Por Carina López Monja
Los resultados del balotaje, tan ajustados como sorprendentes (guiándonos por los encuestadores, meteorólogos del siglo XXI), dispararon un debate sobre si el llamado a votar en blanco fue funcional al PRO. Con 55 mil votos más Lousteau y ECO ganaban las elecciones. Quienes llamaron a votar en blanco, la izquierda, el kirchnerismo, ¿fueron funcionales al PRO?
1) El primer argumento dice que votar a Lousteau era votar contra el partido que gobierna la Ciudad de Buenos Aires desde hace ocho años. La victoria de una fuerza distinta a la derecha PRO, que nos ha demostrado su capacidad de desalojar familias, dejar a los pibes y pibas sin vacantes y vaciar los hospitales públicos, habría implicado la voluntad de cambio. También dice que, a pesar de ser del mismo espacio político a nivel nacional, son distintos.
2) El segundo argumento dice que si Lousteau ganaba en la Ciudad, Macri veía debilitado su proyecto de ser el próximo presidente de los argentinos y argentinas.
3) Luego están los que hablan de que hay que elegir, que votar en blanco es votar al ganador, o tirar el voto. O incluso retoman el argumento de que fue muy difícil recuperar la democracia y que el voto blanco es un desprecio hacia el sistema democrático.
Seguro habrá decenas o cientos de argumentos más. Lo cierto es que las acusaciones de “funcionalidad” tuvieron como blanco a la izquierda (tanto el Frente de Izquierda como Autodeterminación y Libertad, el MST y el MAS llamaron a votar en blanco) y al kichnerismo que, dejando libertad de acción a sus votantes, hizo un fuerte planteo del proyecto compartido de Lousteau y Larreta a nivel nacional.
¿Podría haber cambiado la elección la definición de algunos partidos políticos? Seguramente sí. Pero de cualquier manera no hay que olvidar (porque es pecar de soberbios y porque se corre el riesgo de subestimar a la población) que cada hombre y mujer es dueño de su voto. Que, aun cuando los partidos llamen a votar de tal o cual forma, la decisión última de sus votantes será de ellos mismos.
Ahora bien, ¿un gobierno de Lousteau hubiera significado el fin de la derecha y de las políticas excluyentes en la Ciudad de Buenos Aires? ¿Con Martín Lousteau, Yacobitti, Nosiglia y Christian Colombo nos podríamos haber ido a dormir tranquilos el domingo? Algunos podrán responder con puteadas, otros con el argumento de que al PRO ya lo conocemos y nada puede ser peor. Otros dirán que es un gobierno débil, que no tendría la fortaleza para avanzar con las mismas políticas que Macri estos años.
Sin embargo, la realidad de los últimos años, las propuestas y el discurso de campaña, la forma de votar en alianza con el PRO en la Legislatura porteña y ni hablar de las denuncias por el desvío de fondos en el Hospital de Clínicas, que llevó a que amenazaran al periodista Alejandro Bercovich por darlo a conocer, no muestra un escenario mucho más promisorio.
El segundo argumento –que una victoria de Lousteau es una derrota de Macri o, al menos, un debilitamiento– tiene parte de razón. Si alguien perdió con la victoria ajustada de Larreta fue Macri y su proyecto presidencial. Quien mejor lo entendió fue Scioli, que rápidamente aseguró a la prensa: “El votante del FPV respaldó a Lousteau, el resultado le preocupa al macrismo”. El mismo Scioli que, poco después de conocerse los resultados, estuvo en TN, el canal de “la Corpo”.
De hecho, en su discurso desde el bunker PRO, Macri festejó hablando de la situación nacional y retomó elementos que parecían más de un mililtante kirchnerista que del PRO, orientados a un electorado receloso al estilo amarillo. “Por la Asignación Universal por Hijo, que es un derecho, por una educación pública de calidad, por una Aerolíneas estatal pero bien administrada, por una YPF manejada por el Estado que recupere la soberanía energética”, Macri dixit. Scioli, en TN se dio el lujo de criticarlo.
Perdedores sin ángeles
Macri perdió efectivamente y Larreta tendrá un gobierno con menos aire fresco de lo esperado. Con una diferencia de 50 mil votos, ganaba Lousteau. Ahora, ¿votar en blanco fue funcional? Y si es así, lo contrario, ¿no sería ser funcional a Scioli? Desde esta ecuación, si Macri se debilita, se fortalece Scioli. Más allá de si el resultado es “funcional” a Scioli o a Macri, lo que sea necesario (e imprescindible) resaltar es el escenario post elecciones. Y en el caso de la Ciudad de Buenos Aires (y a nivel nacional también), quienes pierden son los sectores populares.
Es decir, quienes luchan por vivienda digna, pelean por las leyes de urbanización de las villas de la Ciudad, contra la precarización del trabajo y defienden la escuela pública, entre muchas otras cosas, pueden ser votantes del FPV, de ECO, del FIT, de AYL o de otros partidos. Podríamos discutir años (aún cuesta entender cómo acompañaron y argumentaron el voto a Recalde los luchadores que vieron a legisladores del kirchnerismo votar con el PRO) sobre los argumentos de cada votante (organizado o no) para votar como lo hizo.
Lo cierto es que en los últimos meses de Macri al frente del gobierno porteño y después del 10 de diciembre habrá un porcentaje de los porteños y las porteñas peleando por el derecho a vivir en la Ciudad, organizados en las escuelas, en los barrios, en los lugares de trabajo, en las fábricas, que se ganarán (o no) con organización y lucha. Y las elecciones se ganarán con votos, con la decisión de los y las votantes. Ante un balotaje sin opción que proyecte una Ciudad más digna, muchos se negaron a elegir “el mal menor”.
Perdieron todos los que quieren transformar una Ciudad excluyente, mercantilizada e injusta en otra más digna. En los próximos cuatro años unos y otros (los que eligieron de una u otra manera) tendrán oportunidad de dar pasos de avance, de construcción y de organización. Mientras tanto, no será fácil con Larreta. Tampoco lo hubiera sido con Lousteau. A dialogar, a discutir a reflexionar. Para que una propuesta para la vida digna, más justa y solidaria se plasme hace falta acumular fuerzas y construir mayorías que protagonicen una real transformación de la Ciudad.