Por Ricardo Frascara
Sin decir agua va, la FIFA publicó el ranking de los mejores seleccionados del mundo de la pelotita y la Argentina enarbola la albiceleste en el lugar más elevado del podio, desplazando al segundo escalón al orgulloso seleccionado alemán. ¿Paradoja o parajoda?
Cuando aún no se disiparon los nubarrones trasandinos que ocultaron el buen fútbol que podría haber expuesto la selección Argentina en la final de la Copa América, la FIFA nos sorprende con algo tan simple como la estadística. El descabezamiento político de la entidad internacional de fútbol no impide que sus áreas operativas sigan actuando. Y una máquina inexpresiva e incapaz –todavía– de sucumbir ante la corrupción generalizada que azotó al mundo futbolístico recientemente determinó, para engrandecer el 9 de julio, que la Argentina encabeza desde ayer el ranking mundial de seleccionados.
¿Cómo sucedió esto? ¿Un enano pro Tata Martino se metió en la máquina puntuadora? ¿Qué viento huracanado borró a la selección de Alemania, campeona del mundo, de la superficie futbolera? ¿Acaso JHG tiene influencia en el reino celestial y movilizó a los ángeles protectores de la pelotita? De un plumazo, la estadística puso a las huestes de Lio Messi en el más alto pedestal estadístico. Los puntos que, en los recodos de la FIFA, acordó la Copa América al fin sirvieron para algo más que la polémica sobre el significado de ser “sólo” segundo en el torneo continental. Alguien nos despertó a tiempo de la pesadilla de la derrota frente a Chile y sentenció oficialmente: Argentina es la mejor. Y acá estamos, festejando una estadística, lo más frío que puede haber en el mundo animado en el que nos desarrollamos, ganamos, perdemos, puteamos y nos putean.
Ya Martino no tendrá que replantear el equipo; ya el papá de Messi no tendrá que rever el destino de su hijo en relación con la selección; ya el Pocho Lavezzi y el Pipita Higuaín no tendrán que lamentar el par de goles perdidos; ya Banega podrá borrar de su mente el penal errado; ya ni Biglia, Zavaleta o Rojo están parados en un tembladeral. El gran Mascherano podrá secar sus lágrimas de orgullo herido. Hoy el seleccionado de la Argentina es el mejor del mundo. Qué extraña parábola puede armar la pelotita. Es como si una patada devastadora la hubiera lanzado a la estratósfera y volviera de allí zigzagueando como un globo pinchado. En pocas semanas, desde que comenzó la Copa que honorable y merecidamente ganó el fútbol de Chile hasta hoy, el seleccionado del Tata pasó de ser un equipo pálido y anodino, en la ronda inicial, para transformarse en una armada arrolladora frente a Uruguay en camino hacia la demostración impecable de juego y potencia con que eliminó a Paraguay, hasta devenir en el cuadro distraído e irresoluto de la final… y resurgir como el mejor del mundo. Seguramente el Dante (el nuestro) no se refería a esto con su lema de la dinámica de lo impensado, pero algo por estilo ha sucedido y nos ha despertado con campanillas.
No estaba en nuestros planes, pero debemos aceptarlo. El asunto es para insistir en que el fútbol está basado sobre lo inesperado. Nada es fijo. Nada es definitivo. Nada puede ser planificado en su totalidad. Entonces, reflexionemos. Este seleccionado, compuesto por jugadores a los que alternadamente glorificamos o sepultamos, ha desarrollado, sin que nos diéramos cuenta deslumbrados y apagados por triunfos y derrotas, una línea de continuidad en los primeros planos (últimos casos: finalista en la Copa del Mundo y la de América) que no valoramos.
Y entonces, ¿por qué no lo hacemos? ¡Porque nos importa un carajo! Nos importa ver jugar al fútbol al Pulga Messi secundado por Apache Tévez, por Kun Agüero, por el Flaco Pastore y el Fideo Di María; nos importa calentarnos con el zonda que provoca en el centro del equipo Javier Mascherano; queremos ver los quites y las subidas relampagueantes del Negro Rojo y el juvenilmente longevo Pablo Zavaleta, y aplaudir la firmeza del Chiquito Romero preservado por Demichelis, Garay, Otamendi, Biglia, Gago, Banega… Pero, ya que está, vamos a aferrarnos a esta tabla de salvación que nos tiró la decadente FIFA, que en medio de las llamas que la consumen, alcanzó a publicar esta lista asombrosa con Argentina primero y Alemania segundo. Lo que es, por supuesto, la última verdad revelada.