Por Ricardo Frascara
La victoria del domingo del Bayern München* por 5-1 frente a su seguidor más cercano, el Borussia Dortmund, ha sacudido la Bundesliga. Los aficionados alemanes se ven ante el posible campeón más anticipado de la historia, ya que el equipo de Pep Guardiola ha sacado siete puntos de ventaja al segundo en sólo ocho partidos.
Algunos dicen que los vieron huir por la autopista Werner-Heisenberg-Alle; otros, que los detectaron en la cervecería Hofbrauhaus, entre el tumulto que festejaba Oktoberfest… los demás prefirieron, al mejor uso nostro, mirar para otro lado. El caso es que los bandidos de Pep acababan de destruir nada menos que al segundo en las posiciones de la Bundesliga, su archirrival Borussia Dortmund, de Renania-Westfalia. Los fanáticos del Bayern München no sólo adoran a los bandidos, también los esconden si es necesario, o de noche exhiben sus efigies iluminadas por un halo triunfal.
Casi sin que nos diéramos cuenta los espectadores imparciales, el team muniqués hizo un desastre en su reducto del Allianz Arena. Pese a su gran confianza en el equipo de Pep Guardiola, los seguidores de sus colores habían arribado al estadio con cierta preocupación: enfrentaban al rival más duro del campeonato y de la historia reciente del fútbol alemán. El Dortmund empezó con sus redes bien armadas, control pertinaz en mitad del campo, seguido por estocadas rápidas que apuraron a la defensa del Munich. Pero como por arte de magia, la batuta de Pep enfocó el cerebro de Jerome Boateng y un largo pase del defensor atravesó el aire con destino cierto; lo demás lo hizo un inspirado Thomas Müller. Él mismo se puede decir que poco después liquidó el partido con un penal mortal, pero como si lo hubiera pateado en el patio de su casa. Los del Dormund se miraban unos a otros. No encontraron culpables en sus filas. Descontaron y se fueron 1-2 al vestuario, pensando que seguían a un tiro de piedra. Pero apenas comenzado el segundo tiempo, fue otra vez Bouteng el que arrojó la primera, provocando un rush sorprendente de Lewandowski que, tocando dos veces la pelota con la punta de un pie estirado en plena carrera, eludió a dos adversarios y entró con la bola al arco. Más tarde un exacto pase de Mario Götze volvió a poner al polaco en situación de gol y por último el propio Götze maniobró en el área hasta encontrar el hueco por el que coló el quinto: 5 a 1, y nada más que hablar.
Y así como surgieron de la nada para repartir estocadas mortales, desaparecieron en el bosquecito cercano al Allianz Arena. Los del Dortmund, comentan testigos, acudieron a la policía quejándose de la banda que le robó un partido planificado, desarrollado en principio con seguridad y maestría; y que varios de sus jugadores tuvieron que ser hospitalizados en medio de ataques de nervios. La policía concurrió al estadio, con su cancha regada de zapatos destrozados de los damnificados que tanto corrieron en vano. Como dijo Henning Mankell en el policial Asesinos sin rostro: “Los técnicos de la policía buscaban huellas digitales para compararlas con el registro central del país. Investigaban dónde se encontraban los delincuentes más peligrosos conocidos. Comenzaron entrevistas con posibles testigos de la zona, repartían entre ellos formularios con preguntas. Tarde o temprano saldría algo. Una pista, un hilo del cual empezar a tirar”.
Lo único que se conoce con certeza es que la banda está compuesta por cinco alemanes, dos españoles, un austríaco, un ítalo-brasileño, otro brasileño y un polaco, los que fueron vistos el fin de semana, más un holandés, un chileno, un francés. El polaco, Lewandowski, es el más peligroso de todos junto con Müller, autores cada uno de dos disparos fatales en ese encuentro tan festejado en Munich y tan doloroso para el Dortmund.
De cualquier manera, y cualquiera sea el resultado de la búsqueda, nosotros, que estamos lejos de la Babaria, sabemos que el capo de la banda es un catalán. Una especie de mago que con la pelotita y unos cuantos hombres decididos armó una estructura de juego colosal. Existen datos concretos. Cuando comenzó a trabajar en Munich, Guardiola recibió un equipo armado, era campeón, lo único que querían sus dirigentes era mejorarlo. El Pep asumió que contaba con dos jugadores desequilibrantes, que rompían cualquier defensa: el francés Franck Ribéry (lesionado hace 7 meses, se recupera con una máquina de correr de la NASA ) y el holandés Arjen Robben (lesionado en un match del seleccionado de su país). Ahora está privado de ambos, pero, como hizo con Messi en Barcelona, ha creado el monstruo Lewandowski, un jugador que llegó formado, pero al que le ha dado el toque mágico que sólo Pep conoce. Ya he hablado del Bayern München y lo seguiré haciendo. Y, aunque nos parezca mentira por el estereotipo que tenemos armado del pueblo alemán, los muniqueses se enloquecen con estos muchachos. Lo recomiendo especialmente: es el equipo más divertido que se puede ver por tv.
(*) Partidos jugados: 8 Ganados: 8 Goles a favor: 28 (3,5 promedio) Goles en contra: 4 (0,5)