Por Cezary Novek
Hoy se presenta en Córdoba el libro Miserias de la abundancia, de Manuel Megías. En diálogo con Marcha, el autor habló sobre la construcción de su primera novela y otros aspectos de su vida que lo llevan por el mismo camino: el arte.
Ismael pide ver un departamento a una inmobiliaria. Mientras el vendedor se lo muestra, los recuerdos se disparan. Es la casa en la que pasó la infancia junto a sus padres, antes que el éxito los llevara por otros caminos. Hoy es heredero de una empresa bien posicionada y los recursos le sobran. Pero su vida es un infierno. Lo quiera o no, Ismael causa daño a los demás cuando no se lo está causando a sí mismo. El vacío, la obsesión por lo que se fue, el desinterés por el presente y el futuro lo tienen encerrado en un laberinto de excesos y oscuridad. Pero antes de acabar con todo, la escalera de descenso al averno tiene muchos escalones con descansos. Manuel Megías narra la decadencia de un ciudadano cualquiera, que dejó de lado sus sueños para seguir un mandato. En su primera novela, se revela como un narrador sobrio, que provoca acidez con situaciones sórdidas y abyectas. Construida por frases lacónicas alternadas con diálogos que rezuman cinismo, la novela es contundente a la hora de mostrar que sin importar lo mal que pueda estar una persona, siempre se puede caer más bajo. La vida a través de los ojos del personaje es un asco total, hasta los momentos tiernos están condimentados con asco.
Horas antes de subir al avión junto con el editor, Marcos Almada, Manuel Megías conversó con Marcha sobre la novela y sus futuros proyectos.
¿Desde cuándo escribís?
-Lo de la escritura viene desde pibe. Incentivado por mi viejo, que me hacía leer cosas y escribir sobre lo leído. Siempre estuve incentivado y atraído por la música, el teatro, la escritura. Mi viejo es actor y profe; también escribe, pero no edita. Mi hermano es escritor y músico.
¿Cómo fue que llegaste a Ismael?
-Fue un tirón. Un disparador, y después fue creciendo, sin saber bien para dónde iba. Cuando me di cuenta de que había algo fue que empecé a pensar, a ajustar y a llevarla para ciertas escenas que quería que pasaran. Creo que es muy musical, así la leo. Por momento creo que lo logro mejor que en otros. Y el personaje se fue haciendo solo. En un principio me lo hacía más monótono, aburrido, no tan violento ni hijo de puta. Sino más bien de un tipo que se levanta y hace todos los días lo mismo, con una mujer que no le despierta nada.
¿Y a Alto Pogo?
-Con Marcos (Almada, el editor) tenemos amigos en común. Hicimos un programa de radio juntos, en el que improvisábamos, leíamos, armábamos escenas. Yo en ese momento no estaba escribiendo nada. Un día me invita a Corrinchos, una movida literaria que se hacía en el Pacha, donde varios autores llevábamos capítulos de novelas inconclusas. Por ahí pasaron varios de los que hoy están escribiendo.Yo llevé un texto viejo que tenía encajonado. Ahí me cuenta del proyecto editorial que tenía, y que quería editar la novela. Ahí me siento a escribir, pero no le encontraba la vuelta, era un texto viejo, desprolijo, yo ya escribía distinto. Después de un tiempo empiezo a escribir Miserias. Fueron tres meses, todos los días y en horario laboral. A la noche corregía, me tomaba un vino y aparecían otras cosas. Finalmente le di Miserias y acá estamos. Al primer borrador lo dejé estacionar un tiempo y volví a leerlo, el proceso de corrección y de laburo con Marcos fue más largo. Le daba a la mañana y después me quedaba a la noche cuando la familia dormía. Marcos hace un laburo excelente, de hormiga, tardes y tardes de juntarnos en un bar, leer dos o tres capítulos y él hacerme las apreciaciones que ya tenía marcadas. Para mí le dio una pulida y la hizo más precisa, contundente. Directa al pecho. Después del primer encuentro ya sabía lo que me iba a marcar.
La novela es directa y precisa, ¿cuánto del editor hay ahí?
-En el borrador la novela tenía varios chistes y auto mutilación innecesaria, de decir “estoy mal, triste…”, cosas así. Él como que le pega una estirada y las cosas que abundan, que están de más o explican de más, se tachan. Tiene buen ojo. Creo que eso fue clave para el resultado final: se fueron los chistes, que te sacaban del ritmo frenético que tiene la novela, pero igualmente quedó el humor entre líneas, el cinismo, la ironía. Y eso también descomprime un poco la tensión y la hace más llevadera.
La prosa tiene cierto ritmo que roza la oralidad, ¿hicieron muchas lecturas en voz alta?
-Cuando nos sentábamos en el bar, él ya venía con las anotaciones, y leía los capítulos en voz alta. Más él que yo. Ahí también te das cuenta de cosas, palabras, ritmos, diálogos. Con los diálogos me volví muy detallista, intenté que fueran reales, posibles, sin tanto monólogo que en la vida real no pasa nunca.
¿Cuál fue el punto de partida para esta historia?, ¿te vino primero el personaje a la cabeza o hubo una situación puntual?
–El disparador fueron esas primeras líneas: “Estoy parado frente a la casa de mi infancia”, después como te dije, tenía escenas que querían que sucedan pero no de qué manera iba a llegar a ellas. En ningún momento se me ocurrió pensar la escena en el hotel, todo eso lo fui viviendo mientras lo escribía. Los que me conocen saben que hay mucho de mí, de mi historia, exagerada a más no poder, y ficcionada. Creo que tiene cine, series, literatura, música. Está influenciada por todo eso. El cine de Tarantino y Alex de la Iglesia, por ejemplo.
La música muchas veces trae influencia, ¿escuchaste mucha música mientras escribías?
-Escribí bastante escuchando Push the Sky Away, de Nick Cave. Es un disco tranqui pero me acompañaba muy bien y había salido recientemente. La escena de las putas, por ejemplo, la escribí escuchando You Can Leave Your Hat On una y otra vez. Quería que tuviera ese ritmo, meterme. Y siempre está Leonard Cohen. No me tiene que molestar al oído la música, tiene que estar bajita y acompañar. Otras veces también es necesario el silencio. Pink Floyd también me funciona. La música en español me distrae.
¿Cuáles son los autores a los que siempre volvés?
-Yo antes leía mucho Anagrama. Muy españolizada mi literatura. Fue Almada el que me incentivó a leer autores argentinos contemporáneos. Yo tenía la idea pelotuda de no querer influenciarme. Así que ahí me fui encontrando con unos cuantos: Ramos, Bizzio, Maggiori, Busqued, Ronsino. Hoy no puedo leer Anagrama. A Bukowski lo leí y leí. Creo que lo voy a volver a leer, ni hablar si hacen una traducción más argenta. Hay algunos libros que sé que volvería a leer con el tiempo: Keroac, Carver. De contemporáneos espero la segunda novela de Loyds. Más de Ramos y Bizzio.A Busqued a full. Después de Bajo este sol, tremendo ¡quiero más! Casas me gusta. Marcos Almada también. Es buen editor y escritor también. Merca (Loyds) salió unos meses antes que Miserias y fue…. “Mirá este hijo de puta la novela que se mandó”.Me la comí en un día y me quedé con sensación de vacío, de que me faltaba esa compañía.
¿Qué estás leyendo últimamente?
-Ahora terminé Distancia de rescate, de Samanta Schweblin, que me gustó mucho.
¿Qué proyectos tenés en carpeta ahora?
-Tengo uno que quedó pendiente de la colección de la Expo de la Nueva Narrativa, que estaba próxima a salir pero cerró el sello. Es una novela corta, se llama De dónde vienen las hormigas, y es un delirio muy absurdo. Es una historia más de mi generación. Un tipo que tiene un accidente y se despierta en su casa, con una señora que no conoce sentada en su sillón. No entiende nada. Flashea, y va entrando en una secuencia de paranoia, locura, absurdo… bien Alex de la Iglesia. Esa está terminada. Y ahora estoy trabajando una nueva, que está medio en pañales. Está ahí en sus primeros capítulos, no sé bien para dónde va. El personaje es un director de teatro del under, esos que ya son medio conocidos en el ambiente; un enfermo del laburo, paranoico también, pero genio en lo suyo, algo hipocondríaco…
Tenés una banda, Boedo & Monserrat. Algunos videos se pueden ver en Youtube. ¿Va por caminos diferentes la búsqueda en lo musical?
-Boedo es un proyecto ambulante. Los que tocan conmigo son amigos (grossos) que tienen sus bandas y cuando encajan los tiempos me acompañan. Es un gusto mío tocar con ellos porque los admiro.Y la música me es más difícil. Tengo pocos recursos, muchas limitaciones, pero a veces llego a lugares que me gustan. Ahora voy a empezar a grabar algunas canciones de manera casera y después veremos. En 10 días toco en la maratón de cantautores, que es una movida que organizo cada tanto y me da muchas alegrías. Música, literatura, muy pocas veces teatro, pero siempre en algo de eso ando. Para no volverme loco.
¿Cuánto de tu historia personal hay en la novela?
-Creo que el esqueleto fue la ruptura amorosa de la relación de mis viejos. No la mía con ellos, que es muy buena. Eso creo que es el esqueleto, dándole otro cuerpo y exagerando todo.-
*Miserias de la abundancia se presentará el viernes 18 a las 18:30 en el Espacio Antena, en el patio del Cabildo Histórico de Córdoba.
La lectura es a las 21 en la librería Volcán Azul, Achaval Rodríguez 244, Galería Barrio. Local 16. Participarán Juan Alberto Crasci. Paula Brecciaroli, Claudia Sobico y Marcos Almada.
Musicaliza: Frecuencia Fantasía
Manuel Megías. Buenos Aires, 1983.
Es músico y escritor. Su cuento Oscuridad integra Paganos, antología de Santos Populares. Boedo& Monserrat es su identidad musical, con la que tiene pendiente la edición de Canciones de cunas para niños depresivos. Miserias de la abundancia es su primera novela