Por Pedro Medved
A pesar de los intentos de huir de la justicia, y con las concesiones que el Estado siempre ha otorgado a los hijos sanos de este sistema patriarcal, ayer se logró lo que tantas veces no llega: una condena ejemplar para el agresor, un remisero de San Fernando. Producto de la lucha popular, se encerró un violador más y la lucha sigue por los que quedan sueltos.
A pocos minutos de pasado el mediodía, entre el retumbar de los bombos y los cánticos de rebeldía de las mujeres, se escuchó un grito de desahogo, alegría y dolor contenido desde hace tiempo: ¡justicia!
El Tribunal Oral Criminal N°2 de San Isidro, encabezado por los jueces Lino Claudio Mirabelli, Agustín Gossn y Esteban Andrejin, sentenció a 13 años de pena a Norberto Daniel Fernández, a pesar de que en la anterior audiencia el fiscal de la causa, José Ignacio Amayo, había pedido tan sólo 11, aunque lejos del pedido de la querella que exigió 20 años de encierro. Si bien el fallo pasará a la Cámara de Casación, Penal ya que sería apelado por el violento. En palabras del abogado de la víctima, Andres Bonicalzi, experimentado en estos casos, es una sentencia extraordinaria ya que es difícil conseguir esa cantidad de años en delitos por violación, y sirve además como precedente. Fernández quedará detenido hasta que la sentencia esté firme.
Más de dos años para que recaiga la condena en el responsable
Desde que Fernández violó a María*, todo este tiempo gozó de su libertad como si nada hubiera sucedido. Desde aquel 15 de julio de 2013 fue madurando en María el dolor, la indignación, la fuerza y la voluntad para seguir adelante, para vencer al miedo de enfrentar a una sociedad que no le gusta oír a una mujer decir que fue violentada, ponerse de pie y denunciar, para gritar de una vez por todas: “basta”.
El Estado, que debería garantizar derechos, prevenir situaciones de violencia, cuidar a las víctimas y condenar a los responsables por sí mismo no actuó. Es el Estado que en la práctica, cuida a los agresores con sus fuerzas represivas, demostrándolo en el accionar de la policía que en desde el comienzo del juicio no fue más que un organismo funcional al sistema patriarcal. No buscó a Fernández cuando fue declarado prófugo, y reprimió a las y los manifestantes que indignados intentaron entrar a los tribunales para garantizar que comience el juicio, en lo que fue la primera sesión del mismo en el Tribunal Oral Criminal N°2 de San Isidro.
Desde el primer momento se supo: para que la justicia llegue sería necesaria la lucha
Familiares, amigas y amigos de María, que la acompañaron desde el comienzo, junto a organizaciones feministas (entre ellas la a Campaña Nacional contra las Violencias hacia las Mujeres), organizaciones sociales, políticas y sindicales, siempre tuvieron en claro que sin la movilización, sin el escrache, sin la difusión, Fernández seguiría en libertad, y actuando con la impunidad que actuó. Pero a veces al estado no le queda más remedio que responder ante la presión creciente del campo popular, que con el paso de las audiencias fue consolidando la lucha en las calles, en los medios, las redes sociales, y fuera y dentro de los tribunales.
El caso de María no es un caso aislado, es uno más entre tantas mujeres, niñas y niños. Miles de “Marías” víctimas del abuso. Por eso es importante rescatar esta sentencia como un precedente donde a pesar de los obstáculos se denunció y se logró finalmente una condena, más alta de las que se vienen dando a otros violadores. El caso de María puede servir de incentivo para quienes todavía no se animaron a denunciar, así como de llamado de atención a los agresores: la impunidad tiene fecha de vencimiento. Bien lo saben las calles céntricas de San Isidro, y el edificio de los tribunales, donde vibró el grito insumiso de mujeres y hombres, en cada una de las audiencias: “como a los nazis les va a pasar, a donde vayan los iremos a buscar”.
*el nombre María es para salvaguardar de la víctima su verdadera identidad.
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