Por Santiago Mayor. De vivir de la exportación de fosfato a estar entongados con la mafia rusa, tener un centro de detención australiano y terminar envueltos en una operación de la CIA para robar científicos a Corea del Norte. La hollywoodense historia de uno de los países más pequeños del mundo: Nauru.
La ínfima isla de Nauru tiene una superficie aproximada de 21 kilómetros cuadrados, es decir poco más de 50 cuadras por 40. Está ubicada en el Océano Pacífico, sobre la línea del Ecuador. Es el tercer Estado menos poblado de la tierra, con sólo 13 mil habitantes. Además, cuenta con la particularidad de ser el único país sin capital reconocida, ya que no tiene ciudades delimitadas dentro de su territorio.
A pesar de sus pequeñas proporciones, esta nación tiene una historia muy particular, que la supo ubicar como uno de los pocos países del Tercer Mundo con niveles de ingreso similares a las naciones desarrolladas; luego a ser base de la mafia rusa; posteriormente alojar un centro de detención para refugiados afganos e iraquíes; y finalmente involucrarse en una operación de la central de inteligencia estadounidense contra Corea del Norte.
Un siglo viviendo de la mierda
Previo a la colonización, poco se sabe de Nauru, porque no hay fuentes escritas. Al igual que otras islas de la zona, se supone que fue habitada por nativos de Micronesia. En el siglo XIX, la isla fue colonizada y pasó a estar bajo poder de varios países. Alemania en 1888, Australia-Reino Unido en 1920, Japón entre 1940 y 1945 y de nuevo Australia-Reino Unido en 1947, tras la Segunda Guerra Mundial. En 1966 logró una relativa autonomía y finalmente en 1968 los nauruanos consiguieron su independencia.
Desde 1903, los colonizadores explotaron el yacimiento de fosfato de la isla. El fosfato -utilizado principalmente como fertilizante- es producido por depósitos de guano, es decir excrementos de aves y animales marinos acumulados durante siglos. Principal fuente de recursos del país durante todo el siglo XX, desde 1970 fue controlada por el Estado mediante la Corporación de Fosfato de Nauru.
Durante dos décadas, esto permitió una enorme prosperidad a los habitantes, que contaban con índices de desarrollo similares a los del Primer Mundo. En ese tiempo no existían ni el desempleo ni los impuestos y los servicios sociales eran totalmente gratuitos. Incluso gran parte de los nauruanos no trabajaban, sino que vivían de una subvención del Estado. El trabajo lo hacía inmigrantes, en su mayoría chinos. Finalmente, las reservas comenzaron a agotarse y ante la falta de previsión, la economía del país entró en crisis.
Mafia rusa y refugiados
En los años 90, con el objetivo de “diversificar” su economía y mejorar las cuentas estatales, el gobierno decidió convertir al país en un paraíso fiscal. Esto atrajo a la mafia rusa, que aprovechando las exenciones impositivas blanqueó 70 mil millones de dólares en activos, según una estimación del Banco Central de la Federación Rusa. El resultado de esta maniobra hizo que Nauru fuera considerada por las principales potencias como una nación “no cooperativa” en la lucha contra el lavado de dinero. Finalmente, en 2005 la isla modificó su legislación para ajustarse a las normativas internacionales y salir de esa lista.
Sin embargo, en el año 2001 los nauruanos encontraron una nueva fuente de ingresos, mucho más oscura que el lavado de dinero. Australia ofreció a la devastada isla un canon de dinero a cambio de instalar un centro de refugiados. De esta forma se derivaba a un centro “provisorio” en Nauru a los inmigrantes, principalmente afganos e iraquíes pero también de otras partes de Asia, que escapaban de sus países para “hacer la Australia”. Durante años silenciado por la prensa y el gobierno australiano, este nefasto sistema implicó, en los hechos, la creación de un centro clandestino de detención de inmigrantes en una pequeña isla del pacífico. Cientos murieron en chozas de precarias condiciones y casi sin instalaciones sanitarias hasta el año 2007, cuando un nuevo gobierno en Australia decidió cerrar el “Nauru Dream” (como se conocía al centro de detención) y dar visa a la mayoría de los refugiados.
Pasaportes de Nauru patrocinados por la CIA
Pero a pesar de todas estas historias, la más interesante y llamativa participación de Nauru en la disputa geopolítica mundial se dio fuera de su territorio. Asediado por la crisis, el gobierno aceptó a principios de este siglo la oferta de funcionarios estadounidenses y neozelandeses de establecer embajadas en EE.UU. y China.
Según el acuerdo, las embajadas buscarían mejorar las relaciones comerciales y obtener algunos beneficios económicos para la isla. Como contrapartida, y por la incapacidad de los nauruanos de financiar semejante empresa, las sedes diplomáticas serían llevadas adelante por miembros de esos terceros países (EE.UU. y Nueva Zelanda). Así fue como Jack Sanders, un neozelandés que vivía en China, tramitó la creación de la embajada de Nauru en Pekín.
Pero algo raro había en todo esto. En el año 2003, el periódico The Australian denunció la denominada “Operación Comadreja”, mediante la cual desde la embajada de Nauru en China se tramitaban ilegalmente pasaportes para científicos norcoreanos que escapaban de su país. Poco tiempo después se descubrió que Sanders -quién se fotografió con personalidades como Bill Clinton- era en realidad un agente de la CIA.
No queda claro cuál era el nivel de conocimiento de la “Operación Comadreja” por parte del gobierno de Nauru, pero al hacerse público el hecho, inmediatamente mandó a cerrar las embajadas en Washington y Pekín. Al mismo tiempo entabló un juicio, que aún no ha tenido sentencia, contra los EE.UU. y Nueva Zelanda, exigiendo un resarcimiento económico. Los gobiernos de estos dos países negaron categóricamente su participación en esta operación. De hecho, sostuvieron que los supuestos funcionarios que hicieron el acuerdo con Nauru no representaban a sus países.
Actualmente, la pequeña isla se encuentra en una situación crítica. Sus principales ingresos se deben al turismo. Luego de años de extracción minera, la escasa tierra que hay es prácticamente incultivable y carece de fuentes de agua dulce para abastecer a toda la población. Con una tasa de crecimiento decreciente y niveles de desempleo altos, habrá que ver qué le depara en el futuro a este diminuto país y su peculiar historia.