Por Juan Manuel de Stéfano.
Varios protagonistas suman sus esfuerzos para que la cosa se ponga cada vez más densa y sospechada. Todos se quejan, hablan, señalan y se lastiman.
“Cuando perdés 3 a 0 hay que callarse y seguir trabajando, perdimos bien. Hay que tener autocrítica y este grupo la tiene. El arbitro dirigió bien, más allá de la expulsión de un jugador nuestro”. Declaraciones de Diego Milito luego de perder el clásico. Se puede decir que es un hallazgo, algo totalmente fuera de lo común. Una manifestación con un cierto contenido de hidalguía, casi patriótica en los tiempos que corren. El fútbol argentino es un compendio (hace tiempo) de declaraciones, actitudes, manejos, reacciones, actos y actuaciones de pésimo gusto. Y en este popurrí vergonzoso y vergonzante no se salva nadie: jugadores, entrenadores, hinchas, árbitros, dirigentes, periodistas e hinchas. Casi todos contribuyen a agigantar esta imagen penosa que nos suelen entregar cada fin de semana. Hay varios ejemplos recientes para mostrar todo lo que se encolumna detrás de estos menesteres. El notable Juan Pablo Varsky le dio la fantástica definición de “Termolandia”. Y razón no le falta. Por ejemplo: 4000 tipos que se quedan tirando cosas, insultando a los jugadores de River luego del Panadero- Gate, en aquel ya recordado clásico entre millonarios y bosteros. ¿A qué se quedan? En esa tristísima imagen que se pudo apreciar había de todo: gente joven, jubilados, y no estaban en la popular… Esto sucedió en la platea de Boca. ¿Qué decir del entrenador de Boca y los jugadores? Solidaridad cero, Arruabarrena casi que los acusó de no querer jugar, de abandonar y su plantel levantó las manos de cara a la popular y, minutos antes con el partido suspendido, se colocaban en la cancha vaya una a saber para qué.
Miserias, miserias y más miserias. Después declaran que el jugador es lo más sano, que los colegas son lo más sagrado y las buenas costumbres son una convicción inalterable. Todo mentira. Se pegan, se rompen, les dan de comer a los barras (esto último, con la inestimable ayuda de sus dirigentes), no les importa nada salvo su pellejo y los resultados. Algunos periodistas también son actores principales en todo este tema. Tévez era, hasta fracturar a Ham (fue muy mal y puso el pie en forma imprudente, pero jamás se puede aseverar que fue con la intención de quebrarlo) un dechado de virtudes, el jugador del Pueblo. Era más que Messi jugando, y declarando era una mezcla de Ghandi y la Madre Teresa. Aflojemos un poco, muchachos, ni Terminator ahora, ni una Carmelita descalza antes. Incluso, muchos comunicadores que hablan de moral y buenas costumbres, pero luego hacen negocios con el Estado (el impresentable Fernando Niembro) o están incluidos en negociaciones de jugadores, o en la compra- venta. Es cierto que se deberá revisar –los jugadores– la imprudencia que muestran para con el físico de los contrarios en cada partido.
Así como la patada de Tévez de este fin de semana, se aprecian dos o tres por fecha. Sin ir más lejos, Pisculichi pegó una muy parecida ante Lanús y sólo fue amonestado. Se suceden las declaraciones entre los protagonistas (el bueno de Carlitos, entre ellos) indicando que se juega muy fuerte, que hay que bajar los decibeles, etc., etc. Sin embargo, al entrar a la cancha se olvidan de todo. Es como una gran montaña de mierda en la que todos van agregando un sorete para que la torta crezca indefinidamente. Y crece, eh, vaya si lo hace.
Los árbitros que no ven o se hacen los que no ven ante faltas tremendas, o dependiendo de quién las pega. Todos cargan contra ellos y hacen responsable a un arbitraje del mal resultado. Y no se trata de defender a nadie, es sólo poner en contexto cómo somos y cómo se viven en nuestro país los temas referentes a “la pelotita” o el deporte en general. Es la tierra en la que Gabriela Sabatini era una amarga porque no fue N° 1(¡Cómo se te extraña, Gabi querida!), Del Potro es un “pecho frío” (¿Y vos sos Delpo en tu laburo? Llegó a ser el tercero del mundo en un momento ) y el caso paradigmático e indignante de sindicar a Messi como un “perdedor y vendepatria” por no putear como Maradona, no tener su personalidad y cometer la terrible osadía de no parecerse en nada al Diego y no llevarnos a ganar cosas importantes. Y todo tiene que ver con todo, no vaya a creer. Como el caso de Marcelo Gallardo, quien ha sido destacado desde estas líneas por sus aciertos futbolísticos y la saludable intención que demuestra su equipo en el campo de juego. Además, se lo sindicó como un tipo con las cosas claras, y medido. Parece que se “emborrachó” con las burbujas del Champagne del triunfo y decidió parecerse a la mayoría de sus colegas. Luego de perder 1 a 0 el clásico se quejó porque el vecino condicionaba al árbitro. Lloró porque del otro lado –según asegura– actuaron con principios indecorosos y fuera de lugar. Luego del partido con Lanús también señaló al equipo contrario indicando que “hicieron tiempo, se metieron atrás aunque suelen tener otra propuesta”. River llegó una sola vez con relativa claridad al arco rival. Pero mejor hacer responsable a los del otro lado. El mismo Bauza, que se queja porque “es un año electoral en la AFA” cuando le cobran un penal dudoso en contra, y señala que el juez tuvo un buen encuentro cuando gana y recibe algún fallo a favor. Noir le hace señas a la hinchada del Rojo cuando hace 5 minutos que juega en Racing, Bernardi carga a la gente de Central haciendo gestos ofensivos y su ayudante de campo da la charla previa y asegura que hay que salir a “romper al medio” a los rivales.
Y así estamos. Es todos contra todos, el que no llora no mama, el que no habla es un tonto, el que no condiciona al árbitro es un gil y siguen las firmas y los ejemplos. Todo un cambalache, todos contra todos. Una verdadera y cabal guerra sucia. Siga, siga.