exista sin más que pensar/ como acariciar, como dejar caerse, sin mirar atrás.
Y así llegamos a lo deseado y saboreado, esos cuatro temas de la sesión en vivo, desde “Tiro” hasta “Tregua” -pasando por “Subte en Tokio” y “Si” (condicional)- que traen y atraen para cantar será será que no te pasa nada, será será será que la piel no te llama o seguir dudando en futuro simple será que no te pasa nada, pero te quema la piel, pero te quema la piel al ritmo de un funk electrónico, sinuoso, con la bandera blanca y un gesto que pregunta y exclama al mismo tiempo cómo no ves que la tregua ya viene/ por mí. El público se sacude, los músicos bailan imantando la escena, abriendo horizontes. El aplauso final es sostenido; varios quedamos mirando hacia el frente, palpando un afuera -por esa noche- más liviano, lejos del abismo.
*Integrante del grupo de investigación sobre letras de rock que coordina Oscar Blanco (antes, junto a Emiliano Scariccaciotoli).