Por Francisco J. Cantamutto.
Una mirada sobre lo que viene ocurriendo en la economía argentina en el último año; lo que se vive por estos tiempos y lo que, si bien con pequeñas variables, puede llegar a ocurrir según el resultado de las elecciones presidenciales.
El capital también actúa influyendo a través de asociaciones, interviniendo en los debates públicos, promoviendo sus interpretaciones de la situación. En esta tarea, se combina con los intereses de los medios de comunicación, que filtra la información que circula. De conjunto, el capital busca que lleguemos a las elecciones en un clima de desconfianza e inseguridad, votando a favor de propuestas conservadoras que no pongan en riesgo lo conseguido. A nadie resultará extraño que este discurso resuene como lema en la campaña de Scioli.
¿Y mientras tanto?
Diversos sectores del capital adoptaron esta estrategia de presión ya el año pasado. El ejemplo obvio es el capital de la cadena agropecuaria, que produce un agobio por la falta de divisas que genera. Pero también gran parte del capital industrial también tomó este camino: el sector lleva un año y medio de estancamiento, expulsando fuerza de trabajo. De conjunto, la economía argentina entró en recesión en 2014, aunque en las últimas semanas parece haberse recuperado tibiamente, mientras se pronostica un crecimiento del 1,5% para este año.
La inflación, otro recurso de presión económica, tras haber explotado el año pasado, se ha reducido levemente este año; todo indica que cerrará con valores inferiores a 2014 –aunque la cifra exacta sea un misterio–. Los salarios de los trabajadores ocupados, mientras tanto, perdieron lo conquistado previamente. Del último informe del INDEC, sabemos que la mitad de los ocupados gana menos de $6.000, valor que orilla la canasta de pobreza.
El dólar, elevada a variable eje de toda la política económica, ha estado relativamente tranquilo en esta primera mitad del año, pues pasó de $8,55 a $9,10. Esto es una devaluación del orden del 6%, que se empequeñece ante el ajuste del año pasado –para esta época del año, del 24%–. El dólar paralelo, mientras tanto, y a pesar del revuelo en los medios, cayó: tras haber alcanzado un pico de $16 en septiembre pasado, arrancó el año rondando los $14 y hoy está en torno a los $13. Es decir, quien especuló con el dólar paralelo en el último año, perdió dinero.
¿Cómo se estabilizó el dólar? El gobierno desplegó una acción coordinada a través del Ministerio de Economía, el Banco Central y la AFIP, consistente en operativos para cerrar operatorias ilegales (las “cuevas”) y ofrecer alternativas atractivas para colocar los fondos: palo y zanahoria. Esta acción coordinada es visible también en las investigaciones sobre fuga, puestas en marcha desde que asumiera Alejandro Vanoli en el Banco Central, coordinando su accionar con el Ministerio. ¿Cuáles son las opciones-zanahoria? Para pequeños ahorristas, la regulación de las tasas de interés para plazos fijos de bajos montos estableció rendimientos del 25-30%, que no queda claro que superen la inflación, pero sí la devaluación. Para ahorristas un tanto más sofisticados, y para operadores más grandes, el Ministerio y el Banco emitieron bonos muy tentadores (BONAR, BONAC, LEBAC), que el mercado aceptó con gusto. Con rendimientos que llegan al 8% semestral en dólares, cualquier inversor medianamente informado sabe que estas son las mejores opciones. En esta primera mitad de año, se esterilizaron así $52.765 millones –que se quitan del mercado– para evitar que puedan presionar al alza del dólar. Sin embargo, tras cinco años de ganancias récord, los bancos mantienen mucha liquidez disponible para presionar.
¿Qué se viene?
Siempre resulta un tanto inapropiado especular con el futuro, que depende de tantas decisiones, en particular de los grandes capitales y del gobierno. Sin embargo, podemos arriesgar algunas pistas.
Es probable que el capital continúe su estrategia, al menos hasta que pasen las elecciones: esto es, mantener bajas tasas de inversión y poca creación de empleo. El gobierno lo compensará a través de las herramientas que tiene a mano, especialmente el financiamiento del consumo, para desplazar a futuro la restricción presupuestaria. Sus planes Ahora 12 o Procreauto apuntan en esa dirección. Como ante toda elección, no sería extraña una presión alcista del dólar, que se expresará en el paralelo. Como explicamos, el gobierno viene actuando para minimizar esto, y tiene capacidad de fuego aún para contener un estallido severo. Es decir, todo parece señalar un “piloto automático” de aquí a las elecciones.
Qué ocurra después de las elecciones depende de qué fuerza política gane. Considerando los candidatos mejor posicionados en las encuestas –Scioli y Macri–, habría dos grandes escenarios. Ambos están abiertamente comprometidos con atender las demandas del capital, no hay disputa en ello; la diferencia puede estar en cómo atiendan esa demanda. Macri ha prometido el oro y el moro, incluso más allá de lo que sus asesores económicos estiman posible, como unificar el tipo de cambio de un día para el otro. Esto implicaría una desestabilización tan grande que se pone en duda la capacidad de Macri de contenerla. Banca extranjera y agro le han prometido invertir recursos y disponer de crédito: no extrañaría un regreso abierto al endeudamiento sistemático, como hizo con el gobierno porteño.
Scioli, por su parte, promete un ajuste más pausado. A pesar de negarlo, de seguir la política actual, esto implicará devaluaciones, aunque quizás más controladas (“administradas”). Los acuerdos con la burocracia sindical le sirvieron para contener las demandas salariales. Desde su autodefinido neokeynesiano think tank, Fundación DAR (Desarrollo Argentino), se dice querer conciliar mercado y Estado, mercado interno y exportaciones, industria y agro, inversión interna y extranjera: la promesa de conciliación absoluta. Así, se propone avanzar en la “sintonía fina”.
Las relaciones de Scioli con la banca extranjera y el agro nunca fueron malas. Para este último sector, se propone avanzar en el vínculo subordinado en las relaciones con Rusia y China como fuente central de negocios. Para la industria, plantean políticas específicas para 36 ramas. Para conciliar estos puntos, es evidente que Scioli mantendría una tasa devaluatoria que le permitiera recuperar competitividad al capital local, mejorando el rendimiento de las exportaciones, dotándose así de recursos fiscales y divisas para subsidiar el capital industrial. La orientación está reñida con cualquier mejora distributiva: su promesa es no ajustar más.
En este panorama sobre el futuro luego de las elecciones, sin ser lo mismo, ninguna de estas alternativas promueve un escenario donde las clases populares vayamos a obtener mejoras económicas.