Por Leandro Frígoli
El libro de Juan Villoro es una verdadera propuesta sobre la incertidumbre de lo no escrito, caminar sobre la cornisa, caer desplomado para liberar la emoción y convertir una conferencia en una confesión.
¿Qué pasa cuando se pierde el hilo de un discurso, cuando el libreto se olvidó en algún vetusto café y el tiempo es un tirano cómplice de esas desmemorias? En ese instante donde un orador se queda sin guion, debe interpretar el ejercicio de la improvisación. Mientras, se pregunta Villoro, ¿acaso una conferencia no es divagación organizada?
El texto, describe a un conferencista de un aspecto bastante ajeno a los parámetros deseables por el público, con varios libros y un vaso de agua de compañía, que da lugar a la palabra desde la emoción y el sentir sentido. El autor asegura que, “un bibliotecario entra en escena, ha ordenado libros y los libros han desordenado su vida ¿Hasta dónde depende de sí mismo y hasta dónde de lo que ha leído? El intermediario entre los textos y los lectores se busca a sí mismo en una conferencia. Hablará de la lluvia, o más bien, de lo que pasa cuando llueve.”
En Conferencia sobre la lluvia, el personaje principal tiene que dar una disertación sobre un asunto cardinal de la literatura: la relación vincular sobre la lluvia y la poesía. Para ello, rescató las palabras, de los referentes universales de la literatura, donde se desbroza una manera práctica y didáctica de evocar la presencia literaria en estos tiempos modernos. Dante, dice “llueve en la alta fantasía”, o Pablo Neruda, evoca “llueve como llueve Dios como si saliera la lluvia por vez primera de su jaula”, por otro lado César Vallejos grita: “Moriré en París con aguacero/un día del cual tengo ya el recuerdo”, mientras tanto Pessoa determina que es “Lluvia oblicua”. “Nadie, ni siquiera la lluvia, tienes manos tan delicadas”, susurra un verso de Cummings. No obstante, Verlaine, visualiza que: “Llora en mi corazón como llueve en la ciudad”, desde el mismo lugar geográfico Cortázar: “No elegís la lluvia que te va a calar hasta los huesos cuando salís de concierto”. En consecuencia, Villoro reflexiona: “Me interesa entender el agua imaginada por los poetas”.
La conferencia muta desde el eje literaria propuesto de relacionar la poesía y lluvia, de manera gradual, a una confesión personal del conferencista, “… a veces pienso que al fondo de todos los libros que he leído está ese rostro que no podía ver y del que quería huir, el rostro de mi padre, odiando a los demás pero sobre todo odiándose a sí mismo, sin saber qué hacer, adonde ir, hundida en la cocina mientras su familia ya dormía. Nunca hablé con él, no supe hacerlo. Ordeno una biblioteca. Doy conferencias. Nunca pude hablar con mi padre. Supongo que todo se conecta.”
Esta última mirada, es clave en términos benjaminianos ya que dice que sin experiencia no hay asombro, no hay destellos, no hay descubrimiento sobre sí mismo. La incertidumbre es un medio que nos permitirá descubrir nuevas miradas u horizontes sobre la lluvia y la poesía. “Los poetas se liberan del mundo con la lluvia y al mismo tiempo logran una melancolía llevadera, donde lo peor no es tan terrible”, afirma el autor. Es una delicia de ensayo, de manifestación, de experiencia, de conferencia y de confesión. Bienvenido a esta breve y profunda aventura de transitar los ángeles poéticos que habitan a Juan Villoro.