Por Florencia Prego*
El escenario que se abrió con las últimas elecciones presidenciales obligó a las organizaciones políticas a hacer un repaso de diez años de kirchnerismo y de cómo acompañar o enfrentar a quién resulte ganador. En un debate aún abierto, Marcha continúa sumando voces del campo popular: “nosotros estamos del lado de la Patria”, explican desde el Movimiento Patriótico Revolucionario Quebracho.
El 22 de noviembre atravesaremos un nuevo capítulo en la historia argentina que entendemos es decisivo no sólo para nuestro país sino para la región. La sorpresa que nos deparó el 25 de octubre amerita un proceso de discusión y balance, de crítica y autocrítica, que no se adecúa a la inmediatez de los tiempos que tenemos por delante.
El panorama político actual obliga a las fuerzas del campo popular a complejizar los análisis, a embebernos de audacia y despojarnos de mezquindades y lugares comunes; nos obliga a comprender que es mucho lo que está en juego atendiendo al devenir de nuestra historia, de aquella que nos parió en la trágica década neoliberal a la luz de la resistencia. Son tiempos donde se requiere de un compromiso absoluto con la causa nacional, de tener vocación y responsabilidad histórica ante la agudización del escenario político y en un contexto de repliegue regional.
En este sentido nos vemos en la obligación de afirmar que Scioli y Macri no son lo mismo; que no es lo mismo (o no puede darnos lo mismo) que gane uno u otro. En primera instancia, lejos estamos de creer o pensar la historia desde trayectorias personales; seríamos incapaces de comprender procesos políticos que pese a la fortaleza de los liderazgos han dependido de la acción de los pueblos. Y este caso, no será la excepción.
Nosotros creemos, sin caer en la reproducción del discurso inocuo, que lo que está en disputa sin duda alguna son dos modelos de país. Por un lado tenemos a Macri, neoliberal arquetípico que desprecia la idea misma de soberanía nacional y claro está, de integración regional. Por el contrario propone la consolidación y profundización de las relaciones con EE.UU y Europa (“hay que abrirse al mundo”) aún en condiciones que solo alimenten la dependencia y la desigualdad estructural entre países. La concepción que tiene del Estado, aún en su falso discurso, no propone un rol activo que intervenga en la política económica, sino por el contrario pondera al mercado como principal vertebrador de la economía.
El silencio de Macri en torno a su programa de gobierno dice más de lo que lo que oculta. Melconian es el nombre más fuerte que suena para ocupar el Ministerio de Economía, el mismo que no titubeó a la hora de nacionalizar la deuda privada de sectores que se enriquecieron a costa de la dilapidación del capital social acumulado y que pagamos todos los argentinos. No podemos dejar de mencionar a la diputada Patricia Bullrich, aquella que en la década de 1990 como funcionaria menemista aplicó el ajuste no solo sobre los sectores activos de la población, sino también sobre los pasivos. De esta manera promovió leyes de flexibilización laboral que tiraron por la borda las históricas conquistas de los trabajadores y promovió un recorte del 13% a los jubilados. Tanto ella como la Diputada Laura Alonso, son las principales vehiculizadoras de maniobras que apelan a construir escenarios que condicionen los tiempos políticos, de forma más o menos explícita. No es poco el testimonio que podemos dar en torno a la “causa Nisman”, a los objetivos que perseguía y los intereses que estaban en juego, dejando al desnudo maniobras perversas que exponen la connivencia de los poderes más oscuros.
El día después a las elecciones, con una ajustada victoria electoral del oficialismo y con una holgada victoria política del Frente Cambiemos, Francis Fukuyama aquel ideólogo que sentenciaba el “fin de la historia” cuando se caía el Muro de Berlín y se disolvía la URSS proclamando la hegemonía del capitalismo a nivel global, condecoró públicamente (a través de las redes sociales) a Mauricio Macri. Sería muy ingenuo de nuestra parte seguir analizando el escenario actual desde una lógica doméstica cuando las líneas largas de intervención se vuelven explícitas.
Por otro lado tenemos a Scioli, quién se enmarca en un proceso político con el cual tenemos diferencias pero en el cual reconocemos importantes avances que son producto de la lucha de nuestro pueblo. Nada es magia efectivamente; y los años de resistencia neoliberal que dimos en el mayor de los desampararos es génesis de este proceso político.
Entendemos que Scioli es al kirchnerismo una combinación equidistante (por lo menos hasta el momento) entre rupturas y continuidades, que conllevará a la consolidación de un gobierno de transición que lleve adelante un programa con ciertas alteraciones en materia de políticas económicas, condicionado por factores macroeconómicos como así también por actores sociales provenientes tanto de las fuerzas populares que busquen la profundización de ciertos cambios pero sobre todo, de fracciones de las clases dominantes que se dispondrán a intervenir la escena política a los efectos de crear condiciones propicias a sus intereses de clase. El panorama económico y político no es el más benevolente en el corto y mediano plazo, por lo tanto la definición de políticas económicas será fundamental para la contención del conflicto social sobre la base del equilibrio de la gestión.
Lo que está en juego el 22 de noviembre son dos modelos de país: el que tenemos actualmente aún con todas sus limitaciones, basado en la exportación agrominera combinado con una especie de neodesarrollismo, y el que oculta el macrismo, de dólares dulces a costa del endeudamiento, de apertura del mercado en detrimento del desarrollo nacional alcanzado. Es el modelo que apela a la integración regional y a cierta autonomía respecto a EEUU o el que propone relaciones carnales y de dependencia absoluta; es el que alimenta la soberanía nacional o el que la entrega; es que el pondera el Estado o el que pondera el mercado como mediador de la praxis social. Los límites entre uno y otro están claros, como así también las condiciones que sientan para las fuerzas del campo popular.
La gobernabilidad será un desafío, sobre todo ateniendo a la pérdida de bastiones estratégicos como la provincia de Buenos Aires. La mera proclama tras las elecciones de las fuerzas políticas que salimos a pronunciarnos enfáticamente generó la reacción de la gobernadora electa, quién no dudó en aclarar que apelará a “denunciar” a aquellos que pongan en cuestión el orden.
La coyuntura actual nos debe obligar a advertir el cambio tanto de condiciones objetivas como subjetivas que hemos alcanzado en tiempos postneoliberales, que lejos de ser prebenda, son obra de la lucha popular y como tal, no estamos dispuestos a dilapidarlos. Es por esto que en el balotaje no podemos eludir la responsabilidad que tenemos como fuerza política ante una disputa político electoral que se da entre la derecha rancia y liberal, y un espacio que contempla parte de un acumulado político popular, del cual somos parte.
Los momentos para las críticas vendrán después del 22 de noviembre y seguro serán muchas; y las batallas que faltan las daremos en el campo que corresponde: en el campo de la política. Por eso creemos que hay dos opciones: podemos ser tropa de la derecha neoliberal que propone su revancha o ser soldados de la causa nacional. Los lugares intermedios solo se prestan a la funcionalidad de quiénes pretenden hacer analogías carentes de sentido histórico.
La contradicción es clara: es Patria o Macri. Y nosotros estamos del lado de la Patria. Por eso, con la seguridad política de saber que la inviabilidad de la revancha neoliberal está en nuestras manos, es que vamos a votar con conciencia y sin titubeo alguno a Daniel Scioli.
*Dirección Nacional MPR Quebracho