Por Leandro Albani
La capital de Líbano es testigo de fuertes protestas. El actual gobierno tambalea en un vacío de poder, mientras las fuerzas políticas no definen un nuevo presidente. ¿Será la pequeña nación de Medio Oriente el próximo blanco de la injerencia extranjera?
“Apestan”. Esa es la palabra que desde hace semanas se escucha en Beirut, capital de Líbano. Y esa palabra, que resuena cargada de incógnitas y denuncias, tiene en vilo a buena parte de su población.
En el Líbano actual, asediado por los conflictos en la región y con el peligro constante de Israel acechando, las protestas desatadas desde hace varios días genera incertidumbre y peligros latentes. A la demanda original, que es una solución definitiva a la falta de recolección de la basura, se sumaron las denuncias por corrupción del actual gobierno.
Las masivas protestas en Beirut tuvieron como consecuencias una sostenida represión en la que cientos de personas fueron heridas. Los manifestantes, que también exigen la renuncia del ministro de Ambiente, se encuentran en las calles desde el 17 de junio, cuando el gobierno del primer ministro Taman Salam decidió el cierre del vertedero de basura de Naame, ya que rescindió el contrato a la empresa Sukleen, encargada de la recolección de desechos sólidos.
Líbano atraviesa una crisis política desde hace meses, en la cual todavía no se pudo designar al nuevo presidente. A esto hay que agregar que el territorio desde hace cuatro años sufre las consecuencias de la guerra de agresión contra Siria, por lo cual cientos de miles de refugiados de esa nación llegan a Líbano. Además, en la frontera sirio-libanesa, la poderosa organización política Hezbollah, liderada por Hasan Nasrallah, se encuentra combatiendo junto al ejército sirio contra los grupos terroristas que operan en la zona.
Los ataques y atentados del Frente Al Nusra (al que se lo vincula fuertemente con Israel) mantiene en vilo esa porción de territorio.
Una crisis dentro de la crisis
La “crisis de la basura” en Líbano se suma a una crisis más profunda, que afecta a todo el sistema político del país. El martes pasado, el Parlamento aplazó por vigésimo octava vez consecutiva la elección de un nuevo Jefe de Estado. Así lo anunció el titular del Poder Legislativo, Nabih Berri, quien explicó que ante la falta de quórum “por la inasistencia deliberada de diputados” la nueva audiencia para definir el futuro del país se llevará a cabo el 30 de septiembre. En esta nueva sesión se intentará votar al sucesor de Michel Sleiman, el último presidente de la nación que culminó su gestión el 25 de mayo de 2014.
Según informaron medios de comunicación, la sesión fue boicoteada por los legisladores del movimiento 8 de Marzo, que responde a Hezbollah. En la audiencia suspendida se intentó votar por las candidaturas de Michel Aoun, líder del Movimiento Patriótico Libre (MPL), y de Samir Geagea, jefe del partido Fuerzas Libanesas (FL), avalados por las bancadas 8 de Marzo y 14 de Marzo, respectivamente. Los diputados que responden a Hezbollah se negaron a apoyar a Geagea, al que acusan de sus vínculos con Estados Unidos y Arabia Saudita.
Al tener 18 confesiones étnico-religiosas, en Líbano se aplica un sistema de repartición de poderes en el que la presidencia del país se reserva para un cristiano maronita, mientras la jefatura del Parlamento corresponde a un musulmán chiita y la del Gobierno (primer ministro) a uno sunnita.
Las protestas y Hezbollah
Con una lucha encarnizada en el plano institucional y sus fuerzas militares combatiendo en la frontera con Siria, Hezbollah se pronunció frente a las protestas en la capital del país. En un comunicado difundido el 26 de agosto pasado, la organización expresó que el “derecho a manifestarse pacíficamente y a protestar de manera constructiva es completamente legítimo. Sólo soluciones justas pueden calmar los espíritus y trazar líneas de acción que sirvan los intereses de los ciudadanos en este importante tema”.
Hezbollah convocó a adoptar “soluciones razonables y transitorias que den paso a un plan estratégico a largo plazo”. A su vez, manifestó que “hace falta luchar contra la corrupción en este peligroso tema para la salud pública y para el futuro de nuestros hijos y nuestra sociedad.
Cuando la situación alcanza este nivel de explosión popular, que exige un arreglo de este tema en todo el Líbano, esto constituye un signo de la amplitud de la catástrofe medioambiental, societaria y moral que resulta de los malos resultados alcanzados por las medidas y reglamentos adoptados por los gobiernos que se han sucedido”.
En el plano militar, se conoció que el Ejército sirio junto a los milicianos de Hezbollah tomaron el control total de la ciudad de Al-Zabadani luego de dos meses de combates contra el Frente Al Nusra y Ahar Al Sham, grupos terroristas que operan en Siria.
¿Una nueva Primavera Árabe?
Las masivas manifestaciones en Beirut, sin un liderazgo claro y con una fuerte carga de indignación colectiva, remiten a las protestas que desencadenaron lo que Occidente denominó “Primavera Árabe”: demandas iniciales legítimas que luego fueron cooptadas o capitalizadas por fuerzas, tanto internas como extranjeras, que permitieron la desestabilización de países o el mantenimiento de un status quo funcional a Estados Unidos, Israel y las monarquías del Golfo Pérsico. Libia, Egipto, Túnez e Irak son ejemplos concretos.
La crisis política que atraviesa Líbano y la situación crítica en su frontera con Siria podrían conformar, junto a las manifestaciones actuales, un caldo de cultivo para la injerencia de los enemigos de Medio Oriente. Si a esto sumamos el crecimiento político y social de Hezbollah –que con el correr del tiempo se posicionó como fuerza capaz de enfrentar a Israel y sostener una política independiente de Occidente-, la “crisis de la basura” podría funcionar como un globo de ensayo para propiciar la desestabilización de Líbano.