Por Laura Cabrera / Foto por Los Ojos de Anita
Elegir qué fotografiar, qué camino seguir, con qué convicción, con qué compañeros y compañeras. De cómo un disparo es el último paso de una cadena cargada de sentido e ideas compartidas. Hoy: Colectivx Veinticuatro Tres, Los Ojos de Anita y La Huella.
Estoy en un cuarto con paredes verdes. A mi derecha puede verse un ventanal de vidrios opacos. A mi izquierda un mueble archivador. El escritorio está lleno de objetos que no estoy usando y de otros que podrían indicar a qué me dedico: un anotador en donde se leen datos sobre este artículo, un grabador, una lapicera. Observo el monitor, escribo.
Supongamos que en este momento entra una persona y apoya un trípode frente a mí. Observa todo aquello que yo describí en esta nota. Observa cada detalle. Se detiene a pensar por unos segundos. Instala su cámara, ajusta la luz, la velocidad, enfoca, encuadra. ¿Dónde?, ¿qué de todo lo que vio le parece importante retratar?, ¿mis manos escribiendo?, ¿el desorden de mi escritorio?, ¿mi expresión a la hora de escribir?
Afuera, cientos de cámaras empuñadas por fotógrafos y fotógrafas son la herramienta mediante la cual todo aquello que alguien expresa en palabras, se convierte en un retrato, en un momento único, irrepetible e histórico. Esa es la fuerza de quienes tienen el trabajo de inmortalizar instantes a través de un disparo.
Sobre ese camino que tiene como último paso el instante inmortalizado (que será la primera instancia de visualización del espectador), los y las integrantes del Colectivo Veinticuatro/Tres explicaron: “No somos cazadores ni cazadoras de fenómenos, sino que más bien nos metemos donde más la realidad nos golpea e incita a rebelarnos, que en nuestro caso es con una cámara”, en ese sentido nada es fácil, todo es un desafío no solo por tomar una buena imagen sino por asimilar esa realidad y hacerla carne. “Hay que tener en principio mucha empatía con lo que se está haciendo porque despegarse nos dejaría en una situación de incomodidad. Por lo general no te encontrás con los mejores escenarios: un edificio tomado próximo a desalojarse, chicxs desaparecidxs, barrios inundados. Pero es el desafío que tenemos desde que enpuñamos una cámara, que es nuestra arma, y lo tomamos con total responsabilidad porque hay mucho en juego. Somos retratadores y retratadoras de algo que está pasando, algo que está sucediendo y que no tiene voz. Y ahí nos hacemos partícipes directos de la causa”, indican.
Imagen: Colectivx Veinticuatro/Tres
Pero las miradas son múltiples. Pueden depender de cómo mirar a esos “otros” y de cómo mirar a esos “otros” y pensarse a sí mismo en su lugar. En ese sentido, Los Ojos de Anita entiende que “hay 1001 temas para registrar con nuestras cámaras. Hay 1001 maneras de hacerlo. Cada fotógrafo es la fusión única de lo que elige mirar y de cómo hacerlo”. Si de hablar del “cómo lo hace” se trata, ella indica: “Del mismo modo que al pensar una vivienda, me pienso primero como habitante, condición a la cual sumo conocimientos específicos y herramientas profesionales de arquitectura, pienso la imagen como un aporte a las luchas, conflictos o espacios que elijo y comparto primero como persona. Ser comunicadores populares, es entregar una mirada desde adentro. Nuestras imágenes no son casualidades, son la parte visible de procesos de participación y compromiso que venimos llevando. Con estas imágenes, somos un puente visual entre un adentro compartido y un afuera que desconoce. Somos también memoria e historia de acontecimientos silenciados e invisibles para los grandes medios. Para nosotros las grandes noticias pueden residir en los pequeños detalles del cotidiano”.
Imagen: Los Ojos de Anita
La búsqueda de imágenes está en todos lados. Al sur del conurbano bonaerense se gesta La Huella, colectivo fotográfico que en su último trabajo se preocupó por denunciar el estado de la Laguna de Rocha, en Esteban Echeverría, que es amenazada por intereses privados a pesar de contar con una ley provincial que la preserva. “En nuestro trabajo como colectivo, aunque abordamos una idea común, a cada uno al momento de componer la foto lo moviliza algo diferente. Sin embargo, la edición de todas las fotos y su selección final nos dan la certeza de que el resultado es mucho más valioso trabajando como grupo”, asegura Nadia Incaugarat, una de las integrantes del espacio. Para su par Luis Monserrat, el equipo se define como una “sumatoria de opiniones” y se destaca por “la libertad” de un trabajo independiente que “no responde a intereses ajenos”. Es “pasión por mostrar sin palabras” lo que motiva la acción, aporta Yamila Somer, también integrante del colectivo.
Para Marcos Coronel, un claro ejemplo de cómo funciona La Huella es la manera que llevaron adelante el trabajo en Rocha, que integra una serie todavía inédita y adelantada en exclusiva para Marcha: “Ilustra una idea que da propósito al trabajo, la de poner en evidencia la intervención humana nociva”.
Imagen: La Huella
“Creemos que ver juntos tanto los paisajes como sus objetos contaminantes tiene la potencia de enfrentarnos con una realidad que se disimula en la rutina de todos los días, y -presumimos- contribuye a crear conciencia sobre cómo nos vinculamos con nuestros espacios naturales circundantes”, apuntan en conjunto desde La Huella, también integrada por Guillermo D’Ambrosio, Fabiana Di Dío, Aylen Ramijak, Leandro y Martín Mac Garva.
La imagen como noticia
Existe la discusión de si una imagen vale mil palabras o si en realidad las imágenes son complemento de las palabras. Lo cierto es que una imagen puede ser una noticia por el hecho de que una imagen es una historia en algún lugar del mundo, con determinados actores y sus características.
En esa búsqueda, los colectivos de fotógrafos tienen entre sí intereses comunes, vinculados a una temática o una idea que predomina todo aquello que retratan. “No podemos ser objetivos si vemos que hay personas que no cuentan con las necesidades básicas, que el Estado está ausente y hace todo lo posible por seguir estando para mantener el statu quo. Siempre se han dado discursos hegemónicos que se inundan de adherentes, pero si podemos mediante la imagen ser una contrahegemonía”, indica Veinticuatro /Tres. Más allá de esto, aseguran que no piensan en la búsqueda de la noticia sino que se dejan llevar por aquello que sulfura, lo que necesita respirar. “Elegimos toda lucha que nos parece justa, que nos infiere a ser criticxs de algo que nos parece que está mal, porque si así no sucediera nos dedicaríamos solamente a mirar la televisión. Toda injusticia merece ser fotografiada, toda vida merece ser dignificada y ahí estamos con la forma que nos quepa”, agregan.
Sentidos
Hay una tercera instancia en la que un momento histórico retratado pasa por los ojos de un tercero, de un espectador que es interpelado, llamado a reflexionar, a buscarle sentido a lo que ve, a emocionarse. En ese momento la imagen deja de ser lo que fue y pasa a ser algo con un agregado: el de quien observa.
“Cada imagen tiene un peso, un direccionamiento, una subjetividad que pide algo, reclama algo. Ya nuestra imagen dejó de ser nuestra, es una expresión de algo que está sucediendo en una coyuntura que nos involucra de forma ferviente. Estar ausente, de eso que se encarguen otrxs. Nosotrxs estamos presentes, latentes, expectantes ante lo que nos eriza la piel”, destaca Veinticuatro/ Tres sobre esta construcción que sin lugar a dudas tiene a los colectivos en cada imagen que toman.
A su turno, Claudia Pérez Turk, de La Huella analizó: “Tenemos la posibilidad y la responsabilidad de producir nuestro aporte al abordar costumbres y temáticas sociales y cotidianas, poner en imágenes distintas realidades y así generar una obra en un idioma que todos puedan comprender y, tal vez, reconocerse”.
Están del otro lado, justo en el borde sangrante que define el marco. En ese lugar, en ese momento, a esa hora y por esa injusticia, un fotógrafo o una fotógrafa disparó o disparará para no olvidar.
Para leer las demás notas que integran el especial “Los ojos con que miramos. Fotografía en el campo popular”, hacé click acá.