Por Ricardo Frascara
No ganaron ningún título, pero Rosario Central y Newell’s Old Boys finalizaron el campeonato de 30 equipos celebrando a lo grande. En la última fecha dejaron en la cancha el sello inconfundible del fútbol rosarino: batieron nada menos que al campeón, Boca Juniors, y al campeón de la Copa Libertadores, River Plate
Lo llevan en la sangre. Por eso hay un fútbol rosarino. Marco Rubén, Maxi Rodríguez, son dos productos de esa tierra santafesina apasionada por el gran fútbol. Su escuela trascendió las fronteras provincianas e invadió la Capital, dejando su huella marcada a fondo con 10 títulos de AFA obtenidos entre los dos (*). Por eso el domingo terminó sonriente para mí. Yo crecí admirando a los jugadores que brotaban a manojos de Rosario y sus alrededores. Soy porteño, nací en pleno centro de Buenos Aires, pero siempre me cayeron simpáticos los rosarinos. Acaso por lo que aprendimos en la primaria sobre la gran ciudad portuaria, o quizá por adorar nombres como los de Rinaldo Martino, Vicente de la Mata, Rubén Bravo, René Pontoni, que desbordaron con su fútbol nuestras canchas.
Hay muchos más rosarinos en la historia, pero rememoro a estos auténticos cracks, que a poco de asomar en sus clubes originarios, fueron absorbidos por los “grandes”, en cuyas filas dieron cátedra. Todos ellos contemporáneos, iluminaron las camisetas de San Lorenzo, Independiente y Racing. “Capote” De la Mata (1918-1980), rosarino de pura cepa, hincha confeso de Ñuls, compuso uno de los tercetos de ataque más demoledores de la historia. Con Antonio Sastre (de Lomas de Zamora) y el astro paraguayo Arsenio Erico, llevaron a Independiente a la victoria máxima en 1938 y 1939, con este hecho sobresaliente: en los 66 partidos jugados en ese lapso los rojos anotaron 218 goles.
Un impacto similar produjeron pocos años después René Pontoni (1920-1983) y Rinaldo Martino (1921-2000) en San Lorenzo de Almagro. El “Huevo” Pontoni se consagró en Newell’s, y fue un pase récord en su época cuando llegó al Ciclón para integrar otro terceto brillante con Armando Farro y “Mamucho” Martino, campeones de 1946 con un promedio de 3 goles por partido, con la particularidad de que ninguno de ellos fue goleador del campeonato, porque era tal el equilibrio de este tridente que ese año Pontoni anotó 20 goles y Farro y Martino 18 cada uno. Simultáneamente, el terceto De la Mata, Pontoni y Martino, los tres con raíz futbolística en Rosario, integraban el ataque del seleccionado campeón sudamericano. Eso sí que era un lujo. Y como reserva tenían a un joven Rubén Bravo (1927-1977), estrella de Central, que pasó luego a Racing para comandar otro ataque apabullante, con Norberto “Tucho” Méndez (un guapo de Pompeya) y el cordobés Llamil “Turquito” Simes. El líder, Bravo, debutó en Central en 1942, campeonato en el que anotó 18 goles en 16 partidos.
A los jóvenes lectores quizá le suene alguno de estos nombres, quizá no, pero forman la génesis de de estos equipos de hoy, capaces de hacer de contrapunto de este fútbol idiotizado que vemos a diario. Los teams de Rosario siguen conservando las brasas de aquellos extraordinarios fuegos futbolísticos de más de medio siglo atrás. Y para ayudar a los lectores a atar cabos y comprender que esto del fútbol bien jugado y goleador suele ser hereditario, traigo a mi teclado dos nombres consagrados en el mundo futbolístico, uno de Rosario Central y otro de Newell’s Old Boys: aunque cordobés, “hecho” desde las inferiores con los canallas, Mario Alberto Kempes (61) y Gabriel Omar Batistuta (46); uno, campeón mundial en 1978, el otro, goleador histórico del seleccionado, puesto al que aspira ahora el más encumbrado futbolista rosarino de todos los tiempos: el Pulga Messi. Kempes jugó en Central entre 1974 y 1976 y marcó 101 veces en 123 partidos, y Bati, en mi opinión el mejor atacante puro de las últimas décadas, jugó en NOB en 1988/89 y después de un breve paso por River descolló en Boca. En la suma de sus 433 partidos en equipos locales concretó 223 goles, más 56 en 78 matches con el seleccionado, a los que sumando su carrera en el exterior, alcanza un total general de 357 goles en 627 partidos, o sea un promedio de 0,57 gol por partido… un fenómeno.
Por eso viendo festejar a Maxi Rodríguez su noveno gol de este campeonato, con el valor agregado de haberlo marcado en cancha de River. Y a todo el mundo canalla abrazando en el alma a Marcos Rubén (29), goleador máximo del campeonato, no se puede menos que ver pasar toda la vida de tribuna ante los ojos de uno. Para darse una idea de la intimidad de este Central, hay que recordar una definición de Rubén que dio el Chacho Coudet a Télam: “A Rubén le tienen que dar el Nobel de la Paz. El 9 está loco. Yo no lo habría dejado patear el penal a Larrondo ni muerto”.
Ahora, mezclado con estas líneas, recuerdo un consejo que me dio mi viejo cuando yo empezaba a demostrar mi pasión futbolera: “Si querés ver buen fútbol, mirá a uno de los equipos rosarinos; pueden no ganar, pero te vas a divertir”. Y eso sigo haciendo.
(*) Títulos de Central: Nacional 1971. 1973 y 1980; campeonato 1986/87.
Títulos de NOB: Metro 1974, campeonatos 1987/88 y 1990/91; clausura 1992, apertura 2004 y torneo final 2013