José Ignacio Cremona
Almafuerte, Iorio y el sentimiento nacional que se pierde entre el rock y el pequeño detalle de cómo seleccionar lo que según el imaginario nos identifica a nivel musical como “argentinos”.
Soy perro que no duerme bajo del catre de alcahuete,
de patrones ni caudillo (Larralde, Cimarrón y tabaco)
Estoy escuchando el himno nacional argentino, no estoy cerca de una radio, ni de un televisor. Estoy en un recital de Almafuerte. Es 20 de junio y la consigna es celebrar el Día de la Bandera. Estamos todos de pie, todos con la frente en alto, todos con escarapelas que nos proporcionaron en el ingreso al estadio, todos infundidos en el mayor de los respetos, aunque muchos tengamos el mismo aliado que Roberto Sedinho. Algunas cosas me hacen acordar a un acto escolar: la decoración de las gradas del Malvinas Argentinas con los colores de nuestro país, en el escenario la bandera nacional y bonaerense. De todos modos no es la forma de ir a un acto, porque no es ningún acto.
Yo no me canso de decir una frase que seguro escuché en una película de Rossellini: “Cuando no se sabe cuál es el camino del deber, se debe elegir el más difícil”. Creo que Iorio con sus letras sigue internamente un principio similar. Porque el tema del nacionalismo en el rock no deja nunca de ser problemático. Hago referencia a esta cuestión por lo que considero una reivindicación oficial de la música argentina a partir de festivales como el del bicentenario. Que la estrella de la noche diga que su “canción no tiene himnos ni banderas” puede indignar a algunos. A otros nos les da lo mismo. Yo atiendo a las producciones de sentidos de las letras, por eso fui a escuchar esa noche a Almafuerte.
En el entrevero de efervescencias patrióticas que fue el bicentenario, Almafuerte, una banda reconocida por su fuerte impronta nacionalista no estuvo presente en los escenarios de los festejos, mientras que músicos como Fito Paez, León Gieco, entre otros, si. También puedo hacer alusión a un caso que se encuentra en las antípodas de este asunto: Científicos del Palo, una declarada banda filokirchnerista que podría ocupar el lugar de artistas-intelectuales orgánicos del Poder, tampoco tuvo presencia en este festejo. Se abre lugar a varios cuestionamientos sobre el carácter o los sentidos de lo nacional en el rock. Todo lleva a preguntarme en qué se reconoce o en qué es reconocida una banda para salir al balcón.
“En la argentina está prohibido darse cuenta “, dijo Iorio esa noche. Ahí entendí que él ha elegido el camino más difícil, cargarse la patria al hombro en la soledad. Sé que estoy comparando dos experiencias de orden distinto, pero en ambos eventos se cantó el himno de modos muy diferentes – el lenguaje de la presencia siempre será un interrogante-. Aún así, de algo estoy seguro. El año que viene va a haber una nueva gran fiesta, otros doscientos años, pero esta vez de la declaración de la independencia, y el rock seguramente va a tener su lugar en ese festejo. Sea quien sea el gobierno de turno, afirmo que Almafuerte allí no va estar. Quizás haya que ir a verlos a otros sitios, a esos lugares donde el varón joven de interior sigue pensando en patria, donde el sentimiento criollo no se echará a perder.