Por Ricardo Frascara
El cronista emerge de su ostracismo de verano para mostrar a su avanzada edad que todavía las cosas que nos pasan siguen sorprendiéndolo. Por ejemplo: el acto pseudo eleccionario de la AFA, un auténtico nido de ratas que lo hace evocar a Marlon Brando y otras figuras señeras del espectáculo.
Luego de mi rutina diaria de jubilado; esto es: pasear a Panchita e ir al súper, me siento ante el teclado a dejar correr los dedos, mis cables a tierra. Me desperté mascullando sobre el papelón insigne de la noche del jueves en el predio de la AFA. Tengo las palabras amontonadas, otra vez la impotencia y la indignación, a las que deberíamos estar acostumbrados, me siguen carcomiendo. No entiendo cómo podemos convivir con estos delincuentes potenciales y otros probados –como los ocho personajes de la FIFA confesos de delinquir, ante la Justicia de los Estados Unidos, incluido el argentino Alejandro Burzaco, ex presidente de la productora Torneos–. Es un ejemplo acabado de que estos dirigentes, más muchisísimos de la misma calaña en el mundo, atravesando los cinco continentes – aunque no me consta de Nueva Zelanda, Australia–, están seguros de que el popularísimo fútbol los cubre de sus tropelías de por vida. Y ahora se desayunan con que no es así. El único que lo logró fue nuestro recordado Julio Grondona.
Pero quiero aclarar, por si todavía queda algún distraído: esto NO es fútbol. A esta altura está bien claro que se trata de un extraordinario negocio, plagado de tapujos, mantenido por una dirigencia de tipos inescrupulosos, capaces de transar con delincuentes profesionales como los de las barras, y de vender a la madre, como tan gráficamente nos acostumbramos, de chicos, a calificar a malvados como Richard Widmark. La AFA ayer se expuso a corazón abierto ante el país y todos sus vecinos, puesto que una elección en busca del nuevo mandamás del fútbol argentino transmitida por TV no se ve todos los días… ni todos los años… ni todas las décadas. El extinto Julio Grondona, que usufructuó el sillón de la AFA y compartió el gran sofá corrupto de la FIFA, avalaba elecciones periódicas siempre que hubiera una sola lista, encabezada por él, of course. Y si tenemos en cuenta que Don Julio había sido impuesto titular de la AFA por la corpo militar en 1979, nos da como resultado un período desolador de fútbol personalizado. Con esos antecedentes, y aprovechando los recursos que aporta el Estado para que nadie en el país se pierda en ningún momento el correr de la pelotita, la TV cumplió su ritual y trajo a nuestros hogares un espectáculo vergonzoso, un sainete de Alberto Vaccarezza de los años ’30, una película de Vittorio De Sica de la Italia de posguerra, o, definitivamente, un reality show actual, quizá en homenaje a Marcelo Tinelli, uno de los dos candidatos a reemplazar a Grondona al frente de la casa del pecado, ese Nido de ratas que le calzaría perfecto a Marlon Brando.
“El fútbol argentino no está en condiciones de votar ni en un torneo de bochas”, se le escapó al finalizar la parodia electoral a Armando Pérez, dirigente de Belgrano de Córdoba, que se había postulado y no tuvo el apoyo suficiente para trenzarse en la elección fallida. Es así, pero es mucho peor que eso. El dirigente argentino, que NO representa al fútbol sino a sí mismo, es capaz de armar un espectáculo deplorable, disfrazarse de democrático, reunir a 75 personajes de sus propias tripas, y conseguir un resultado nulo a través de una elección en la que intervienen 75 votantes y en el escrutinio se cuentan 76 votos. Esta visto y comprobado que en la AFA, renegando de Mercedes Sosa y de Mauricio Macri, “nada cambia, nada cambia”.