Por Lucrecia Fernández
El pasado domingo en Turquía el AKP recuperó la mayoría absoluta en el parlamento por medio de la violencia y el terror. A solo cuatro días de ese resultado, Erdogan ha desatado una serie de políticas represivas y persecutorias contra el pueblo organizado
La cronología de algunos de los hechos que se han sucedido en los últimos días demuestran que el tiempo para el pueblo kurdo, las minorías religiosas y oprimidas de Turquía, y la clase trabajadora en su conjunto, verán el avance del Estado turco en cada minuto, que hará uso de la mayoría absoluta obtenida.
En medio de este avance, la polarización de posición, el gasto desmedido en las fuerzas represivas del Estado, y la constante intención de poner en agenda la problemática del “terror” desvían la atención de la grave situación económica que el país comenzó a atravesar en el último año y que también debe gestionar el gobierno turco. Sin embargo, el AKP parece tener una sola preocupación: llevar adelante una guerra en todo el territorio.
El lunes 3 de noviembre se declaró el toque de queda en varias vecindades de Diyarbakir, sin embargo antes de que comenzara la policía asesinó por la espalda a un joven de 22 años, Müslüm Tayar, que caminaba por la calle. En total, cinco disparos le dieron muerte.
En ese mismo día, las vecindades afectadas quedan sin energía eléctrica, señal de celular ni internet, producto del ataque de las fuerzas turcas. Al mismo tiempo, dos jóvenes, Doĝam Doĝima de 20 años, y Çetin Dara de 18 años, fueron asesinados en la ciudad de Hakkari en un operativo policial. Luego la policía bloqueó el acceso del hospital cuando los familiares intentaban llevar a los jóvenes heridos, que fallecieron.
Solo un día después, en Diyarbakir asesinaron a Sertip Polat, de 20 años, Engin Gezici, de 24 años, y a su tía Îsmet Gezici, quien al ver caer al joven herido corrió a socorrerlo y la policía disparó contra la mujer.
No hay justificación alguna para estos asesinatos. Ocurren, todo el tiempo y todos los días, bajo la excusa de combatir el terrorismo y cientos de personas pierden la vida. El Estado turco debe justificar las constantes masacres que lleva adelante y también ejercer un proceso de persecución, terror y aniquilamiento de periodistas y medios de comunicación, sobre todo aquellos que “cometen la osadía” informar sobre estos hechos, o hablar de las fuerzas opositoras al gobierno.
Previo a las elecciones, y a lo largo de la historia de Turquía, se han visto innumerables casos de amenazas, persecución, muerte, decomiso de equipos, toma de edificios y medios de comunicación.
Así como la semana previa a las elecciones la policía turca allanó dos canales de televisión, bajo la acusación de hacer campaña contra Erdogan, ayer se les notificó a 26 periodistas de los diarios Özgür Gündem (Agenda Libre) y Demokratik Ulus (Nación Democrática) que se ha abierto una causa en su contra por diferentes notas escritas por ellos. A los periodistas se los acusa de “realizar propaganda a organizaciones terroristas”. Ambos diarios pertenecen al movimiento kurdo, por lo cual muchos de los artículos están relacionados con la lucha del pueblo kurdo, y hacen alusión al PKK (Partido de los Trabajadores de Kurdistan). Por esta razón, la Oficina de Crímenes Organizados y Terror de la fiscalía de Estambul abrió las 26 causas, llamando a los periodistas a declarar este viernes.
En este sentido, o el pasado 24 de julio Bülent Arinç, el ex viceprimer ministro del AKP, declaró en la televisión turca, al respecto que hay “un número de diarios y agencias de noticias, como Özgür Gündem, que son una máquina de crimen. Enviarles sanciones administrativas sólo los ahogara de papeles, pero seguirán escribiendo las mismas cosas”. De esta manera, el ex funcionario justificaba una práctica habitual en Turquía: la persecución judicial y los constantes asesinatos a periodistas y editores, y los innumerables allanamientos a los edificios donde se ubican estos medios.
De acuerdo con la Asociación de Derechos Humanos (IHD), luego de los ataques en Suruç y en Ankara, alrededor de 2.544 personas fueron detenidas. En el proceso, sólo se pudo determinar que 136 tenían alguna asociación con el Estado Islámico; el resto eran militantes organizados de movimientos de izquierda y del movimiento kurdo. Otras tantas personas fueron asesinadas, como consecuencia de estos mismos procesos “contra el terrorismo”, sin embargo el Estado Islámico sigue intacto, y en diversas oportunidades, mercenarios arrepentidos o mencionaron que Turquía les da el paso libre en las fronteras del país.
Incluso luego de la masacre de Ankara, el primer ministro Ahmet Davutoğlu afirmó que el Estado turco tenía una lista de los terroristas vinculados al Estado Islámico, que estaban en el país en el momento del atentado, pero que “no puede tomar acción legal hasta que pusieron sus planes en acción”. Sin embargo, el gobierno no opera de la misma forma con el periodismo que rápidamente es acusado de terrorista y se les procesa bajo acusaciones falsas y causas armadas, por el solo ejercicio de la libertad de prensa.
A solo cuatro días de la elecciones, con el despliegue de Erdoĝan aumentando la represión y recrudeciendo la guerra contra el pueblo kurdo -que entre otras cosas demuestra que es el camino que ha elegido el mandatario para cumplir su objetivo de modificar la constitución y que con la mayoría que ha obtenido no le es posible aprobar-, es importante mencionar que el KCK (Unión de Comunidades Kurdas) ha declarado que desde el “movimiento kurdo seguiremos defendiendo una lucha por una vida libre y democrática”. Un pueblo que, aún en un escenario que se oscurece día a día, sigue eligiendo el camino de la resistencia.