Por Bernabé Ferreyra
Dos candidatos se debaten el futuro de la Argentina. Y todo un análisis político surgió en torno de esto. Que sí y qué no es cierto de Scioli y Macri.
Con la jornada electoral del domingo 25 se jugó no sólo la presidencia, sino además once gobernaciones del interior, la de la provincia de Buenos Aires, que quedó en manos de nada mas ni nada menos que del PRO, y el rearmado de las cámaras del Congreso.
Los resultados no arrojaron nada nuevo, lo dijimos cuando Scioli fue elegido como único candidato del Frente para la Victoria para competir en las PASO allá por junio: la política inevitablemente iba a girar hacia la derecha. Si bien tanto Scioli como Macri irrumpieron en 1990, que no son lo mismo está claro. Pero una de las cosas que se le cuestionó a Scioli después de este no triunfo o victoria con sabor a derrota es que nunca se kirchnerizó del todo. Sin embargo, fue tarde, el visto bueno de la Presidenta en junio junto a la vicepresidencia de Zannini, no alcanzaron para convencer al electorado.
La sorpresa de la escasa brecha entre los ganados llegó para los candidatos y operadores políticos así como para los votantes. El jefe de la ciudad de Buenos Aires quedó a solo dos puntos y medio del oficialista, Daniel Scioli. Fue tal la sorpresa el domingo 25 en el búnker del PRO en Costa Salguero, cuando aparecieron los primeros datos oficiales, que el ingeniero no pudo hablar de la emoción. La nueva fecha para elegir al presidente que gobernará durante los próximos cuatro años, es el 22 de noviembre. Ya no hay opciones, Scioli o Macri: la derecha bajo el manto peronista llamado progresista vs la derecha conservadora.
En junio, Randazzo no aceptó ir a la provincia de Buenos Aires y a Aníbal Fernández le pasó factura su pasado, tal como señaló después de perder: “el fuego amigo” lo perjudicó. Ahora, el destino de 16 millones de bonaerenses está en manos de Maria Eugenia Vidal y el conductor de su partido, Mauricio Macri. Tarea difícil para el primer gobierno no peronista desde la vuelta de la democracia en 1983. Tendrá como escenario una provincia con serios problemas de vivienda e infraestructura en distintos municipios del conurbano. Con 58 municipios propios, incluido el del ex cocinero de la tele, Martiniano Molina, que ya anunció que iba a endeudar el distrito de Quilmes. También está el caso de Grindetti en Lanús, quien prometió trasladar la villa 31 a sus tierras.
La pregunta es por qué el votante de la provincia más grande del país, aun a sabiendas de que el Frente Cambiemos pregona el modelo del ajuste y las política neoliberales de los noventa, los eligió. ¿Por qué decidió cortar boleta para gobernador y para intendentes? De algo no hay dudas, Vidal traccionó más votos a Macri que al revés. No hay que subestimar al electorado como se hizo, diciendo que hubo traiciones de los intendentes que llamaron al corte de boletas como se escuchó de algunos dirigentes. A través del voto la gente se hizo escuchar y no hay dudas de que no tiene dueño. Por eso, además de los municipios ganados por el PRO, varios barones del conurbano, como Mariano West en Moreno o Jesús Cariglino en Malvinas Argentinas, perdieron sus bastiones frente a jóvenes kirchneristas.
Y todo este escenario sucedió aunque Daniel Scioli ganó para presidente en la provincia que hoy gobierna. Sin embargo, la escasa diferencia con Cambiemos y perder Buenos Aires le hacen pasar un mal trago, que si llega a ganar el 22 de noviembre tendrá que gobernar con el distrito y la caja más grande del país en manos de la oposición. Los treinta años de pejotismo y la poca gestión de los barones pasó factura. El paradigma cambió y ya no hay lugar para caudillos. Ya no basta ser peronista para ganar.
¿Y Macri? Es un típico neoliberal latinoamericano al que no le interesa defender la soberanía, lo más importante es y será el negocio y las relaciones de mercado con gobiernos del exterior como Estados Unidos. Macri es quien le golpeó la puerta a la embajada yanki cuando necesitaba un jefe para la Policía Metropolitana. El resultado fue el Fino Palacios. Y si llegara a ganar sería el segundo presidente que previamente fue Jefe de Gobierno porteño y que para hacerlo formó alianzas con sectores fuera de su arco político. El primer caso fue el de Fernando De la Rúa.
El líder del PRO cuenta con un procesamiento por escuchas ilegales olvidado. Además, se puso la careta de Niembro y Bullrich. Es el discurso de los salarios como un costo más. Es el que dice que a los compatriotas hay que darles trabajo genuino, pero cuando le preguntan cómo lo va a hacer no tiene respuestas. Representa los intereses de los mercados financieros internacionales, el modelo de la apertura de la exportaciones, la baja de las retenciones y el fin inevitable del cierre de fábricas nacionales. Y también cuenta con la varita mágica para ajustar el salario y el dólar en la Argentina, la misma que usaron los neoliberales en los noventa: la desocupación. Macri es La UCEP (Unidad de Control del Espacio Público) convertida en un grupo de tareas que sale a golpear a quienes duermen en las calles. Es cada uno de talleres clandestinos con trabajo esclavo en la ciudad. Es la Rodrigo Bueno donde aún no hizo nada aunque la justicia lo ordenó. Macri es represión y es conservadurismo extremo. Mauricio dice que el no inventó el neoliberalismo, pero dice que Menem es el gran transformador de la Argentina.
Ambos tienen algunos puntos en común: ninguno se recibió en una universidad pública, tienen alianzas con las multinacionales y vienen del menemato. Daniel Scioli también le agradeció al ex presidente riojano cuando ganó en las PASO. Su pasado se lo imponía. Él dice que tiene memoria y por eso asegura que nunca se fue cuando el peronismo lo abrazó. Augura ser la continuidad de un proyecto y un modelo que murió. Sí, el kirchnerismo ha muerto y el giro a la derecha, como lo dice siempre la historia, es inevitable como ya dijimos.
También es cierto que en el imaginario de la clase media aún persiste el crecimiento como parte de integrar un estrato social mayor y por ende exigir cada vez más beneficios, incluso durante gobiernos latinoamericanos con políticas populares. Las fuerzas políticas bajo la bandera del cambio ganan las elecciones, junto a alianzas recalcitrantes que flotan en el aire y que vistieron todos los colores u olvidaron sus ideologías o nunca las tuvieron. Estas propuestas ajustan, empobrecen de nuevo a esos sectores a los que no les queda otra que salir a la calle, ofuscados por la retención de sus ahorros o por la falta de trabajo. Los ciclos cuentan, incluso, con que a veces los gobiernos de derecha dan un paso al costado para que un gobierno popular vuelva al poder.
El que no entró pero ganó
El tigrense Sergio Massa, que quedó en un cómodo tercer lugar vaticinado por las encuestas, ahora es la piedra más deseada por los candidatos que continúan en la lucha. Reunió a su gente en un plenario y con artilugios dialécticos que cada medio (oficialistas y anti k) tomaron para el lado que quiso, impuso sus condiciones: “El próximo gobierno tendrá que estar dispuesto a dialogar con todas las fuerzas políticas y con los distintos sectores de la sociedad, para propiciar la cultura del encuentro, pero principalmente, tendrá que estar dispuesto a defender con firmeza el interés de todos los argentinos”.
Insistió en que el país había optado por el “cambio”, pero que no apoyaría cualquier “cambio”. Guiño para cualquiera de los dos candidatos que puede ser electo el próximo 27 de noviembre. Por su parte, en sus filas tampoco hubo nombres concretos pero sí centros para ambos. Mientras Juan Manuel De La Sota, con aspiraciones a quedarse con el PJ, dijo que “no votaría por Scioli” pero tampoco afirmó que votaría a Macri; Roberto Lavagna indicó que “la continuidad me resulta inaceptable. Pero si el cambio es a la derecha me resulta inaceptable también”. En cuanto al ex candidato a gobernador bonaerense por UNA, Felipé Solá, le cuesta traicionar sus orígenes: “Yo soy peronista y a los peronistas nos cuesta votar a Macri”, concluyó ayer en una entrevista radial.
Mientras los que se enfrentarán en el balotaje sacan cuentas y ruegan por los votos del massismo. Lo cierto es que los votos no son de nadie y la subestimación que se puede hacer del electorado ya les ha jugado en contra a más de uno.
Ir hasta el fin
El PRO está subido a la ola del optimismo y sueña con un país amarillo donde la apuesta es al discurso conciliador. Macri analiza con quiénes rellenar sus gobiernos en provincia y ciudad en un eventual triunfo. Si de algo carece el frente Cambiemos es de dirigentes. Por su parte, el presidente de la ex UCR, Ernesto Sanz, ya reclama más puestos y participación para los suyos por los pasillos del PRO.
En el otro frente, Scioli y su equipo discuten con posiciones encontradas cuál tiene que ser el tono de lo que queda de campaña. Todos acuerdan en que debe mantener la diferencia entre -lo que entienden propone- dos modelos de país bien distintos. Lo que se cuestiona es si debe acercarse más a la Rosada o alejarse y ser más Scioli que nunca. Por lo pronto, ayer se encargó de cerrar filas con Aníbal Fernández, con quien acordaron el cese de fuego amigo e ir a buscar el triunfo el próximo 22. Además, el actual gobernador de Buenos Aires recibió el apoyo de todos los pares pertenecientes al PJ en la asunción de Manzur frente a Tucumán. Lo cierto es que Scioli no debe subestimar más a quienes deciden el rumbo del país. Inculcar el miedo en el electorado de que Macri es volver a los noventa ya es sabido, pero también saben que él proviene del mismo lugar. Muchos le sugieren que debe dejar de insistir con el modelo kirchnerista y marcar su propia agenda. No porque colectará o no más votos, eso no se sabe, sino para poner a luz quién es realmente frente a un pueblo desgastado pero despierto que asistió: al discurso del último año, al error del viaje mientras la provincia se inundaba, a la poca inversión en infraestructura y a la tranza con los barones que sectorizaron los municipios sin hacer nada.
Scioli debe ir a buscar los votos si quiere ganar. Macri, en estado zen, sólo debe esperar mientras mastica qué hará si es el ganador de esta contienda. Lo cierto es que ahora no hay opción y hay que que optar. La historia, una vez más, vuelve a repetirse. “O se repite sólo como penitencia de quienes son incapaces de escucharla”, como decía Eduardo Galeano.