Por Giselle Méndez* / Foto por Nadia Nicolau
En el barrio de Constitución se encuentra uno de los nodos de transbordo más grande que conecta la Ciudad de Buenos Aires con el Gran Buenos Aires. Detrás de la estación del ferrocarril Roca que linkea la ciudad con el sur del conurbano, se encuentra una de las cabeceras de la línea 60 de colectivos urbanos. Hace más de un mes que los choferes de la 60 se encuentran luchando para que reincorporen a 53 compañeros despedidos. Quieren la reestización de la línea, la liberación de los compañeros detenidos y el fin del lockout patronal.
Las mujeres de los choferes son parte de esa lucha, pilares fundamentales del reclamo, como parte de una tradición histórica de la clase obrera. De mujeres que no sólo pusieron en pie sus organizaciones para enfrentar a los empresarios en los gremios donde tienen peso, sino formando comisiones para apoyar a sus compañeros y familiares en los conflictos más duros.
En un festival autogestionado para difundir su reclamo, las mujeres de la 60 cuentan por qué están allí: “Este es un encuentro forzoso. Fue la lucha por la reincorporación de los compañeros despedidos lo que nos llevó a estar todas juntas” dice Mari, la compañera de Castro, uno de los choferes en lucha, mientras despliega una bandera con la insignia “Mujeres de la 60, Unidad”. “Venimos los días que podemos. Muchas trabajamos, otras venimos los fines de semana. Nos organizamos como en el día de hoy”, agrega.
El objetivo es claro: necesitan juntar dinero para las 1.200 familias que en este mes no cobraron un sueldo y se mantienen en la incertidumbre sobre su futuro laboral. Ellas se mueven con los bonos y rifas, invitan a todos a acercarse a la terminal ubicada en el barrio de Constitución para aportar. “Sindicatos, partidos políticos, transeúntes, con lo mínimo que puedan ya están ayudando. Acá estamos las 24 horas”, agrega Mari.
Aunque están orgullosas de participar y llevar las remeras amarillas que las identifican también les pesa la desilusión. “Yo noto mucha indiferencia entre mis conocidos. Esperaba más apoyo de los partidos políticos de barrio. De los choferes de otras empresas también esperábamos más. Fueron muy pocos los que se solidarizaron con los chicos de la 60”, dice decepcionada Gaby, la compañera de Salas.
En una de las mesas de la entrada al Festival está Wanda, la mujer de Duclós, otro de los choferes que está en primera línea de lucha. Ella también levanta la voz y cuenta cómo pasan sus días en asamblea permanente y lejos de su hogar: “Todo el tiempo se juegan muchas emociones. A nuestros maridos les duele saber que hay compañeros que hace días están encerrados, sin ver a su familia, sin descansar como lo merecen. Saben que no cuentan con el apoyo del gobierno ni del gremio. Nosotras estamos acá porque su reclamo es el nuestro”.
Baja una hilera de banderines coloridos, las mujeres preparan una mesa colectiva para compartir la cena con el resto de las familias de los choferes. El Festival en solidaridad a los trabajadores se transformó en un espacio de protesta, solidaridad y también de reencuentro. La música suena fuerte mientras un grupo de chicos corre por la vereda. En una esquina, algunos jóvenes se sacan fotos con un cartel: “Yo apoyo la lucha de la 60”.
Mari mira esa postal desde la punta de una mesa mientras alimenta a uno de sus hijos. Su vida familiar cambió por completo. La calle es su nueva casa: “Cada una, desde su lugar, acompaña el reclamo. Estamos acá para recuperar el trabajo, nuestros maridos quieren trabajar. Y nosotras estamos luchando por el futuro de nuestras familias”.
*Nota originalmente publicada en faccionlatina.org