Por Orlando Agüero
Uno de los cocineros más famosos de la televisión, candidato del PRO-Cambiemos, acaba de convertirse en el nuevo intendente electo en uno de los distritos más importantes del sur bonaerense, imponiéndose al “Barba” Gutiérrez luego de una gestión de ocho años.
Quilmes parece haberse convertido en el distrito donde los personajes de la farándula salieron a cruzarse en el camino de los políticos. En primer lugar, porque supieron quitarles el protagonismo de los primeros lugares de las listas en los partidos con reales posibilidades de ganar. También porque los resultados de las pasadas elecciones del 25 de octubre así lo determinaron. Martiniano Molina, conocido cocinero televisivo, sacó en el sufragio último el 44,49% de los votos, lo cual lo convirtió en el intendente electo, ganándole al candidato del FPV y actual jefe comunal Francisco “Barba” Gutiérrez, quien obtuvo sólo el 32,31% del electorado.
Sin embargo, el abordaje de los famosos no empieza ni termina acá. Walter Queijeiro, conocido como periodista deportivo, es desde hace algún tiempo concejal, en las pasadas elecciones fue candidato a intendente por el Partido Renovador y sacó el 17,27%. También fue pre-candidato, antes de las PASO, el modelo Tomy Dunster; lo que refleja la mesa la discusión acerca de la invalidez de los militantes y dirigentes de los partidos tradicionales, que tuvieron que referenciarse en personalidades conocidas no por su recorrido político, sino por cualidades que se encuentran bien alejadas de la vida política que se vive en los distritos del sur del conurbano.
Cocinado a fuego lento
Martiniano es hijo de un dirigente histórico del Justicialismo, Jorge Molina. Este fue Secretario de Hacienda de la gestión municipal de Eduardo Camaño (presidente de la nación entre el 30 de diciembre del 2001 y el 2 de enero del 2002), quien fue intendente de Quilmes entre 1987 y 1991. Luego tuvo un tiempo de bajo perfil, hasta que se convirtió en concejal del Barba Gutiérrez. Su mandato duró hasta que comenzaron las contradicciones con su jefe político del momento. Las malas lenguas dicen que durante sus funciones ejecutivas se hacía llamar Doctor, título que nunca pudo ser comprobado. De todos modos, no solamente este antecedente impulsó al cocinero a la intendencia cervecera. También gran parte del equipo que condujo a la victoria al muchacho que cocina pertenece a otra de las anteriores gestiones municipales quilmeñas. En el equipo está Federico Scarabino, quien fue intendente entre 1995 y 1999, y aporta experiencia de gestión a la propuesta de Martiniano. Scarabino, quien fue uno de los operadores políticos junto a Alberto Ballestrini para recomponer el PJ bonaerense de la mano de Néstor Kirchner, es quien viene articulando la formación del gobierno provincial que acaba de ganar María Eugenia Vidal.
Es decir, Martiniano Molina no es por sí solo una referencia de representatividad política que se expresa en la Intendencia Municipal. Sino que es la cara visible de un entramado peronista histórico que se encontraba agazapado, luego de no hallar lugares dentro de las gestiones kirchneristas, y que se preparaban para volver en cualquier momento.
Que leve de a poquito…
Por estos días ya se realizaron reuniones entre el cocinero y el Barba. Es que Martiniano está estudiando cómo encarar la gestión municipal para asumir el 10 de diciembre próximo. Sin dudas que uno de los problemas que tuvieron en jaque al gobierno de Gutiérrez fue el de la basura. Un servicio esencial para cualquier municipio.
En su momento, estaba a cargo de una empresa privada; sin embargo, luego de muchos años de malos servicios, la gestión actual logró municipalizarla. Esto sucedió a pesar de unos cuantos conflictos con el sindicato de camioneros de Hugo Moyano, y la interpelación de varias organizaciones populares que presentaban en ese momento un proyecto alternativo. La municipalización del gobierno municipal actual tampoco dejó contentos a los vecinos y vecinas del distrito. Parece que en el cuarto oscuro, las familias de los barrios quilmeños recordaron que el camión recolector de los residuos pasa tres veces a la semana y con suerte, que los basurales a cielo abierto siguen existiendo y que las calles no se limpian ni en chiste. Este solo ejemplo de mala gestión hizo que Martiniano ya prometiera la privatización del servicio o parte de él para resolver un problema que viene teniendo en vilo hace años no sólo al gobierno municipal, sino, sobre todo, a la totalidad de la comunidad de Quilmes.
Panqueque vuelta y vuelta
Como primera medida, hay que recordar que la mala gestión de ocho años, cuyo ejemplo es el problema de los Residuos Sólidos Urbanos, es el gran responsable del triunfo del candidato del PRO en Quilmes.
Martiniano es sólo una cara conocida, sobre todo para la cantidad de personas que lo han seguido durante años por televisión. Detrás de él, el partido de Mauricio Macri convocó al viejo peronismo que no tenía lugar en las filas del kirchnerismo, y así pudo entonces construir la estructura que le garantizó los votos necesarios para el triunfo. Además, una pieza fundamental de lo sucedido fue la relación entre el Barba Gutiérrez y Aníbal Fernández en su disputa local.
En las PASO había ganado Gutiérrez, y entonces luego se realizaron algunas reuniones cumbres entre el Barba y Aníbal para unir los votos que habían logrado entre los dos en las Paso. La sumatoria de ambos daba como ganador al FPV. Sin embargo, la cantidad de broncas políticas existentes entre ambas fuerzas debido a los nulos espacios que la gestión municipal de Gutiérrez había dedicado a la fuerza de Aníbal hicieron que esa unidad súper estructural fuera mal vista por la mayoría de la militancia de base, que automáticamente y sin órdenes de nadie salió a votar al candidato de Cambiemos.
Así es que el Barba se quedó con el voto de su gestión, la base anibalista terminó votando a martiniano, y las gestiones peronistas anteriores (Camaño y Sacarabino) formaron la estructura del actual intendente electo. Es así entonces que se avecinan tiempos de privatización de servicios esenciales y de viejas caras en las oficinas del poder quilmeño. Quienes conocieron las caras de los años noventa en Quilmes, las volverán a ver en la municipalidad.