Por Laura Charro
Segunda parte de la entrevista de Marcha a Lilian Celiberti, quien desde Montevideo, nos cuenta los avances, desafíos y críticas necesarias que genera la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo, vigente desde finales del 2012 en Uruguay.
La ley 18.987, única en Sudamérica, permite a las mujeres uruguayas llevar adelante la decisión de abortar de forma segura y gratuita dentro del plazo de las doce primeras semanas, hasta catorce cuando han sido víctimas de una violación, sin plazo cuando hay riesgo para la salud de la madre o el feto es inviable. Para acceder a la interrupción legal, las mujeres deben pasar antes por consultas ginecológicas, psicológicas y de asistencia social obligatorias. Posteriormente, deben respetar un plazo de cinco días de reflexión, en el cual pueden desistir en su decisión.
Hay una fuerte crítica desde los movimientos de mujeres a la falta de promoción y campañas de difusión con información sobre la ley y cómo acceder a ella, como así también a los efectores de salud que retrasan en algunos casos los plazos de atención. Desde el Cotidiano Mujer, movimiento y revista que lleva adelante Lilian Celiberti desde hace más de treinta años, saben que “no es la ley que queremos pero es la que tenemos” y se ha logrado un balance positivo, en líneas generales, desde su existencia.
Algunos datos importantes: sólo una muerte materna fue registrada a muy poco tiempo de haberse promulgado la ley, 6 mil mujeres el primer año y 8 mil el segundo accedieron al derecho de aborto seguro, el 80% ya usaba métodos anticonceptivos y son en su mayoría mujeres mayores de 27 años –derribando el mito de la frecuencia del aborto adolescente y como método de anticoncepción-.
-¿Cuál es la crítica más fuerte que se le hace hoy a la ley?
En Uruguay tenemos en concreto una batalla con los médicos objetores de conciencia que resisten la capacidad de decidir de las mujeres. Presentaron un recurso al Tribunal de lo Contencioso Administrativo, cuestionando los artículos de la reglamentación de la ley que le prohibían al médico incidir sobre la voluntad de la mujer. El médico sólo debía habilitar el inicio del trámite de interrupción de embarazo y nada más. Ellos objetan esto y el Tribunal les da la razón. Estamos en esta circunstancia actualmente. ¿Por qué un médico me tiene que decir a mí cuales son las alternativas al aborto?, ¿o acaso cualquier mujer no sabe que puede dar a su hijx en adopción, si quiere? ¿Por qué tengo que dar en adopción un hijx? No lo quiero tener y punto.
-¿Sigue la práctica de la medicina reproduciendo estructuras patriarcales, a pesar de existir una ley?
Es la vigilancia disciplinaria de la medicina desde los médicos. La disciplina médica como control de los cuerpos es todavía una batalla ideológica y cultural que hay que dar. No alcanzan las leyes porque tenemos que apropiarnos de este derecho. No soy una menor de edad, no soy una deficiente mental, soy una ciudadana libre, autónoma y me puedo informar. No necesito que me informe un médico. Por supuesto que lo que me gustaría es que todas las mujeres puedan decir: “Señor, cierre su boca porque yo acá vengo a iniciar el proceso de aborto.”
¿Qué postura asumís ante esta ley, como militante feminista?
Yo puedo hacer un análisis crítico de la ley, pero considero que es mejor que exista la ley a que no exista. Hay otros feminismos que hacen también un análisis crítico, los cuales comparto, pero se la lleva a un lugar de no defensa en esos espacios y creo que ahí hay una diferencia que la acepto y respeto, pero no es mi postura. Yo no quiero estar en el lugar de decir “cuanto peor, mejor”. Yo quiero que existan condiciones para que la gente sea más libre, aun cuando sea pactado o regulado.
-¿Cuál es la lectura ante un Estado garante de derechos, pero que parece mirar hacia otro lado en cuestiones de fondo que la ley toca?
Hay un Estado que a través de sus múltiples organismos reproduce el retaceo de los derechos que se van conquistando. Te los dan por un lado y te los quitan por otro. Esta es en realidad una cuestión de fondo. El tema de aborto como derecho a decidir de las mujeres es una batalla que anuda muchas otras: el cuerpo, la capacidad reproductiva. Existe constricción tanto para abortar como para poder tener la cantidad de hijxs que quisieras tener. No sólo por una cuestión económica sino porque la vida está organizada de una manera en la cual se necesitan dos sueldos y las mujeres queremos tener también nuestra realización personal. Se generan más derechos pero la disputa sobre la interpretación de esos derechos está en un campo minado.
-¿El tema aborto sigue siendo entonces prioridad en la agenda feminista de Uruguay?
Lo es y se enlaza con otras prioridades y desafíos. Creo que tenemos por delante transformaciones de fondo sobre el rol del Estado, el Código Penal, la matriz patriarcal sobre la cual está asentada la estructura estatal y ver cómo lo llevamos al debate público. Intentar de colocar, por ejemplo, la figura del feminicidio en la ley. Incluso con resistencias desde los organismos de DDHH, desde un argumento el cual comparto: referido a que no es desde el aumento de penas que vamos a resolver una mejor convivencia ciudadana. Pero es todo un desafío.
El otro desafío es cómo nos apropiamos de los derechos que tenemos y la mirada cultural sobre los derechos. Salir de la burbuja e ir al tejido social, las relaciones cotidianas, cómo se reproduce la violencia, la desigualdad, la discriminación. Y en tercer lugar, el tema de los medios de comunicación y la construcción simbólica de otros imaginarios posibles.
Primera parte: