Especial de Marcha | El 28 de octubre de 2014, una justicia machista, clasista, colonialista y heteropatriarcal por definición condenó de por vida a Reina Maraz Bejarano a una pena privativa de su libertad. Una mujer que estuvo presa sin entender por qué, que fue víctima de violencias de parte de su marido, que es migrante y quechua parlante -motivo por el que nadie le explicó en su lengua de qué la acusaban-, fue sentenciada por operadores/as del poder judicial argentino, aunque ya estaba condenada.
Aquel día, al momento de conocer la resolución del Tribunal Oral N°1 de Quilmes -integrado por Silvia Etchemendi, Marcela Vissio y Florencia Gutiérrez-, Reina dependió de una traductora y haciendo cuerpo el dolor, lloró al saber su futuro condenado por quienes eligieron sostener una matriz social basada en la discriminación y las desigualdades.
Hoy Reina resiste y pasa sus días en prisión domiciliaria junto a su niña que nació en cautiverio en la Unidad 33 de Los Hornos. Extrañando a sus niños que están en Bolivia, ansía volver a abrazarlos de la misma forma que olvidar los golpes de su marido y la violencia institucional que la obligó a limpiar los pisos del pabellón al otro día de haber parido.
Pero no está sola sino acompañada por otras mujeres que se organizan para visitarla, para que nada le falte y porque en su historia sintieron intensamente que Reina son ellas. Y se sientan en ronda, y hablan en quechua, y ríen y se agarran de las manos. Y no están solas porque juntas se reenamoran de sus identidades, y se imaginan bailando con sus polleras de pliegues infinitos en otros paisajes, en otras fotos, con colores menos hostiles y donde sus rostros son lo que son, belleza y no una cobarde y vacía excusa para la criminalización.
Mientras, organizaciones de Derechos Humanos y feministas presentaron un amicus curiae ante el Tribunal de Casación Penal para que revise la condena que la sentencia a la pena de prisión perpetua tras haber sido acusada por la muerte de su marido. Se sostiene que hubo una múltiple vulneración de derechos en el hecho de desconocer las perspectivas de género e intercultural que hicieron no se respeten los principios de igualdad ante la ley y derecho a un justo proceso.
Por eso, desde Marcha nos sumamos desde lo que hacemos, comunicar, al pedido de Reina que nos interpela para no olvidar, para no permitir que esté sola y exigir “Munani Justiciata. ¡Libertad para Reina Maraz!”