Por Guido Turdera. La semana pasada, estudiantes chilenos se movilizaron al Consulado de su país en Buenos Aires en contra del modelo educativo imperante al otro lado de la cordillera.
La disposición del escenario estaba lista: el bullicio automotor hacía de telón de fondo, sostenido por la lenta despedida del sol, que a la vez indicaba la hora de regreso a casa de miles de transeúntes. La Plaza del Obelisco se iba tiñendo con los colores rojo, azul y blanco. Si lo que faltaba era el actor protagónico de la obra, el movimiento estudiantil chileno daba el presente de vuelta, esta vez al otro lado de la cordillera.
Convocada por la “Asamblea de Exiliadxs por la Educación de Mercado”, la movilización congregó a más de un centenar de chilenos que trabajan, estudian y viven en Buenos Aires. El eco llegó hasta los estudiantes colombianos que, agrupados en la “Asamblea de Estudiantes de Colombia en Argentina”, marcharon en conjunto con los argentinos que acompañaban la lucha contra la mercantilización de la educación.
Los primeros pasos de la columna se hicieron oír alrededor de las 18 horas. Cortando la avenida Roque Sáenz Peña, avanzaron por ella hasta llegar al Consulado General de Chile, a pocas cuadras. Custodiada por la fuerza policial motorizada, la principal bandera de la marcha rezaba “por los que ayer lucharon, hoy construyen y mañana unidos vencerán”.
De a poco, la apropiación de la calle por parte de los estudiantes se fue sintiendo a través de los cánticos que rugían desde las jóvenes gargantas. Se oían consignas tales como “y va a caer, y va a caer, la educación de Pinochet”, en referencia a la estructura educativa heredada de la dictadura. Continuando en la misma tónica, se coreó “educación primero al hijo del obrero, educación después al hijo del burgués”, seguido de “en la calle sin permiso, yo me educo y organizo”. Por otro lado, se dio lugar a otras consignas, como por ejemplo la de “liberen al mapuche por luchar”, en apoyo a los 5 presos mapuches que mantienen una huelga de hambre hace más de 15 días en la ciudad chilena de Angol, encarcelados luego de luchar por sus tierras.
No faltó el homenaje a fuerza de “compañero Manuel Gutierrez, ¡presente!”, recordando el asesinato del adolescente chileno hace ya un año como consecuencia de la represión.
Una vez alcanzado el portón del Consulado, la imagen era estereotípica: una fortaleza de vallas, varios policías escudados y, llegando a la esquina San Martín, los imponentes camiones hidrantes. Del otro lado, los estudiantes.
La noche caía cuando se procedió a dar la lectura del comunicado de la Asamblea, donde no sólo se repudió y denunció los actos de abuso sexual por parte de Carabineros a varias estudiantes, sino también la nueva ley oficial: “se está por aprobar una ley que atenta contra el legítimo derecho a manifestarse, conocida como la Ley Hinzpeter. Sale a la luz el miedo de la burguesía al pueblo organizado, tal como los peores años de la dictadura”.
Luego fue el turno de la comunidad mapuche, denunciando la persecución que sufren en el país trasandino, ya que “los hermanos mapuches están heridos, niños y niñas, con balas de goma”. Recibió aplausos al exclamar “¿Dónde está el estado de mierda que se dice llamar Chile? ¡Basta de represión!”.
Más tarde la posta la tomó un miembro de la Asamblea de Estudiantes de Colombia. Haciendo hincapié en que tal conflicto educativo debía ser encarado a nivel regional, sostuvo que “se necesita organización en conjunto, aunar fuerzas y conocer procesos en diferentes lugares de Latinoamérica y del mundo” para poder ganar esta lucha. De fondo se oía “alerta, alerta que camina, la lucha estudiantil por América Latina” acompañando la lectura del comunicado.
Como reflexión final, el comunicado cerraba: “nos movilizamos hoy porque no somos espectadores de los problemas que afectan a nuestro pueblo; somos de hecho consecuencias de las políticas neoliberales implementadas en nuestro país, y estamos en Argentina no por casualidad. No dejamos atrás familiares, amigos y compañeros porque sí; venimos a estudiar, pues acceder a la educación en Chile tiene un alto costo que no podemos pagar”.
Vale recordar que las demandas por una educación gratuita y de calidad fueron el leitmotiv de las movilizaciones estudiantiles chilenas desde 2006 (con la denominada “Revolución de los Pingüinos”), pasando por un momento álgido en 2011, hasta el día de hoy. Las respuestas oficiales han sido represión por parte de Carabineros, criminalización de la protesta, tergiversación de la información por parte de los medios, entre otras.
Considerando la situación chilena, que se reproduce a lo largo de nuestro continente, resulta imperativo preguntarse si se está de acuerdo con el desmantelamiento educativo de un país entero en contraposición a la ganancia de reducidos sectores dominantes; si se está de acuerdo con la privatización de lo público como método típicamente neoliberal de desregulación en detrimento del acceso igualitario; si se está de acuerdo con el mantenimiento de estructuras educativas propias de un régimen neoliberal que garantizan la exclusión social y si se está de acuerdo con la profundización de un modelo económico-educativo que enajena de la educación su principio humano.