Por Jesica Farías / Foto por Victoria Bosch
El sábado 12 de septiembre se realizó un nuevo Encuentro Regional de Mujeres. La sede fue la localidad de San Martín y convocó a más de 800 participantes. Esos son los datos duros, pero ¿sabes cómo se sintió esa reunión diversa? Nosotras te lo contamos.
Los Encuentros Regionales de Mujeres (ERM) tienen historia: empezaron a hacerse en 1991. Puede ser que vos no hubieras nacido. Yo tenía 9 años y no me imaginaba así: en la calle, ampliando la voz en un micrófono abierto y compañero, compartiéndome con otras. Tampoco creía, allá cuando estaba en tercer grado, que el aborto – tiempo después- sería mi decisión. Y lo fue: mi cuerpo es mio me dije. Y ahí fui, liberada de mandatos pero clandestina. No hubo misoprostol porque aun no conocía a las socorristas, esas que el sábado 12 de septiembre anduvieron de taller en taller, en los más de 30. ¿Y qué tiene que ver esto con el Regional? El encuentro es esto: es apertura. ¡Es tan cierto eso de que cada uno nos cambia! No volvemos iguales: nos devuelve insumisas, con la boca suelta, deseosas descartar miedos y ataduras, de deshacernos de las violencias. Así también volvimos de la reunión que nos juntó a más de 800 en San Martín.
“Durante 4 meses nos reunimos para pensar, debatir y construir este espacio entre muchas organizaciones locales pero también del resto del oeste del conurbano”. Nos lo cuentan las integrantes de la Comisión Organizadora del XVIII Encuentro Regional de Mujeres. En pocas palabras resumen todo el trabajo de más de 15 semanas. Pero, ¿por qué eligieron San Martín? Porque es un “territorio, extenso, diverso y complejo” que está “compuesto por pintorescas localidades céntricas, barrios muy humildes y asentamientos de emergencia en toda la rivera del Río Reconquista”, tal como ilustraron en el documento que se vibró en la apertura, cuando la Escuela 1 de esa localidad del noroeste del conurbano bonaerense, donde nos dimos cita, se llenaba de nenas, jóvenes, adultas y re adultas.
El predio del CEAMSE es parte de esa geografía. Basural a cielo abierto que contamina a vecinas y vecinos. Sumidero en el que abandonaron, tras violentarlas, a Ángeles Rawson y a Melina Romero. Sus femicidas, hijos sanos del patriarcado, allí las depositaron: se deshicieron de ellas, con sus historias y deseos, como de un objeto que ya no se necesita. Sobre sus femicidios volvieron los medios, con sus micrófonos y cámaras, revictimizándolas. Esas temáticas circularon en algunos de los 30 talleres que funcionaron, como desde hace 24 años, de manera horizontal para que todas las voces se escuchen; en donde la palabra fue un derecho por igual, sin importar condiciones sociales, militancias, títulos o edades.
Listas, preparadas
Antes de los talleres, que fueron tan convocantes que tuvieron que desdoblarse y realizarse en la Escuela 85 –a unas cinco cuadras de la principal-, hubo charlas. Lejos de la clásica en donde una habla y otras escuchan, esos espacios que se desarrollaron por la mañana, cuando el sol se iba asomando, movilizaron a cada una de las participantes, todas activas. Con modalidades que fueron desde el debate o la presentación, hasta una obra de teatro montada en un aula (Elena, teatro sobre cuerpos, deseos y prostitución + debate con referentes de la Asociación de mujeres argentinas por los DDHH), dejaron a todas con ganas de más.
Mundanas realizó un taller vivencial sobre abuso sexual en la infancia que tuvo, como sus impulsoras remarcaron, el objetivo de “reconocer el abuso sexual sobre niños, niñas y adolescentes como una forma más de violencia de género, ejercida no solo por violadores particulares o aislados, sino por este sistema patriarcal que los genera y ampara”, además de socializar herramientas para detectar e intervenir; la Campaña Nacional contra las Violencias hacia las Mujeres extendió su espacio de lucha contra las agresiones e instituciones que se encargan de reforzarlas y reproducirlas a la zona norte; y las Socorristas en Red aportaron a deshacer mitos alrededor del aborto con pastillas y las personas que abortamos.
En tanto que el Frente de Mujeres Evita, la Red de Mujeres y el Espacio de Salud Feminista también refirieron a las interrupciones voluntarias de las gestaciones. Y hubo espacio para repensar nuestras relaciones amorosas, la diversidad sexual (a cargo de Putos Peronistas), el feminismo popular, mixto y disidente (Mala Junta – Patria Grande), entre otros. Pero también para pensar nuestra propia defensa, nuestros cuerpos en relación del arte, el vínculo entre la violencia y capitalismo, y la obstétrica.
“¿Estamos listas? ¿Tienen sus conjuros preparados para caminar alrededor del fuego?”,exclamaron algunas, en ronda. Más allá, pero cerca, las Mujeres de Artes Tomar conjugaron arte y activismo antipatriarcal para transformar(nos). Y vaya qué lo hicieron!
Salir a luchar
A la tarde, cuando el sol apenas acariciaba las pieles de las más de 800 mujeres encendidas, salimos a la calle con los ojos brillantes, con ese fulgor que solo destella la alegría compartida; con los brazos fuertes que empezaban en una pero que se extendían a otros que se unían a uno más, cuyo par levantaba banderas; y con las voces quebradas de tantos debates dados, que aún se despertaban en las gargantas sin represión alguna. Y todas fuimos una. Así avanzamos, organizadas con paso firme, por el territorio que nos curte y no nos da tregua. Así seguimos, más fortalecidas. El silencio ya no nos cruza la boca. No tiene más lugar en estos cuerpos: somos voz y somos lucha.
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