Por Gastón Wahnish*/ Fotos por Cecilia Antón
Lilén Díaz, integrante de “Madres Víctimas de Trata”, explicó cuál es el rol que cumple el Estado en cuanto al acompañamiento de las familias y el abordaje de esta problemática en una entrevista radial con el programa La Revancha (FM La Tribu).
El miércoles 23 de septiembre fue el Día contra la explotación sexual y la trata de personas y “Madres Víctimas de Trata” organizó la campaña “Se trata de no más trata” para concientizar sobre el tema. Ayer inauguraron un local en Santiago del Estero 1662, en el barrio porteño de Constitución y realizaron una conferencia de prensa además de una muestra de fotos.
-No abundan los espacios de organización respecto a la trata, ¿cómo lograron organizarse en torno a esta problemática?
La verdad es que no abundan estos espacios. Yo soy amiga de Florencia Pennacchi, este año se cumplieron 10 de su desaparición, y durante este tiempo nunca encontramos un espacio donde organizarnos con las amigas. “Madres Víctimas de Trata” surge de un grupo de madres que sufrieron desapariciones de sus hijas y se agruparon para las acciones que armamos por los 10 años de la desaparición de Florencia. A partir de ahí y con ese objetivo concreto, empezamos con las madres a ampliar los objetivos. Habiendo pasado las acciones de ese día, el grupo continuó y se armó la organización.
Es un tema difícil porque, en muchos casos, las familias quedan muy vulnerables, sumado a que la trata es destructiva para las familias. Es muy difícil convivir con la idea de la trata. Por eso es muy difícil salir adelante y luchar. Cada familia termina haciendo lo que puede. Llegar a imaginarse que la trata es una posibilidad para el destino de sus hijas o sus hermanas es algo que uno intenta evitar para continuar con su propia vida.
-¿Cómo evalúan las políticas del Estado con respecto a la trata en los últimos tiempos?
Concretamente nosotras tenemos la experiencia con el caso de Florencia. Ella desapareció en 2005 y en ese momento el único caso conocido era el de Marita Verón. Buscando apoyos en distintos espacios, en ese momento no conseguimos en ningún lado. Luego de la creación de la Ley en 2008 se crea la UFASE, que era una Fiscalía especial de Atención en Secuestros Extorsivos. En 2011, nosotras nos acercamos con el caso de Florencia y, en ese momento, cuando fuimos con Pedro, el hermano de Flor, la UFASE tenía cuatro personas trabajando. Hoy en la UFASE hay una oficina bastante grande, con muchísima gente, mucho movimiento y ruido… Creo que el Estado, con las pocas herramientas que tiene, está aprendiendo a responder y se han distribuido las tareas entre los distintos organismos.
La UFASE, que hoy se llama PROTEX (Procuraduría de Trata y Explotación de Personas), depende del Ministerio de Justicia y su rol está más relacionado a lo judicial. Las acciones en las que puede intervenir hoy la PROTEX son un poco más amplias, sobre todo luego de la corrección de la Ley. Cuando nosotras fuimos con la primera ley, ellos nos decían que en el caso de Florencia no se podía intervenir porque era un caso previo a la Ley.
Hoy la PROTEX puede asistir o intervenir aún en los casos de desapariciones previas a la ley. De alguna manera interviene, acompaña a las familias y hace recomendaciones a los fiscales. Una esperaría que la respuesta sea más amplia y más integrada en lo judicial. Pero creo que hay un camino iniciado desde el Estado, de aprender a regular, a controlar y a prestar Justicia. Si bien hay un avance muy grande, por lo menos desde lo que vi entre 2011 y 2015, siempre nos va a faltar, siempre hacen falta las organizaciones.
-Hablabas de la dificultad de la contención para las familias, ¿qué rol le piensan al nuevo espacio físico de Madres Víctimas de Trata?
Concretamente la respuesta del Estado en términos de la asistencia a las víctimas es bastante poca. Esto se organiza a través de un comité nacional que coordina con los diferentes ministerios. Lo que tiene que ver con asistencia a las víctimas corre por cuenta de las áreas de Desarrollo Social de Nación en coordinación con las provinciales y municipales. Ahí es donde aparecen muchísimas falencias.
Las madres tienen que abandonar todas sus tareas para buscar a las chicas o avanzar con las causas. Por esto, hace falta un subsidio que le permita prestar atención al caso, porque si no, tienen que continuar con sus vidas y se pierden en el camino judicial.
También es necesaria la asistencia psicológica que fortalezca a la familia para que pueda seguir con la búsqueda y asistencia médica, porque algunos hermanos de las chicas caen en la drogadicción. Lo que vimos repetido en las madres y familias, es que no se pueden hacer cargo de la búsqueda de la chica, más allá de su clase social. De alguna manera encuentran cualquier excusa para pensar que no es trata, porque la trata es demasiado agresiva para poder convivir con esa idea. Entonces, hay que apoyarlas y acompañarlas mucho.
-¿En qué momento estamos a nivel de trabajo en la problemática de la trata?
Nosotras estamos muy focalizadas en organizar a las madres y que ellas puedan acompañarse entre sí. Vemos que hace falta que ellas puedan empezar a hablar, escucharse, a concebir que esa idea es posible y que tienen algunos espacios donde se las puede acompañar. Concretamente, algunos debates en el feminismo y los espacios que trabajan el tema, tienen que ver con concebir la prostitución como trabajo, o no. Son debates que atraviesan esta lucha. Algunas de las amigas de Florencia provenimos de clase media, y creemos que no es un trabajo. Pero entendemos a las chicas que lo ejercen, dicen que ellas son su propia voz, y no necesitan otras organizaciones que las representen. Lo justifican desde ahí. Nosotras podemos ver la violencia que se ejerce en esa acción y focalizamos en eso. Tiene que ver con una cuestión psicológica: ¿cómo la persona que pone el cuerpo de esa manera afecta su alma y su espíritu?