Por Mariano Pacheco
Luego de participar en una actividad contra el linchamiento de un pibe que había robado un celular, por parte de vecinos “indignados” en Córdoba, el grupo de fotógrafos Colectivo Manifiesto recibió amenazas a través de las redes sociales.
Es el Estado, claro. Son los medios hegemónicos de comunicación. Las “lógicas de temor y control” de las que habla Esteban Rodríguez Alzueta. La ciudad enrejada, el mundo “domos” que aparece en las canciones de la banda de rock Besadores enjaulados. Pero también son los microfascismos que circulan horizontalmente. Una suerte de “fascismo molecular”, rudimentario, que organiza los valores hegemónicos de nuestra sociedad, que puede verse expresado en esa “voluntad de linchamiento” que recorrió ciertos rincones de nuestra patria en los últimos tiempos, y que no puede ser pensado sino en el marco de cierto imaginario colectivo, de la encarnación de un nuevo mal, de un demonio post-dictatorial, que es la expresión sincera y descarnada de una violencia poblada de prejuicios y amasada en infinidad de conductas, de comentarios y silencios cotidianos, sobre el que se monta una ideología claramente de derecha, pero también, donde anida cierta indiferencia que se expresa luego en sentido común, el más común de todos los sentidos, como alguien dijo alguna vez. Sentido común que es puesto en cuestión cada vez que una porción de nuestro pueblo se organiza, y lucha por cambiar la situación en la que se encuentra.
Una cooperativa de carreros, una ocupación de tierras donde se construyen viviendas, un proyecto de trabajo autogestivo, una escuela tomada por sus estudiantes, una jornada cultural para exigir Justicia por un pibe asesinado por la policía en un caso de “gatillo fácil”, una audiencia judicial donde se pone en juego la impunidad, una feria agroecológica, un encuentro de medios de comunicación popular, una marcha contra los femicidios… una diversidad de dinámicas del movimiento social que se viene produciendo en Córdoba, desde abajo y a la izquierda, ha sido registrada, documentada por un grupo de fotógrafos de la provincia: el Colectivo Manifiesto. Allí estuvieron ellos, también, hace unos días, para decir “Nunca Más”. En este caso, a los linchamientos.
Y llegó lo inesperado. Lo indeseado. Esta vez, no la represión, no el apriete del Estado, que en Córdoba de todos modos vienen siendo moneda corriente. Pero no. Esta vez pasó que “simples ciudadanos” comenzaron a hostigarlos en su muro de Facebook. Mensajes agresivos, insultos y amenazas, según describieron en su último “posteo”, en el que aclaran que los han puesto “en alerta”, y obligado a escribir unas líneas, en las que cuentan que luego de publicar unas fotografías sobre un episodio ocurrido en la zona norte de la ciudad de Córdoba, “el linchamiento de un joven que había robado un celular y fue cazado por un grupo de vecinos indignados, atado a un poste y asesinado a patadas”, se produjo en la mencionada red social virtual “un debate sobre vida, justicia, propiedad y derecho”. Eso, en un primer momento.
Pero luego los comentarios subieron de tono, y los mensajes empezaron a llegar “por privado” a su cuenta. “Nunca quisimos con nuestras imágenes justificar un ladrón, sino dar cuenta del deterioro desastroso de las relaciones que hoy tenemos en nuestra sociedad. Mostrar lo absurdo que es quitar una vida por un teléfono”, expresan en el comunicado, en el que no se hacen los distraídos respecto de lo que sienten, lo que piensan, el lugar en el que se encuentran a la hora de captar una imagen. Por si quedaran dudas, lo explicitan: “Es verdad, tomamos partido, no somos imparciales frente a las injusticias y no nos vamos a quedar de brazos cruzados mientras a los de abajo se nos estigmatiza, criminaliza y asesina por ser de abajo. Los culpables verdaderos de estas injusticias nunca son cuestionados ni perseguidos a patadas por vecinos indignados”.
En diálogo con este cronista, uno de los integrantes el grupo aseguró que ya se han puesto en contacto con abogados de derechos humanos para avanzar en las acciones legales correspondientes hacia todos aquellos que, desde sus cuentas de Facebook, los han agredido, en la búsqueda por resguardar su trabajo y su integridad física.
Lejos de amedrentarse, los “Manifiesto” aseguraron que seguirán con su trabajo tal como lo vienen haciendo, con igual o mayor compromiso y convicción. “Vamos a continuar retratando la realidad que nos toca, intentando generar imágenes que cuestionen e interpelen, fotos que sensibilicen y ayuden a reflexionar, que dialoguen y construyan. Desde los sentires, las alegrías y los dolores de nuestro pueblo. Desde abajo, bien de abajo. Sin que nadie nos intimide por eso. No vamos a tolerar que se nos proponga tanta muerte, seguimos eligiendo que nuestras fotos sean vida y esperanza, que nuestras fotografías sean parte del mundo nuevo, justo y libre que soñamos”, rematan en el texto.
Estas amenazas no tienen muertos, ni heridos que lamentar. Esperamos –este cronista así lo espera– que así continúe. Asumiendo una posición que no es individual sino expresión de un sentir colectivo, que más allá de nombres puede rastrearse en todos aquellos que, desde el activismo contrahegemónico, intentamos contribuir a la “batalla cultural” para cambiar esta sociedad, decimos que no tenemos empacho en asumir y defender las posiciones más “garantistas” que puedan asumirse y defenderse en el actual contexto del país, para que las libertades democráticas básicas sean respetadas, tanto por las instancias del Estado como por los “ciudadanos”, que a un lado y otro del sistema institucional se ven tentados muchas veces de sortear lo que consideran “obstáculos legales”. Pero también decimos: Ojo. Piensen muy bien lo que van a hacer. No estaremos aquí, como corderos, esperando a que nos vengan a agredir. No nos dejaremos matar “como a un perro”, según expresó ese magistral narrador que fue Franz Kafka. No. Erigiremos las barricadas simbólicas que sean necesarias para afirmar: la violencia institucional y los microfascismos no pasarán.
Es sólo una advertencia. Y si les falta imaginación, recuerden la teoría del búmeran. Y si no la conocen, escuchen los dichos populares. Uno de ellos dice: “todo lo que sube, baja”. Y otro, más a tono con lo sucedido: “donde las dan, las toman”.