Por Ulises Bosia. Durante el discurso por el Día de la Industria, la presidenta señaló una “grave inconsistencia” en los planteos del titular de la UIA. Sin embargo no explicó la causa de esa supuesta falta. Marcha te responde por qué.
La cantidad de minutos en cadena nacional que usó Cristina en lo que va del año, si esperó o no el final del partido de Racing contra San Martín de San Juan para empezar la transmisión de su discurso, la interrupción del sacrosanto prime time de la televisión y las graves consecuencias para los televidentes y anunciantes, la supuesta migración masiva hacia los canales de cable para evitar la intromisión presidencial en el propio control remoto y la eterna discusión sobre el verdadero rating de la transmisión, fueron algunas de las repercusiones en los medios de comunicación de la última cadena nacional de la presidenta.
En esta nota, sin embargo, no abordaremos esas fascinantes discusiones sino un eje menos transitado. Siguiendo las palabras de la presidenta encontramos un debate explícito con el titular de la Unión Industrial Argentina (UIA), José Ignacio de Mendiguren, que reproducimos textualmente. “Todavía y muy a pesar nuestro, en estos 9 años, si bien hemos dado un salto cualitativo fenomenal en la incorporación de industria nacional, de que las cadenas cada vez tengan mayor grado de participación nacional en cada uno de sus eslabones, decía el Vasco, el titular de la UIA, que todavía nuestra matriz productiva tiene una dependencia de las importaciones y que, por lo tanto, es bueno que no haya demasiadas restricciones en la importación porque eso puede afectar a la producción. Al mismo tiempo que se dice esto, y no es un reproche para nada para él, porque para eso estamos, para debatir, para discutir, se dice también que el tipo de cambio está retrasado. Ahí tenemos una primera y grave inconsistencia.”
Cristina acusó al titular de la UIA de plantear una grave inconsistencia, teniendo en cuenta que si por un lado De Mendiguren reclamaba una flexibilización de los controles a las importaciones como una necesidad para la actividad industrial, por otro lado el aumento del dólar provocado por una devaluación de la moneda nacional implicaría también un aumento del costo de esas mismas importaciones. Por lo tanto, según la presidenta, hay una inconsistencia lógica entre ambas proposiciones. Una contradice a la otra.
El problema es que Cristina no aclaró durante su discurso la razón que explica esa supuesta inconsistencia. ¿Por qué un dirigente con un calibre intelectual nada desdeñable como “el vasco” De Mendiguren cometería semejante error justo en un tema que es el más elemental para el lobby industrial? Es necesario encontrar una explicación ante este hecho.
En realidad no se trata de una inconsistencia. En algunos sectores de la industria puede existir esa contradicción, pero de conjunto, lo que los empresarios plantean, es un ataque a las condiciones de vida de la clase trabajadora. Por detrás de los discursos y las sonrisas, se esconde un episodio más de la permanente lucha de clases que atraviesa a nuestra sociedad dividida y desgarrada entre tan pocos que tienen tanto y tantos que tienen tan poco. El lobby de la UIA presiona para revertir el descenso de la competitividad de sus productos en el mercado mundial por la vía acostumbrada al capital nacional: mediante una reducción de los costos de producción que fundamentalmente quiere decir una reducción de los salarios de la clase trabajadora. Como argumentó la misma presidenta “el primer perjudicado ante un proceso devaluatorio es el poder adquisitivo del salario de los trabajadores”. Además, intentan esa maniobra en un panorama salarial que hace más de cinco años que se mantiene inalterado en la relación entre las ganancias empresariales y las de la clase trabajadora, mediante paritarias que se actualizan aproximadamente siguiendo el ritmo de la inflación. Es decir que no lo hacen ante una disminución de sus ganancias sino después de años de “juntarla con pala”, según la expresión de Cristina.
La otra alternativa que tienen los industriales sería apostar a la inversión para aumentar la productividad del trabajo y ganar en competitividad, un comportamiento que resulta endémicamente esquivo a las clases dominantes argentinas, con la excepción de muy pocas ramas de la industria. Por un lado ello supone asumir menores niveles de rentabilidad a corto plazo, y por otro lado para los grandes conglomerados industriales transnacionales –de gran importancia en nuestro país- es inconveniente una instalación sólida en un país porque siempre prefieren ser capaces de emigrar rápidamente a la región del mundo que les genere mayores beneficios con la menor inversión.
Existen múltiples herramientas estatales para proteger la competitividad de la industria nacional, que sin embargo se encuentran ausentes de los reclamos industriales. En consecuencia, si la presión de la UIA no estuviera destinada a reducir los costos salariales, la discusión giraría por otros carriles. Los grandes desembolsos de subsidios que engordan los bolsillos de los empresarios y que no siempre se traducen en las inversiones prometidas son financiados por el trabajo del conjunto del pueblo argentino, sin embargo eso no es suficiente para ellos.
El papel de los altos niveles de consumo es central en la reproducción de la actividad económica en nuestro país, y un pilar del capitalismo con inclusión que plantea Cristina. Por esa razón existe un rechazo oficial hacia las presiones para una devaluación brusca que provienen tanto del lobby industrial como también de las entidades agrarias que exportan materias primas, si bien el Banco Central ha venido administrando una devaluación lenta pero segura del peso en los últimos años.
Parada frente a los principales representantes de la actividad industrial de nuestro país sería incómodo explicitar la causa por la que los capitalistas pretenden devaluar. Además de obvia para todos ellos. Pero hablando por Cadena Nacional no es lo mismo, porque potencialmente la escuchan los 40 millones de argentinos y argentinas que gobierna, para los que tendría más sentido escuchar de boca de la presidenta cuál es la disputa que se está dando. El problema es que si lo dijera desacreditaría al mismo tiempo uno de los pilares de su política: la colaboración entre empresarios y trabajadores para alcanzar un supuesto capitalismo serio. Y no por culpa de la lucha de los trabajadores sino de la voracidad congénita de nuestras clases dominantes.