Por Lucas Abbruzzese
Víctimas de una crítica que se desliza hacia la lentitud en el jugo, Javier Pastore y Jorge Valdivia son inéditamente apuntados por algunos que prefieren más y más velocistas antes que jugadores pensantes, dispuestos a organizar y crear.
Hubo algún momento de la historia en el que alguien empezó a criticar a los pensantes, a esos que la pisan, que ponen la bocha donde nadie más había visto que había un espacio y un tiempo. Se multiplicaron esas voces, hoy proliferan y la Copa América tiene a dos de esa especie que sufren a quienes no entienden que el fútbol es un todo, que es la combinación de cualidades, que no sirve todo rápido ni todo lento, que frenar es tan importante como acelerar.
Chile es el mejor equipo del corriente certamen internacional. Los motivos: un enorme respeto por la pelota, triangular en todo sector del campo, subir a sus laterales sin conservar a uno mientras el otro pasa, poseer desequilibrio, velocidad y pausa. Y pausa. Todo sería más difícil, seguramente más difícil, sin ese segundo en el que todo parece pararse. Y quien aporta eso es Jorge Valdivia, el número 10, ese de las pelotas entre líneas, ese eslabón que conecta cadenas y carriles.
“Chile tiene mucha velocidad, Valdivia está de más”, se escuchó esbozar a algunos durante estas más de dos semanas que lleva la Copa América. Probablemente sean los mismos que confunden velocidad futbolística con la atlética, esa de correr 100, 200 o 400 metros en pocos segundos. El fútbol no es para trasladarse decenas de metros, sino más para el pique, el freno y la noción del tiempo y la distancia. El cómo, cuándo, por qué y para qué. Valdivia lo entiende, y por eso es uno de los puntos más altos en la actual edición del campeonato más añejo a nivel de selecciones.
Jorge Sampaoli tiene algo que ver. Lo despojó de la responsabilidad de tener que marcar o retroceder mucho para liberarlo en su función de crear, asistir y hacer jugar al resto. Está lejos de las cárceles tácticas en las que algunos entrenadores meten a los habilidosos y talentosos. Valdivia se transformó en el complemento ideal de tanto vértigo chileno; un socio ideal de Alexis, de Vidal, de los laterales que pasan y pasan, de Vargas y de los espectadores.
“El fútbol moderno no existe. Existe el fútbol bien o mal jugado”, dijo Dante Panzeri. Como si los partidos y el fútbol le perteneciese a los velocistas, ¿no? Y si no, ahí están los Riquelme, los Iniesta, los Zidane, los Maradona, los Xavi, los Zico, los Aimar, los Valderrama y tantísimos otros que deleitaron. No es una cuestión de kilómetros recorridos, sino de lo productivo para el equipo que pueda ser algo. Mientras menos deba correr el jugador es porque seguramente la redonda más lo hará; causa de que todo está engranando.
Argentina tiene a uno de esos: Javier Pastore. El Flaco es el más criticado, el de la lupa constante. Tras largos años de ausencia en el seleccionado nacional, este atrevido de piernas largas encontró con el Tata Martino un lugar fijo con la celeste y blanca. Sin conocimiento, no fueron pocos los que en estos días “informaban” (léase: deseaban) que el DT tenía el equipo para el cotejo ante Paraguay, aunque con la duda de si Pastore iba a continuar en el once. Que corra la pelota, no el jugador.
Martino no les dará el gusto porque sabe de los aportes del volante que brilló en el Huracán que dirigió Ángel Cappa. Es el nexo entre la línea de mediocampistas con los de arriba. Está jugando con la contra de enfrentar siempre a rivales que se cierran atrás y no conceden espacio, causante de la necesidad imperiosa de pensantes y futbolistas aptos para el acto asociativo. Pastore intenta en todo momento el pase corto, el juntarse y estar con Messi. Puede salir o no, pero jugadores de su especie cada vez hay menos y hay que cuidarlos y utilizarlos. No la está descosiendo, pero tampoco muchos otros, y no padecen las mismas críticas.
El placer por jugar parece olvidado. Sentir, apasionarse, divertirse y no entender esto como simplemente ganar o perder. Exigen seriedad, trabajar, esforzarse, sacrificio. Se fijan en eso, no en una pared, una asistencia o lujos productivos. Valdivia y Pastore producen y todo vale más en un fútbol sudamericano que pasó a llamar más la atención por las marcas escalonados y por “acá no se marca como en Europa” que por la belleza de lo espontáneo.
El futbolista del PSG es víctima de los defensores de lo moderno, de esos que adoran las pesas, las pasadas y el músculo por sobre la técnica. Esos mismos modernos que piensan que el fútbol actual es más rápido que el antiguo, como si se tratase de dos deportes diferentes. Hoy se corre más y se piensa menos, por eso escasean los espacios y esas jugaditas que llenan el alma aunque sea por un instante. Valdivia y Pastore, posibles rivales en la final del 4 de julio en Santiago, son dos exponentes.