Por Noelia Leiva // Fotos: Sub Cooperativa de Fotógrafos
Un 2001 de asambleas y ollas populares alimentó sus ganas de organizarse horizontalmente. Así que desde 2004 trabajan en grupo, con firma colectiva. Como su nombre lo indica, son una “cooperativa de fotógrafos” que rescata lo “subjetivo” en el camino de encontrar y recrear historias. Sub Coop cuestiona el valor de clase de lo estético y el individualismo del trabajo fotográfico clásico.
La crisis. La crisis se vive. La crisis se vive en las periferias. La crisis se vive en las periferias y crea. Crea cambios, matices, muchas cosas, “nunca una sola”. Con ojo propio y un paso a la vez en el fortalecimiento grupal, SUB Cooperativa de Fotógrafos se inspiró en las formas de organización desde abajo surgidas en los sectores populares en 2001, el año en el que brotaron asambleas y cortes de calle como resistencia. Ese también fue el momento en que el proyecto empezó a andar, aunque se formalizó tres años después, con firma colectiva y reparto horizontal de los bienes obtenidos del trabajo. Y la búsqueda de romper estigmas para crear una propia estética de los márgenes.
En tiempos donde el Nuevo Periodismo pone en duda la delimitación de los géneros y legitima las pizcas de perspectiva que cuela quien escribe, para SUB la discusión sobre si es posible fotografiar objetivamente está superada. “No existe una única mirada, algo que para mí es una cosa para vos puede ser otra”, ancla, en diálogo con Marcha, Gisela Volá, una de las que lleva más de una década en la selección de temas, investigación, producción y edición en conjunto del materia fotográfico. El transcurrir los llevó de definirse como “fotoperiodistas” a consolidarse como “contadores de historias y hacedores de imágenes”, explica quien comparte la tarea con Nicolás Pousthomis, Gabriela Mitidieri, Gerónimo Molina, Martín Barzilai y Verónica Borsani, más Olmo Calvo Rodríguez desde España.
-¿Por qué decidieron ampliar su mirada fotográfica por fuera de lo exclusivamente periodístico?
–Durante los tres primeros años estábamos pendientes de la agenda de acontecimientos políticos y sociales de Argentina y de Latinoamérica, porque era inspiración lo que sucedía y teníamos la necesidad de registrarlo de manera subjetiva. Si íbamos a buscar fotos de la asunción de un presidente, también nos quedábamos algunos días más para encontrar otra veta. Entonces nos dimos cuenta de que había algo que nos interesaba mucho, que eran las historias. Empezamos a trabajar más con medios que estaban detrás del ensayo documental y nos interesó pasar a ser documentalistas. Ahora podríamos decir que nos gustan las fronteras de los rótulos. Nos gusta llamarnos comunicadores visuales y en ese hacer imágenes que nos ocupa nos interesa contar las historias. Por eso nuestro nombre deviene de la subjetividad.
-¿Por qué la necesidad de reivindicar ese concepto?
-Entiendo que no está mal en términos de ser éticos con lo que se muestra. Distorsionar es lo que no busca el periodismo, pero para nosotros es importante darnos ese lugar de creación. Hablamos de esa subjetividad porque es nuestro punto de vista, a partir de nuestra discusión y de nuestra constelación temática de intereses.
-¿Hay temas recurrentes a lo largo de su camino?
-Desde siempre fotografiamos temas vinculados con la problemática de la vivienda, que lleva a profundizar el concepto de territorio. A su vez, abre a pensar sobre las fronteras, que filtra temas como la inmigración y la discusión sobre los márgenes. Si pensamos el territorio como centro y margen, nos interesan las periferias, los barrios, siempre con una mirada que saque el estigma que se promueve sobre esos lugares, incluso desde el periodismo. Nos gusta escarbar. En ese universo, también entraron campesinos en la lucha por las tierras como se refleja en “17 veces volver”, un trabajo sobre desplazados de Paraguay por la soja. También hicimos “San Darío del Andén” porque algunos integrantes de SUB habían conocido a Darío Santillán.
–¿Cuál es el lugar que ocupa en su trabajo la idea de “autor”?
-Firmamos desde siempre de manera colectiva. Es una parámetro para trabajar y una posición política. Una de las cosas que más dificultades genera entre las personas que trabajan con lo sensible es el egocentrismo y la fotografía, de hecho, tiene una forma de trabajar muy solitaria. Lo que hicimos fue juntarnos, y decidimos perder un poco eso, aunque ahora estamos en un momento donde ya no nos preocupa que se sepa quién o quiénes trabajaron en tal proyecto. Creemos en la fuerza individual para fortalecer lo grupal. Hay otra cosa más que genera conflicto en los grupos humanos y es el dinero, así que decidimos que en materia fotográfica todo va a un pozo común y se reparte en salarios iguales a fin de mes. Vamos al hueso de lo que para nosotros es una cooperativa al desactivar el individualismo y lo puramente comercial.
-Con esta toma de posición, ¿cuál es la relación de SUB con la comunicación popular?
-Venimos de ahí. Cuando nos formamos era el comienzo de internet, esa era la manera de comunicar. Nos sentíamos un poco un medio porque trabajábamos con cosas que sucedían, armábamos gacetillas y hacíamos que lleguen a la gente. Nuestra construcción viene de ahí: un grupo que se organiza y quiere encontrar un espacio para contar. Por eso también nos interesa que las fotos vuelvan a los lugares donde se tomaron, que pasen a ser de la gente. Para nosotros estar en las asambleas de las fábricas recuperadas después de 2001 nos enseñó mucho. Cuando empezamos a pensar en nuestros propios parámetros de organización dijimos “que sea como ellos”. La horizontalidad, la autogestión y la repartición igualitaria de los bienes surgen de la crisis.
La “puesta en escena de lo real”
Retratar a una modelo esbelta, un representante del poder político o un personaje de la farándula admite habitualmente puesta de luces, que no es sólo ornamentación sino medio y mensaje a la vez. Por eso, Volá aclara que para SUB importa el “cómo” de la tarea fotográfica, que deriva de cada contenido y que comienza a pensarse desde los primeros encuentros “sin cámara” en los que el grupo investiga el tema escogido y conoce a las personas que retratará.
–Muchos de los relatos en imágenes sobre sectores populares reflejan estereotipos, incluso los que tienen que ver con la compasión o la infantilización de la pobreza. ¿Una decisión estética puede cambiarlo?
-Sí, somos hacedores de imágenes, entonces desde lo visual comunicamos. Hay en general una forma de mostrar las temáticas catalogadas como marginales, una estética de lo marginal. Pero nosotros quisimos corrernos. Hay historias que las vemos en color cuando el género pide blanco y negro o no admite flashes. Elegimos trabajar con flashes en Isla Maciel, por ejemplo. Para nosotros era discutir la estética de la belleza, sobre la que opera una cuestión de clase. Estamos acostumbrados a que algunos temas se los muestran muy bien hechos, iluminados, con herramientas técnicas; y las historias del otro cordón se ven sin ese cuidado. Nos parece interesante revertirlo, dar esta impronta estética en otras clases sociales. Trabajamos en lo que llamamos “puesta en escena de lo real”, que es que las personas hagan lo mismo de todos los días pero frente a determinada puesta de luces y de acuerdo a una composición.
-Entonces, ¿qué es lo bello?
-Lo bello está en la historia. Hay algunas que no piden una apuesta tan visual porque ya son potentes. Estas decisiones van cambiando en cada caso y de acuerdo a con qué queremos experimentar.
–¿Qué rol ocupa la confianza en su forma de trabajar?
-Es una cuestión ética. No abrimos la puerta y sacamos la cámara en la casa de las personas. La mayoría son actores sociales, no personajes, es decir que actúan de su propia vida. Por eso tiene que poder entablarse una relación, que es de ese momento, pero es intensa. Conocemos el espacio, las personas. Muchas veces las cuestiones estéticas surgen ahí. A veces es forzoso trabajar con luces porque va a haber incomodidad. La confianza es una especie de contrato, un gran porcentaje del trabajo.
–¿Hay participación de las personas retratadas en la edición del material final?
-Sí, muchas veces vamos mostrando imágenes a medida que avanzamos. Tuvimos algunas experiencias donde las personas nos hicieron devoluciones sobre la edición final. Por ejemplo, para el trabajo “Villa 21 lejos del cielo”, fotografiamos personas que ayudaban a salir a los pibes del consumo del paco. Había historias alucinantes. Cuando llegábamos a la instancia final nos dijeron: “solo esto no es la Villa 21, lo oscuro existe”. Y ahí nos dimos cuenta de que estábamos en una especie de romanticismo imaginario. Por eso es interesante cuando las personas se involucran.
Para saber más sobre Sub Coop: http://www.sub.coop/es/quienes-somos
Para leer las demás notas que integran el especial “Los ojos con que miramos. Fotografía en el campo popular”, hacé click acá.